El músico balcánico de origen bosnio Goran Bregovic cantó hoy una oda a su Sarajevo natal en el Festival de Músicas Sacras de Fez, acompañado por su Banda de bodas y funerales y la Orquesta sinfónica de Bretaña.
A sus 68 años y vestido como siempre con su impecable traje blanco, Bregovic todavía atesora una energía que le permitió dar un concierto (eso sí, sentado) durante dos horas largas en el majestuoso escenario de Bab al Makina, al pie de una monumental puerta de la época almohade y rodeado de las murallas de adobe que encierran la medina de Fez.
Comenzó con su última obra, Cartas de Sarajevo, una obra culta y conceptual alejada del carácter festivo y gitano de la mayor parte de su obra (la que le ha dado más fama), y que constituye un homenaje al carácter multicultural de aquel Sarajevo donde él nació, hijo de padre croata y madre serbia (no por nada Bregovic siempre ha reivindicado la Yugoslavia que ya no existe).
Las Cartas de Sarajevo, obra compuesta por él, son tres temas relatados e interpretados por un judío, una cristiana y un musulmán, en alusión a las tres culturas que marcaron el carácter de la que se llamó “la Jerusalén de los Balcanes”, la ciudad en la que él se hizo mayor y se hizo músico.
Es una obra muy densa, con carga dramática y estructura narrativa, con abundante protagonismo de violines y cuerdas y sin casi cabida para los vientos. El público no lograba enganchar, salvo en los momentos en que tomaban el relevo las alegres trompetas y trombones de su banda de bodas y funerales.
Sumados en el escenario los intérpretes de la orquesta sinfónica, la banda de vientos, los solistas del violín más los coristas (hombres y mujeres) llegados de los Balcanes, había en el escenario más de cincuenta personas, que mantenían un diálogo complejo no siempre logrado.
Fue en la segunda parte cuando Bregovic decidió meterse al público en el bolsillo echando mano de algunos de sus temas más conocidos, los que compuso en los años noventa como bandas sonoras de las películas más exitosas de Emir Kusturica (El tiempo de los gitanos, Ungerground o Arizona Dream).
Bregovic ya casi no canta y se dedica mas bien a dirigir a sus multitudinarias orquestas y coros, permitiendo que el protagonismo se lo lleven las voces búlgaras de las dos coristas que tradicionalmente le acompañan, o el solista que en los últimos años le ha ido reemplazando como voz principal.
El mayor éxito en la noche le llegó, como era de esperar, con sus temas más pegadizos y arrolladores, como “Kalashnikov” o “Bella Ciao”, que fueron los que calentaron al público y al propio artista.
El numeroso público “vip” que llena este festival de carácter elitista -había numerosos escoltas para tantas personalidades- empezaba a levantarse de sus asientos cuando Bregovic les conminó a sentarse porque “ahora no apetece nada irse a dormir”.
Y terminó con un tema en el que hizo intervenir a los más de cincuenta músicos y cantantes sobre el escenario y que arrancó una sincera salva de aplausos.
Aseguraban los presentes que esta ha sido probablemente el mejor concierto de la semana de músicas sacras. A Bregovic se le veía feliz; aunque frisa los 70 años, tiene las pilas bien cargadas y dentro de solo dos días vuelve a actuar en los Jardines de Pedralbes de Barcelona.