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Berlinale

Sofía Otero, una nueva Ana Torrent para un nuevo cine español que hace historia en Berlín

Sofía Otero posa con su Oso de Plata en la alfombra roja de la Berlinale

Javier Zurro

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En 1973 unos ojos detuvieron al cine español. Una mirada profunda, única, llena de emociones. La de una niña de siete años que se convertía, de alguna forma, en la mirada de un nuevo cine español en El espíritu de la colmena (1973). El franquismo daba sus últimos coletazos y el cine español comenzaba a liberarse de su yugo -aunque la censura siguió varios años más-. La película de Víctor Erice consolidó un cine que desde mediados de los 60 comenzaba a realizarse. Un cine autoral, diferente. Un cine cargado de ideas e intenciones. Erice consiguió hablar de la Guerra Civil sin nombrarla, y logró que todos miráramos a ese maqui escondido a través de los ojos oscuros de Ana Torrent, que debutaba en el cine con un papel que quedó para la historia. 

Han pasado 50 años desde que Ana, el personaje, descubriera la muerte y el cine. Pero de alguna forma su mirada se ha transmutado y colocado en otros ojos. Los de otra niña. Su nombre es Sofía Otero, y con nueve años ha hecho historia para el cine español logrando el Oso de Plata a la Mejor interpretación protagonista en una Berlinale que desde hace años eliminó la distinción por géneros. Un premio que, de alguna forma, también representa a ese nuevo cine español que tantas alegrías está dando. 

Su papel de una niña trans buscando su identidad en 20.000 especies de abejas conmovió de tal forma al jurado (y al público) que se optó por convertirla en la intérprete más joven de la historia en ganar el galardón. Nadie, en 73 ediciones, lo había logrado tan joven. Para seguir con la historia, solo dos intérpretes españoles lo habían logrado antes, Victoria Abril, por Amantes, en 1991; y Fernando Fernán Gómez, por El anacoreta en 1977 y por Stico en 1985.

“Como directora de casting a veces eres testigo de encontrar una interpretación singular, pero es raro ver a alguien que entregue tantas emociones de una forma tan sencilla”, dijo de la joven Otero la directora de casting Francine Maisler al entregarle el premio. Maisler es una de las profesionales más respetadas en EEUU, donde ha trabajado encontrado los repartos perfectos para películas como las secuelas de Dune o Joker. A su lado estaba Kristen Stewart, presidenta del jurado, que añadió que “el sistema esta diseñado para reducir la inteligencia de las interpretaciones, sobre todo cuando se da por un niño”. “La interpretación que honramos ahora nos queda como una forma de mirar a nuestra juventud y de enseñarnos cosas que habíamos olvidado”, completó.

Palabras grandes para una niña que tenía solo 8 años cuando rodó el filme. Una chica de Basauri que por primera vez se ponía delante de la cámara a las órdenes de Estíbaliz Urresola pero que derrochaba una inteligencia, una emoción y un carisma que cuesta encontrar en sus colegas de muchos más años. La frescura de Sofía Otero la dejó clara cuando recogió su histórico Oso de Plata. Le dedicó el premio al jurado, al equipo técnico, a la directora y, cómo no, a toda su familia, comenzando por su padre “Fernando Otero, el mejor del mundo entero”; y terminando por todas sus “amamas” y su tía Lena. “Que luego me dices eh…”, dijo y acabó su discurso con un “y ya está” que terminó de romper el corazón de todos los presentes. La presentadora de la gala no pudo contenerse y lanzó un “mi corazón se acaba de deshacer” que mostraba bien cómo se sentía todo el mundo.

Cuando había agotado casi todo el tiempo y había visto muchísimas niñas pensé que en realidad nunca había pensado en ella. Cuando le hice la prueba fue clarísimo. Era ella

Estíbaliz Urresola Directora de '20.000 especies de abejas'

Otero también mencionó en el escenario a la asociación Naizen, Asociación de Familias de Menores Transexuales de Navarra y Euskadi. Asociación que ha ayudado mucho a la directora para contar esta historia con sutileza e inteligencia. Una investigación que se nota en cómo trata a sus personajes, empezando por esa Cocó, una niña que busca su identidad y que para legitimarla necesita hacerla verbo con un nombre que le niega la sociedad y las instituciones. Sofía Otero nos lleva de la mano en ese viaje. Lo hace a través de sus profundos ojos y no nos suelta hasta que grita ese Lucía que ya es una de las escenas más emocionantes del cine de este año.

La actriz pasó pronto y pletórica, todavía emocionada con su Oso de Plata, por la sala de prensa. Desde Berlinale avisaron que la menor no iba a atender preguntas, pero desde el festival sí entablaron una pequeña charla con ella donde volvía a mostrarse muy agradecida y explicaba que con todo el equipo se había formado “otra familia”. “Pasamos mucho tiempo juntos, todos los días de rodaje, y nos convertimos en familia”. Con un desparpajo inusitado para alguien tan joven destacó “el valor de recibir este premio de una directora de casting” y dejó claro que su intención es dedicar su vida a la interpretación. A su lado, siempre, la directora. De alguna forma este Oso de Plata es también un premio a su trabajo para encontrarla y dirigirla. Solo había una premisa, que fuera una niña. Daba igual trans o cis. Lo que no quería era un niño que imitara a una niña.

Sofía Otero llegó en la primera jornada de casting, pero no fue hasta la última cuando Urresola tuvo claro que ella sería Cocó. El engranaje de su película hacía que todas las piezas debieran funcionar. Los adultos, los niños… “A veces me encajaba un padre o una madre pero el hijo se me quedaba muy joven”, decía la directora durante la presentación del filme en Berlín, donde reconocía que encontrar a la niña protagonista fue, sin duda, lo más complicado, ya que era “un personaje que transita por muchos estados de ánimo, por muchas cualidades emocionales y lleva un peso muy importante en la película”.

La personalidad extrovertida de Sofía hizo que, de primeras, no pensara en ella para el protagonista. “Es una niña tan alegre que yo, inmediatamente, en cuanto la vi en la primera sesión pensé que ella era definitivamente una de las niñas del entorno del personaje de Cocó. Lo vi clarísimo. Lo vi tan claro que nunca pensé en hacerle una prueba para el protagonista y seguí buscando. Al final, cuando había agotado casi todo el tiempo y había visto muchísimas niñas pensé que en realidad nunca había pensado en ella para hacer el personaje, y cuando le hice la prueba en el último momento fue clarísimo. Era ella. Había estado ahí siempre, pero no la había visto nunca”, recordaba.

Trabajar con niños “ha sido uno de los retos más grandes”. “Los niños tienen una presencia muy importante en la película, y con ellos y con ellas quise trabajar sin guión. Así que trabajamos como en un dibujo muy largo, donde yo le iba contando de una en una las distintas capas que atravesaba su personaje e íbamos dibujando cada capa en una jornada de ensayos con las escenas más emblemáticas, dejando espacios para lo que sucedía en medio. Íbamos rellenando esos espacios para que ella fuera teniendo como un mapa del viaje de su personaje, pero sin darle el guion ni destruir todo lo que en esa conversación ella podía añadir con su imaginario y llevándolo a sus lugares propios”. 

La victoria de Sofía Otero es, además, la de un nuevo cine español que triunfa en los certámenes internacionales, que se atreve a contar otras historias. Un nuevo cine español donde las mujeres tienen su espacio y dinero para ofrecer su mirada. Ese nuevo cine español que el año pasado conquistó también Berlín con Alcarràs; que compite en Cannes, que arrasó en la taquilla de Francia con As Bestas. 2022 no fue una excepción, y 2023 ha comenzando trayendo una nueva Ana Torrent para un nuevo cine español. 

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