Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Lampedusa y el sueño europeo

Rafael Baladés / Sergio Gay

“¿Cómo de grande tiene que ser el cementerio en mi isla?” nos preguntaba la alcaldesa de Lampedusa. “El mar esta lleno de muertos. Venga aquí a mirar el horror a la cara. Venga a contar los muertos conmigo.” No pude. Miré hacia otro lado, hacia el mar inquieto, esas aguas ávidas, ese rumor continuo, encubridor de tantos secretos, y me acerqué a un féretro, cerrado, claro: “Hermoso cadáver eritreo...¿A qué has venido a Lampedusa? ¿Sabías a dónde venías? ¿Sabías qué buscabas? ¿El paraíso? ¿En Europa? ¿Puede ser un sueño mas fuerte que la muerte?” Levanté la mirada hacia la larga fila de ataúdes: “Es hermoso tener un sueño. Es hermoso incluso morir por un sueño. Pero déjame que te hable de Europa. La mas grande obra de la humanidad. Y déjame que te hable de África. La poderosa África. Posiblemente el origen de la humanidad. África es también la tierra prometida. En serio. No pretendo convencerte de nada. Y menos ahora, claro. El trabajo de convencer es una falta de respeto, un intento de colonización del otro, decía Saramago, un europeo, un portugués, ya muerto, como tu.” Y así, hablando hablando, sin darme cuenta, me fui alejando del horror. Hasta que de pronto, al andar, sentí una presencia a mi lado, una sombra negra, unos ojos blancos llenos de preguntas. Y me asusté, claro.

En Europa también arrecia la cosa. Lo que pasa es que tenemos protección. Mucha protección unos pocos. Y poca protección muchos muchos. Pero protección al fin y al cabo. Así son las cosas aquí. Así han sido siempre. ¡Pero es que cada vez son mas así! Y así hablaban y hablaban todos, apretujándose bajo la lluvia, mientras el bello somalí, medio desnudo, temblando y chorreando bajo el chaparrón, miraba a unos y a otros, sin entender nada.

En Europa todo está prohibido. “¿Si? Pues esos hacen lo que quieren.” “¡Ya! ¡Es que esos pagan!” “¡Ah, bueno, claro!”, dijo la linda monjita negra abriendo mucho sus hermosos ojos y sin entender nada y sin más comentarios, cruzó el semáforo santiguándose: “¡Virgen santísima! Por eso les gusta tanto el dinero. Por eso sólo piensan en robar.”

¡Al ladrón! ¡Al ladrón!, gritó alguien. Y todo el mundo salió disparado. “¡Joder! ¿Qué le pasa a esta gente?”, pensó el negrito que estaba vendiendo no se qué en la calle, pero, por si las moscas, salió corriendo también: “Con estas pintas... Y con esta cara... Seguro que piensan... Que soy yo el ladrón... O por lo menos, sospechoso... ¡Pero, joder!... ¡Cómo corre esta gente!... ¡Me ahogo!... Ni en África se corre así... Ni cuando alguien grita ¡el león, el león!... ¿A qué viene tanto miedo?”

Etiquetas
stats