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RePinta Malasaña: ¿vandalismo o activismo anti-gentrificación?

Pinta Malasaña se configuró como una fiesta del arte urbano y ya se sabe que, después de un sarao, toca la parte menos bonita. Esa que conlleva limpiar la casa, recoger los enseres personales y pasar la resaca. El proyecto involucró a más de 100 artistas en Madrid que intervinieron más de 100 cierres de comercios. En total, 200 intervenciones de las que 48 horas después solo sobreviven algo más de la mitad. Los comerciantes han montado en cólera y ya interponen denuncias. Los promotores del evento están “apenados”. La razón: las acciones del domingo han amanecido cubiertas con tags -firmas a spray- o/y repintadas con bombings -piezas rápidas a dos colores-, obra de artistas noctámbulos “no autorizados”.

“Fue una iniciativa buena. El barrio se llenó, vino muchísima gente a pasar el día aquí y a consumir en sus tiendas”, dice Alberto Peña, presidente de la asociación Vive Malasaña. La acción fue puesta en marcha por Somos Malasaña y el colectivo Madrid Street Art Project, que en el pasado ya llevaron a cabo la creación de la Línea Zero y que celebran Safaris Urbanos por las calles de la capital. Se convocó un concurso abierto al que se presentaron más de 800 artistas. De ellos, se aceptaron 100, que fueron habilitados el pasado 17 de abril para pintar Malasaña. Una idea que ha tenido resultados que algunos ya esperaban, aunque no tan rápido. La respuesta de un barrio tradicionalmente punkarra y degradado a un proceso de gentrificación que lo ha salpicado de cafés tercera ola, tiendas de ropa vintage y cupcakes.

El grueso de las 200 obras se concentraban entre las calles Velarde, Corredera Alta de San Pablo y Espíritu Santo. Dos días después, las intervenciones del domingo han dado paso a nuevas piezas que nada tienen que ver con las originales. “El lunes ya habían pintado encima. No solo el cierre, sino toda la pared”, asegura la dueña de un comercio de la zona. Esta vecina, ante dejar su tienda con el nuevo grafiti o pintar todo, optó por lo segundo. “Es una falta de respeto hacia los artistas y hacia las tiendas esto que ha ocurrido”, continúa.

“Los daños colaterales era algo que preveíamos, pero han sido más rápidos de los que pensábamos”, dice Alberto. Los grafitis son una constante en el barrio de Malasaña: cada fin de semana aparecen nuevas firmas, “la putada es que nadie lo vigila”, dice la comerciante. En el otro extremo, el testimonio del dueño de otro bar de Malasaña: “Lo del domingo ha sido una vergüenza. Muchísima gente, muchos haciendo botellón, todo sucio...”, se queja. Y a modo de advertencia cuenta a eldiario.es: “Si no admites la botella [en referencia al botellón] no la admites nunca. Lo mismo con el grafiti”.

“De la esencia del grafiti ahí no hay nada”

El espacio de coworking Espíritu 23 también participó en Pinta Malasaña. Todos los comercios o locales que quisieran apuntarse solo tenían que hacérselo saber a la organización y esta les asignaba un artista. “A nosotros nos gusta el arte urbano, por eso nos apuntamos”, dicen. El cierre de su local ha amanecido este miércoles repintado por los otros grafiteros. “Lo que han hecho ha sido estropear todo el barrio, está lleno de suciedad”, aseguran desde el espacio. Desde Somos Malasaña se muestran tristes, ya que los artistas “invirtieron muchas horas de trabajo y vinieron de diferentes partes de España”. Aunque son conscientes de que “es arte efímero y que las obras desaparecerán al ritmo que marca la calle”.

En este punto es importante reseñar que ninguno de los artistas que participó en Pinta Malasaña cobraba. Una vez seleccionados, la organización les proporcionaba un pack de 200 euros en pintura para desempeñar su trabajo. Sin embargo, según ha podido saber este diario, alguno de los que aplicaron para el concurso y ahora pintan encima de los cierres fueron rechazados por los organizadores. ¿Venganza? Fuentes cercanas a los grafiteros que han repintado el barrio lo niegan: “Esto no deja de ser pintura mural en spray, como si utilizas óleo. Es otra técnica, pero de la esencia del grafiti ahí no hay nada”.

“Creo que reivindican que el grafiti es algo ilegal, cosa que es muy revolucionaria y muy antisistema”, dice irónicamente Alberto. Y continúa: “Que todo lo que sea algo organizado y dentro de la normalidad y la legalidad hay que destrozarlo. Quizá se sientan un poco invadidos dentro de su espacio”. La fuente consultada por eldiario.es, que prefiere no dar su nombre, asegura que aquí se juntan dos motivos: “El principal es la hipocresia por parte de la administraciones. Mientras que para ellos [los grafiteros], pintar supone multas de hasta 3.000 euros, luego hay gente que en la calle nunca he hecho nada y que solo aparecen cuando hay dinero de por medio o permisividad”.

De momento, los comerciantes ya se han organizado y van a emprender una denuncia conjunta. “Hay 120 denuncias presentadas de forma individual”, dicen desde Somos Malasaña. Y cuentan con cierta resignación: “Se ve que está de moda. Todo el mundo quiere venir aquí: por un lado está llena de hipsters y por otra parte esta gente, que vienen aquí precisamente para el postureo”. Pinta Malasaña espera celebrar el año que viene un evento de características similares. Pero no sabemos si en las mismas condiciones. “¿Cómo puedes decir que eres un artistas urbano cuando no has hecho nada mas en la calle que eso [Pinta Malasaña] y encima estás pisando a gente que lleva toda la vida en la calle y encima exiges respeto?”, sentencia la fuente próxima a los grafiteros.