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David Vann: “Los padres son dioses capaces de crearnos y destruirnos”

David Vann: "Los padres son dioses capaces de crearnos y destruirnos"

EFE

Barcelona —

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Más allá de estar muy enfadado con la victoria de Donald Trump, el escritor estadounidense David Vann reconoce encontrarse en un momento “privilegiado” de su vida, lo que, en cierta manera, queda plasmado en su nueva novela “Acuario”, la primera que no es una tragedia, aunque contenga duros pasajes.

En una entrevista con Efe, el autor de la dramática “Sukkwan Island”, un fenómeno literario mundial en 2010, comenta que ahora ha creado un título donde defiende que la fuerza que tienen el amor y el perdón “son capaces de superar la rabia y la ira”.

A la vez, deja entrever que los padres “son dioses capaces de crearnos y destruirnos”.

“Los niños -asevera- sienten un amor incondicional por sus padres, pase lo que pase, e incluso en los momentos en que éstos se comportan de la manera más horrible, son incapaces de no quererlos. Los padres tienen un poder y una fuerza muy grande sobre ellos”.

Publicada por Literatura Randhom House en esta ocasión la historia del autor nacido en Alaska en 1966 está protagonizada por Caitlin, una niña de doce años que vive con su madre en un suburbio de Seattle y que cada tarde acude al acuario de la ciudad, enamorada como está de sus peces.

Un día, coincidirá allí con un hombre mayor con quien entablará una particular relación que acabará descubriendo un secreto de familia.

Vann, que ahora se dedica a la escritura a tiempo completo, explica que “Acuario” es el primer libro que escribe sin ningún componente biográfico, a diferencia de otros anteriores en los que el suicidio de su padre tenía mucho peso, y también el primero que transcurre en una ciudad, un lugar en el que no se siente cómodo, después de haberse criado en Alaska, en medio del bosque.

Desvela que estaba en pleno proceso de creación de una novela sobre el mito de Medea -que aparecerá publicada en marzo en inglés- y tuvo la imagen de una niña pequeña con un señor mayor en un acuario público. “Supe que ese hombre sería importante en la vida de la niña, pero no sabía ni quién era ni qué historia había detrás”.

Los peces, especialmente el halibut de Alaska, siempre le han gustado y ahora que puede practicar submarinismo en sus viajes alrededor del mundo pensó que tenían que estar muy presentes en el relato, que aunque no autobiográfico, sí vuelve a situar a la familia en el punto de mira, y sí tiene que ver con algo que vivió con su madre durante quince años, cuando se llevó muy mal con ella.

“Después de escribir este libro -destaca- nos volvimos a reconciliar, no llegamos al perdón, porque no fuimos capaces de hacer ver que el pasado no había existido, pero sí que volvimos a formar parte de la vida uno del otro”.

En cuanto al hecho de que el abuelo que aparece aquí sea un buen hombre, aunque tenga un oscuro pasado, David Vann deja caer que igual es el abuelo que le hubiera gustado tener.

A su juicio, los hombres “a menudo fallan a las otras personas, somos la fuente de toda violencia, somos cobardes emocionalmente, psicológicamente, salimos corriendo cuando hay un momento difícil en una familia, en una relación”.

En cambio, por lo que ha vivido con las mujeres de su familia, “ellas nunca han huido”.

Sobre la novela en torno a Medea, que publicará en marzo, remarca que su interés por el mundo clásico y por la tragedia griega viene de una profesora que tuvo, Leslie Cahoon, quien cambió “absolutamente” su vida a partir de la asignatura que le impartió en Stanford, en California.

Avanza que ha armado un artefacto literario, muy realista, con una Medea destructora de reyes y que quiere un mundo gobernado por mujeres, no por hombres.

A él eso también le gustaría y advierte que “Trump es un ejemplo paradigmático de lo que puede ser un desastre”, algo “muy destructivo”, y el hecho de que lo hayan votado tantas féminas le “rompe el corazón”.

En este punto, el norteamericano, que desde 2003 tiene la residencia en Nueva Zelanda porque no soportaba a George Bush, hace una defensa cerrada de Hillary Clinton, que piensa hubiera sido una presidenta excelente.

En su opinión, la culpa de que perdiera las elecciones es de “sesenta millones de estadounidenses que son racistas y misóginos, que votan como imbéciles en contra de sus propios intereses, gente repugnante, idiota, ignorante, que han apostado por un imbécil sin experiencia, que no tiene opinión sobre nada”.

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