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Abhir Hathi, la voz rabiosa y sensata de los hijos de inmigrantes

Abhir Hathi, en concierto en Razzmatazz (Barcelona)

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Los estudios demográficos constatan la transfomación que ha vivido España en las últimas décadas. Los flujos migratorios han alcanzado tal magnitud que en algunos barrios de las grandes ciudades el porcentaje de habitantes nacidos fuera de España supera el 30%. Esta realidad, que pocas veces se refleja en los medios culturales, en la oferta radiofónica o en la programación de las salas de conciertos, es la que destapa de forma explosiva la música de Abhir Hathi. Este rapero canario de padres indios va camino de convertirse en un fenómeno sociomusical gracias a un cancionero que no solo no disimula sus orígenes sino que los sitúa en un espacio preferencial. Con habilidad, valentía y orgullo.

El título de su segundo disco, Brown boy, hace bandera del color de piel que ha marcado su recorrido vital del mismo modo que Putochinomaricón diseñó su nombre artístico a partir de los insultos que recibió durante su infancia y adolescencia. Pero Abhir Hathi, el chico marrón, ha hecho más que resignificar su despectivo apodo. Tras un debut de sonido más convencional, Lazos y nudos (2021), Brown boy ya es el disco que solo podría grabar él, el disco que lo desmarca de cualquier escena, el disco que ha cautivado a jóvenes españoles de primera o segunda generación. Alternando referencias al rapero yanqui Lil Wayne y samples de la cantante india Asha Bhosle, con una dicción marcadamente canaria y una presencia arrolladora, uno lo imagina cubriendo el espacio que el rapero Stormzy ocupa en la escena británica: el de un cantante hijo de migrantes que aspira a todos esos tronos que durante décadas fueron coto exclusivo de artistas blancos con ocho apellidos ingleses; o españoles, en este caso.

Abhir Rajesh Hathiramani Hathiramani ha puesto la guinda más inesperada a la imparable y fértil escena canaria, esa de la que surgieron Real El Canario, Bejo, Don Patricio, Maikel Delacalle o Sara Socas. La misma que ha consagrado a Quevedo y Cruz Cafuné en lo más alto del gremio de las llamadas músicas urbanas y del star system español. Hathi no presenta cifras destacables ni en redes sociales ni en plataformas de streaming. Lo realmente extraordinario es su disco y, ahora, su directo. Asistir a un concierto suyo es entrar en una olla a presión donde la válvula que da salida a todo el aire comprimido y a punto de hacer estallar la sala es su determinación para encontrar su lugar en este país. Un sentimiento visiblemente compartido con muchísimos de sus seguidores.

Elefantes, locutorios y Ganesha

Lo primero que recibe el público de sus conciertos es una danza india interpretada por una bailarina llamada Anoushka. Suena Shanti (शांति), la pieza instrumental que abre su disco. Pocos raperos españoles han ido tan lejos en un género en el que cada año se cuelan más discursos racistas. El elefante, animal venerado en la religión hindú, también cobrará un protagonismo especial en las proyecciones del concierto. Elefantes cabalgando se llama esta gira. Unas imágenes de sus abuelos celebrando el éxito de su nieto, esos que abandonaron Mumbai en busca de una vida mejor en Nigeria y cuyo hijo acabó aterrizando en Canarias, completan el prólogo de una actuación preñada de rabia y sensatez.

Artistas hijos de migrantes como él o su admirado Morad, mantienen un discurso en las antípodas de aquella rebeldía rockera de los años 60 o 70. Ellos no quieren matar al padre. Lo respetan y veneran. La familia es un valor intocable, el que los ha traído hasta aquí y ha hecho todo lo posible para que su vida sea mejor de la que tuvieron sus padres y abuelos. El estereotipo del niñato malote no tiene encaje en su modelo de vida: “Qué hubiera pasao, si el Abhir del pasao/ Se quedara to estancao en el jachi y la fufa? / I don't know, y sinceramente I don't wanna know”, recita a las primeras de cambio. Lo mismo hacen las mil personas que abarrotan Razzmatazz 2. Como su amigo y valedor Cruz Cafuné, Abhir también menciona a Dios en su letras. Y a Alá. Y a Ganesha.

En un momento de su explosivo pase barcelonés, Hathi preguntará cuántos canarios hay en la sala. Una veintena de personas alzarán la mano. Acto seguido repetirá la encuesta en busca de indios, pakistanís y bengalís. Apenas una decena. Hasta pasada una hora no formulará la pregunta adecuada y definitiva: “¿Cuántos aquí sois hijos de inmigrantes?”. Entonces, sí. Unas 300 personas responderán. Prácticamente un tercio de la sala. Cuadra con las estadísticas demográficas barcelonesas. Esa encuesta informal le servirá también para presentar la siguiente canción, Hijo de inmigrantes. Imágenes de locutorios, colmados, restaurantes de gastronomía lejana, tiendas de telefonía y agencias de viaje ilustran la letra. Son la casilla de salida de muchos de nuestros actuales vecinos. Son el paisaje cotidiano de numerosos barrios españoles. Negocios regentados por migrantes asiáticos y destinados, en buena medida, a migrantes asiáticos.

Ese 'flow' de yunque y martillo

Abhir frasea como un púgil, propulsando los versos desde el estómago, a empellones. Tiene el groove de un yunque. Exhibe flow martillo. El ambiente en la sala es tan vibrante y contagioso que no para de saltar de un lado al otro del escenario para expulsar los nervios que atenazan y bloquean su cuerpo. Se le intuye desbordado y asfixiado por la euforia que le transmite el público. Esa camiseta ceñidísima a la piel no le debe ayudar a gestionar la situación. Lo aprisiona y le marca todos los músculos del torso y los brazos. Parece un gladiador encadenado. En cambio, ese rasurado de pelo tan milimétrico y esas gafas de sol invitan a confundirlo con un rapero yanqui; el Kayne West de 2007, por ejemplo. Abhir Hathi es, en sí mismo, una olla a presión andante de euforia y ambición.

Sí, las presentaciones de Brown boy están siendo una auténtica locura. Antes del concierto se ha proyectado en la pantalla un mensaje de advertencia: “Si padeces de epilepsias, lesiones musculares o articulares o problemas respiratorios, ubícate en la zona trasera o lateral de la sala”. Días atrás, en Madrid, hubo algún que otro herido y Abhir no quiere que eso vuelva a ocurrir. En Barcelona insistirá un par de veces en ello: “Si alguien ve una persona que lo está pasando mal, que avise. Aquí nos cuidamos entre nosotros, ¿ok?”. El equipo del rapero repartirá botellines de agua entre las primeras filas. Varios chavales empapados en sudor se acercarán hasta la barra para pedir un vaso de agua del grifo. Los camareros les servirán sin rechistar. Nadie quiere que haya desgracias.

Hathi acelera y frena la velada a su antojo. Tiene canciones de aire crunk (uno de los subgéneros más agresivos del hip-hop) y otras de ritmo gabber (uno de los subgéneros más acelerados de la electrónica). Pero también tiene cortes de r&b casi baladístico y, en la pirueta más arriesgada de su espectáculo, sacará al escenario a un guitarrista con el que interpretará lo que él mismo califica como su canción favorita. Es nada menos que la archiconocida Bésame mucho. No puede decirse que el directo de Abhir Hathi sea monocorde. Tampoco, que el bolero sea su fuerte. Pero huele a que pronto las músicas urbanas le quedarán pequeñas y necesitará ampliar su espectro creativo. Es increíble que en un negocio tan rematadamente blanco como el show business español, un artista tan inusual como él haya adquirido tanta autonomía y libertad en tan poco tiempo.

Anoushka cumple 25

Hace rato que el público se ha familiarizado con Anoushka, la bailarina todoterreno que ameniza con sus coreografías las canciones de Abhir, interludios instrumentales indios, pasajes percusivos con tabla o acelerones jungle. De hecho, Anoushka se va a llevar la ovación de la noche y un Cumpleaños feliz coreado por sus mil nuevos amigos porque justo esa noche cumple 25. El público barcelonés lleva más de una hora berreando con todo el entusiasmo y naturalidad del mundo títulos como Bangladesh, Habibi, Yallah y Bombai a Las Palmas. “Sencillo no es lo mismo que simple / Es un sitar no es un timple”, coreará toda la sala en enérgica comunión. Ser canario en India o indio en Canarias puede paralizarte o puede alimentar una infinita fuente de inspiración y creatividad.

En esta época de profunda desorientación adolescente, de escasos horizontes y de búsqueda de soluciones inmediatas que no son más que espejismos de una vida inalcanzable, Abhir reparte hard music for calm souls: música dura para almas calmadas. Sus letras hablan de crisis de identidad en vía de solución, de deseos en la recámara, de perseverar, de esquivar los caminos oscuros; también, de antirracismo. Hay rabia, cómo no, pero rabia positiva. Y precisamente ante un cancionero de intensidad tan elevada, lo más incómodo de la noche serán esos inexplicables y matadores parones entre canción y canción.

Ni Quevedo ni Cruz Cafuné han venido para respaldar las interpretaciones de Ca’ Manolo y Hottest.young.men.in.bizness. Se les echa en falta, sí, pero todo el mundo aquí se sabe las letras; ausencias resueltas. Saint Lowe sí aparecerá en GC-1 y su emotivo gancho melódico sonará al 200%. “Quiero sentirlo todo / Quiero sentirlo todo”, susurrarán tiarrones de metro noventa que minutos antes botaban enajenados. La colaboración más explosiva y venenosa será la de Juicy BAE. Cuando esta rapera sevillana sale a escena todo lo que ha pasado en la hora precedente queda olvidado. Es así. Pero a Abhir aún le queda un par de balas de gran calibre: Abel, la más redonda de su vertiente tranquila y reflexiva, y Go getter, la más redonda de su vertiente trepidante y apisonadora. Dos ases para rematar una actuación que pocos van a poder olvidar.

Contusiones y conclusiones

Cuando se encienden las luces, el público abandona la sala extenuado, como si les hubiese pasado un tanque por encima. Algo así ha sucedido. Dos chavales hacen balance de contusiones y comparten conclusiones. “El día de Cruzzi no se podía ni hacer pogo. No había espacio”, comentan, refiriéndose al concierto de Cruz Cafuné de diciembre en la sala grande de Razzmatazz. Tampoco esta noche había mucho hueco para bailar a codazos, pero ellos los han encontrado.

Hoy los chavales no bailan pogo al son de grupos de punk, sino al ritmo que marcan raperos y traperos que hablan su mismo lenguaje y cuyas canciones lanzan claves sobre cómo afrontar un presente tan incierto. Y con Abhir Hathi en esos pogos chocan, sudan, gritan y ríen chavales de múltiples procedencias. Esos pogos se ajustan más a la realidad demográfica de nuestras ciudades que los aforos de la mayoría de salas y festivales. La mayoría de conciertos que tiene programados Abhir Hathi hasta abril se han trasladado a salas de mayor aforo o han sumado segundas fechas en la misma ciudad. Es muy probable que tras el verano sus seguidores tengan que bailar esos pogos en salas aún más grandes.

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