Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Londres, la ciudad narrada

El colorido barrio de Kentish Town en Londres, que retrata Zadie Smith

Lucía Lijtmaer

Kebabs. Tarjetas telefónicas. Olor a fritanga afrocaribeña. Viviendas de protección oficial. Pubs sin moqueta, alcohol rancio, bosques y una serie infinita de palabras que transportan directamente a un territorio muy concreto: Londres, NW. O lo que es lo mismo, el noroeste de Londres. La última novela de Zadie Smith, la gran apuesta literaria del año de Salamandra, es un homenaje al norte de la metrópolis en su versión más amplia. Willesden, Kentish Town, Golders Green, barrios “ingentrificables”, como define un personaje de la novela, donde se entremezclan voces muy distintas y un extraño sentido de comunidad que trasciende. El noroeste les define, casi a pesar suyo.

Zadie Smith demuestra que hay mundo más allá de Camden y Hampstead Heath. Espacios con nombre que significan para quien los transita, y que cuentan historias de aquellos que los habitan. Como esta, hay otras obras que han recorrido Londres, redimensionando la ciudad y dotándola de vida, mostrando una urbe a veces odiosa y difícil, siempre extrañamente seductora. He aquí un pequeño paseo por Londres a través de algunos libros que la describen:

Sábado (2005), Ian McEwan: Henry Perowne, un reputado neurocirujano se despierta al amanecer en su casa del elegante barrio de Fitzrovia, enLondres. Una luz en el cielo, que resulta ser un avión en llamas, le impide volver a la cama. Insomne, Perowne comienza a deambular, primero por su casa, y más adelante por la ciudad, en busca de todas aquellas cosas que necesita antes de una cena familiar que se presenta compleja. McEwan construye aquí un relato de un día en la vida de un hombre recto y racionalista, adentrándose en sus miedos, deseos y deberes, mientras la ciudad se visibiliza como un marco gigante, a ratos frío y peligroso, a ratos amable y vulnerable.

Principiantes (1959), Colin MacIness: El chico es fotógrafo, adolescente, y tiene aspiraciones. Vive en el distrito de W10, cerca de Ladbroke Grove. Su exnovia es Crepe Suzette, que busca sin cesar chicos negros. Su amigo hace de chapero en Chelsea para los pudientes, y su padre lleva escribiendo un libro titulado La historia de Pimlico. Colin MacInnes describe aquí el Londres de 1958, a punto de estallar de puro disfrute, lleno de teddy boys y mods, dónde se entremezclan ricos y diletantes, jóvenes verdaderamente jóvenes y una ciudad barata, coqueta, musical y, por una vez, libre de prejuicios.

La tierra baldía (1922), T. S. Eliot: “Ciudad Irreal, bajo la parda niebla del amanecer invernal”, reza El entierro de los muertos, el primero del conjunto de poemas que cambiarían la poesía del siglo XX. Por el puente de Londres transitan lo que parecen almas en pleno purgatorio, tras la debacle de la guerra. Si abril era el mes más cruel porque volver a sentir duele, la escarcha a la que se refiere constantemente Eliot, era, sin duda, una escarcha londinense.

Campos de Londres (1989), Martin Amis: Si la venganza tiene que llegar, lo hará en Portobello. Esta podría ser una ocurrencia de Amis, que sitúa en el oeste de la ciudad su tragicomedia oscura, en la que una chica que sabe que va a morir va en busca de su asesino. La degradación moral, el miedo a la ciudad apocalíptica y el deseo corrupto se entremezclan en una obra en la que los campos no son verdaderamente espacios verdes y de sosiego, sino puramente terrenos de batalla para una guerra tan estéril como el narrador, Samson Young, un escritor incapaz de escribir durante más de veinte años.

El Napoleón de Notting Hill (1904) de G. K. Chesterton: La primera novela del implacable autor es imposible de clasificar. A caballo entre la fábula de ciencia ficción, la parodia y la sátira social, Chesterton maquina una desopilante mirada al futuro, imaginando cómo sería Londres en 1984. ¿El resultado? Una aburrida y desganada población gobernada por un despotismo ciudadano risible, en el que el rey es elegido por orden alfabético. Cuando le toca el turno a Auberon Quin, amante de las burlas y los chistes, la cosa se complica: sus alardes con respecto a los distritos de la ciudad son tomados en serio por Adam Wayne, que defenderá su Notting Hill a capa y espada.

Intimidad (2000), Hanif Kureishi: Sería mucho más fácil incluir El buda de los suburbios, Mi hermosa lavandería o El cuerpo, tres obras de Kureishi que posiblemente describen Londres de una manera mucho más evidente y antropológica, pero esta nouvelle autobiográfica es de las pocas que explora, aunque sea íntimamente, la separación entre el norte y el sur de la ciudad. Jay, un hombre de mediana edad, está a punto de dejar a su mujer y a sus dos hijos por su amante, una mujer joven. Él es un escritor de éxito que pulula por el noreste burgués. Ella es una hippie tímida que comparte piso en el -según el narrador- horrible y enmoquetado sur. Las consecuencias de los actos de Jay le torturan justo antes de tomar la decisión final, sabiendo que una vez que cruce ese río, será como el Rubicón y no habrá vuelta atrás.

From Hell (1989-1996) Alan Moore y Eddie Campbell: “Te diré dónde estamos. Estamos en el rincón más extremo y absoluto de la mente humana. Un submundo sombrío. Un abismo radiante dónde los hombres se enfrentan a sí mismos. Estamos en el Inferno”. Si hay una obra que -¡literalmente!- diseccione Londres es este descenso al averno en busca de Jack el Destripador. Sin preocuparse por quién hizo qué Alan Moore realiza un viaje a través de la ciudad victoriana y sus crímenes, entendiéndolos como unos sacrificios rituales para la ciudad misma. Las iglesias de Hawksmoor, el obelisco de Cleopatra, los pasillos y tabernas de Aldgate son la clave psicogeográfica, ya no el escenario, que desentrañará el por qué de tanta sangre.

Etiquetas
stats