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Vuelve el jevi (y lo sabes)

Toundra; sin palabras

Luis J. Menéndez

Hubo un tiempo en que los grupos de metal se aupaban sin problemas a lo alto de las listas de ventas de nuestro país: Barón Rojo despacharon en 1981 dos millones de copias de Volumen brutal, una cifra inalcanzable hoy para cualquier grupo de éxito por estos lares. Aunque España se considera un país “rockero” por naturaleza en el que francotiradores como Extremoduro o Rosendo gozan de un rotundo éxito, pocas formaciones vinculadas a la rama del metal han vuelto a asomarse a las listas AFYVE en los últimos treinta años: Sôber alcanzaron el disco de platino con Paradÿsso, Berri Txarrak, Hamlet o Soziedad Alkohólika han conseguido colarse puntualmente con alguno de sus discos. La más relevante banda de trash que ha dado nuestro país, Angelus Apátrida, entraban directamente al número dos el pasado enero con su quinto disco Hidden Evolution.

Son ejemplos muy puntuales que no invalidan tesis recientes como la expuesta por un grupo de sociólogos de la Universidad Complutense (Fernán del Val, Javier Noya y C. Martín Pérez-Colma) que llevan años trabajando y publicando diferentes textos con una línea de pensamiento: el rock duro, la música de la clase trabajadora, ha sido deliberadamente excluida desde los lejanos años ochenta del foco público por su carácter conflictivo.

No está del todo claro si el cuarteto astur-madrileño Toundra encaja totalmente dentro del modelo que categorizan en la Complutense: llevan cuatro discos publicados y todos ellos están compuestos por temas instrumentales. Ni la aséptica elección de los títulos de los discos (el ordinal correspondiente escrito en números romanos), ni los nombres de las canciones, las portadas o el concepto general del álbum ayuda a ubicarles.

“Para IV partíamos de la idea de que el color predominante tenía que ser el rojo y en base a eso fuimos hilando con el tema del fuego, los zorros... Todas las ideas de títulos, portadas, arte, etc. vienen de hilar diferentes conceptos que empiezan como algo sencillo y que vamos transformando en algo mucho más complejo”. Al habla Alberto Tocados, bajista de Toundra, que desmiente el planteamiento desideologizado de la formación. “Hemos participado en recopilatorios para causas sociales, uno de los últimos para el tema de Rusia-Ucrania. Somos una banda muy concienciada con el tema social, pero tampoco queremos llevarlo muy lejos porque nosotros somos un colectivo artístico, no político”.

(I) by Toundra

La camiseta que vestía el guitarrista en la presentación del disco en Madrid con el reconocible logo del “No pasarán”, ese que conecta a la República Española con la resistencia a la Rusia de Putin vía Pussy Riot, ya aportaba pistas de su línea de pensamiento y de la ética de trabajo dentro del grupo. “Mi referente en ese sentido es claramente Ian MacKaye (Fugazi), del que me gusta tanto su música como su forma de entender la industria. Aprecio su trabajo al frente de sus grupos y de la discográfica Dischord. También admiro mucho a Radiohead, me gusta el nivel de control que tienen de su discografía y cómo han revolucionado el negocio con lo que hicieron con In Rainbows”.

El “caso Toundra”

Pero más allá de su actitud y compromiso político-social, el “caso Toundra” resulta interesante en cuanto que representa con bastante fidelidad cuál es la realidad de un grupo de rock de relativo éxito aquí y ahora. El 26 de enero se ponía a la venta el citado IV, su primer disco con un gigante discográfico en el terreno de la metal music, Century Media, la casa germana en la que publican sus trabajos bandas del calibre de Napalm Death, Moonspell, Arch Enemy o Queensrÿche. Para el grupo el paso de un sello casi familiar como Aloud a otro de proyección multinacional sólo ha supuesto un cambio relevante, “el compromiso de no compartir nuestra música gratuitamente por internet, tal y como habíamos hecho hasta ahora. Por lo demás seguimos igual pero con distribución internacional y mayor repercusión mediática”.

Una semana después de la publicación del álbum, IV subía directamente al número 2 de la lista AFYVE, un dato de especial valor por la manera en que se confecciona, a partir de las ventas de grandes cadenas comerciales e ignorando las cifras de las tiendas de discos especializadas. “Para nosotros ha sido un pequeño ‘vacile’ entrar en esa lista. Sabíamos que más allá de la primera semana no íbamos a mantenernos muy arriba y que parte de este triunfo se debe a que los artistas grandes de este país no venden tantos discos como antes de todo el tema de internet. Nuestro circuito está muy lejos del suyo. En realidad aparecer en la lista de ventas de AFYVE no sirve para gran cosa hoy, en mi caso para que mis padres fuesen enseñando la captura de pantalla a sus amigos y conocidos y poco más”. Tal y como está el negocio discográfico en España un top 2 en la lista de ventas da para poco más que una cena.

La otra gran pata de la que dependen los ingresos de una banda de rock de estas características es evidentemente el directo. En enero presentaban su disco dos noches consecutivas en la sala Joy Eslava de Madrid, con capacidad para unas mil personas. A continuación marchaban a afrontar la más ambiciosa de sus ya numerosas giras europeas, con el apoyo de Century Media y un total de dieciocho fechas por Gran Bretaña, Alemania, Francia y Países Bajos.

“Para hacer la gira hemos tenido que pedir vacaciones en nuestros trabajos habituales. El grupo no es una fuente de sustento, pero nos va lo suficientemente bien como para recuperar el dinero cuando estamos de vuelta en casa. Estamos renunciando a nuestras vacaciones pero la experiencia lo compensa con creces. El día a día cuando estamos de gira consiste en levantarse a una hora prudente, meternos a la furgoneta una media de cinco horas hasta llegar al sitio en el que tocamos, hacer la prueba de sonido, relajarnos un rato, tocar, vender el merchandising, recoger todo, otro momento de relax y al hostal. Así contado no tiene mucho glamour, pero en realidad lo pasas en grande.”

“Sonaban bandas como Smashing Pumpkins”

“Sonaban bandas como Smashing Pumpkins”Toundra prepararon un diario de gira para la web de la revista musical MondoSonoro que muestra bastante a las claras cuál es la realidad de un grupo de rock español de éxito y hasta cierta relevancia internacional: salas con aforo para cien personas más o menos llenas en función de las circunstancias, noches en hostales y kebabs como dieta básica. Tampoco suena muy diferente de los relatos de grupos internacionales como el que Dean Warehan -de Galaxie 500 y Luna, y uno de los músicos alternativos más afamados de los 90- desarrolla en sus memorias Postales negras (Sones, 2012).

Para Toundra, que conocen bien cómo se hacen las cosas fuera de España pero siempre han registrado sus discos con técnicos y en estudios de nuestro país, el nivel de profesionalización del rock español es altísimo. “El nivel es brutal, nada que envidiar al de fuera. De hecho algunas bandas internacionales que me encantan como Celeste o Daïtro han trabajado con Santi García también. Y lo mismo puede decirse de grupos como Adrift, El Páramo o Trono De Sangre”. Tras recortar décadas de desventaja con el rock anglosajón y habiendo alcanzado ese punto de madurez, resulta inevitable hacer una pirueta para volver a lo que comentábamos al principio de este artículo: ¿Cómo explicais la aparente intrascendencia de un género como el rock en general y el metal en particular en la sociedad española actual? “En mi opinión la culpa es de la televisión y las radios. Recuerdo haber visto de número uno de los 40 Principales a Blur cuando era un crío. También en los propios 40 Principales vi el vídeo de Basket Case de Green Day (1994, yo tenía 9 años) y al minuto le dije a mi padre ‘cómprame una guitarra eléctrica’. Sonaban bandas como Smashing Pumpkins. Hoy en día encontrarte cualquier grupo de rock en la televisión o radio es imposible, y eso que tenemos muchísimos más canales. Efectivamente los sonidos que podríamos calificar de ‘duros’ han sido deliberadamente marginados de los medios”.

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