Bibiana Fernández es 'La señora' en una loquísima versión de 'Las Criadas', de Genet
En un momento de esta obra, Bibiana Fernández se adelanta al proscenio del escenario. Un interminable telón púrpura brillante va cayendo y cayendo mientras en un impresionante vestido crema Bibiana alarga sus manos al cielo y canta Al vent, la famosa canción protesta del cantante valenciano Raimon. Y cuando resuenan esas palabras en la platea, “I tots, tots plens de nit, buscant la llum, buscant la pau, buscant a déu, al vent del món”, más de uno podría preguntarse: “¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué bendita locura es esta? ¿Esto es una versión de Las Criadas o me he equivocado de sala?”
El juego de espejos que ha planteado su director Pablo Quijano para la versión de la ya clásica obra de Jean Genet es alocada, sí, pero también está llena de frescura irreverente y un glamour decadente en un montaje que saber nadar con inteligencia entre el teatro comercial y la experimentación basada en una sólida dramaturgia. La obra después de su estancia en el Teatro Pavón comenzará en septiembre una buena gira todavía por cerrar por distintas localidades del Estado.
Se puede decir que La señora, así han decidido titular el montaje con acierto, es un verdadero reflejo cañí, cutre y glamouroso de esta sociedad postcatódica y enganchada al revival. Además, tiene otro aliciente llamado Bibiana Fernández, que, apoyada en un impresionante trabajo de vestuario diseñado por Ana López Cobos, reina durante toda la obra y tiene momentos desternillantes. Su dicción puede que no sea la más clara, pero se le entiende todo.
Pero expliquemos los juegos de transposición y resignificación que emplea esta versión. Jean Genet estrenó esta obra en París en 1947 bajo la dirección de uno de los grandes, Lois Jouvet. En la obra, dos criadas, Claire y Solange, juegan a ser la señora para la que trabajan. La odian al mismo tiempo que aspiran ser como ella. Genet escribió la pieza basándose en un caso real en el que dos criadas asesinaron a su señora y la hija de esta que conmocionó a la sociedad gala.
La obra, al igual que sus diarios y novelas, como Diario de un ladrón (1949) o Nuestra señora de las flores (1944), habla de los márgenes de la sociedad en los que las personas viven al límite, oprimidos y condenados a una supervivencia heroica. Las criadas sigue esa línea, dos criadas que nunca podrán acceder a otro estrato social, viven rotas de rencor, envidia y aspiraciones desmedidas. Genet reflejó un mundo escondido debajo de las alfombras de la burguesía francesa, la de un colectivo, el servicio doméstico, que albergaba el mayor índice de ingresos psiquiátricos y suicidios.
Otro dato importante para entender esta nueva versión de Quijano es que ha tomado como referente aquel primer montaje que se realizó por primera vez en España en 1969, uno de los estrenos alzados por el canon teatral a la categoría de histórico, de mítico. En el Teatro Fígaro, en 1969, la compañía de Núria Espert la estrenó bajo la dirección del gran director argentino Víctor García e interpretada por la propia Espert, Julieta Serrano y Mayrata O'Wisiedo. La obra fue censurada tras la primera función por estar en un programa doble junto a Los dos verdugos de Fernando Arrabal, obra que la censura de Robles Piquer no quiso aceptar porque se escenificaba con un tanque en escena. Pero después de triunfar con Las criadas en el festival de Belgrado la obra volvió a España y fue un triunfo sonado.
La versión es alocada, sí, pero también llena de frescura irreverente y un glamour decadente en un montaje que saber nadar con inteligencia entre el teatro comercial y la experimentación
La puesta en escena futurista de aquel montaje y lo que significó la labor de Núria Espert durante aquellos años sirvieron como primer peldaño de este montaje, “para mí hay un antes y un después de leer la biografía de la Espert, la labor que hizo esos años con montajes como este o Yerma de Lorca significaron la entrada del teatro de vanguardia en este país”, explica el director de la pieza Pablo Quijano, “a través de ahí comencé a hilar una historia de una actriz que había sido censurada y que volvía a los escenarios después de muchos años retirada”, continúa Quijano que ya realizó hace dos años una versión iconoclasta sobre La Gaviota protagonizada por Maru Valdivieso.
Bibiana Fernández es Marisol
Primera transposición, la “madame” de la obra de Genet ahora es una gran actriz, una Gloria Swanson en plan El crepúsculo de los dioses. Y las criadas pasan a ser sus dos hijos, interpretados por Xoán Fórneas y César Vicente. Al igual que Genet en su momento, Quijano recoge un caso real de dos jóvenes romanos, Manuel Foffo y Marco Prato que asesinan a otro joven de 23 años, Luca Varani. El caso sacudió los titulares italianos en 2016. Perdida de valores, jóvenes alocados… Cuatro años más tarde Nicola Lagoia publicaría La ciudad de los vivos, feroz crónica que incide sobre el origen de la víctima, chapero romano adoptado por una familia humilde de un orfanato rumano, y de las familias de los asesinos, burgueses con un status capaz de ser prescriptivo sobre la moralidad italiana.
Segunda transposición. Descubrimos que esa actriz retirada, enclaustrada en su intimidad, no es otra que Pepa Flores, la mismísima Marisol, juguete roto del tardo franquismo español. Y siguiente espejo, Marisol, es decir Bibiana Fernández, en su enclaustramiento con sus hijos instaura un ritual, un ceremonial al que los hijos se engancharán: representan Las criadas de Genet. Consigue así reproducir Quijano ese juego de espejos con que Jean Paul Sartre definió la obra de Genet donde las criadas jugaban a ser, a encarnar, a la madame para la que trabajaban.
Así, nada más comenzar vemos a Xoán Fórneas y César Vicente decir los textos de la obra de Genet, interpretar a esas criadas que encarnan a su dueña que en este caso es su propia madre. Lo hacen vestidos de modernos, con estilo BDSM, y venga a meterse rayas. No están en el dormitorio lujoso ideado por Genet, sino en un espacio vació, contemporáneo. Un comienzo que deja claro al espectador que aquí “se ha venido a jugar”.
Este es el detrás dramatúrgico en el que se levanta esta versión. Algo de lo que el espectador tampoco tiene que ser consciente pero que condiciona la propuesta. Lleva Quijano el drama hacia la familia en vez de al enfrentamiento entre clases sociales y ahí juega hasta los límites con los géneros teatrales y la actuación. La actuación de los hijos recuerda a esa fisicidad que se dice tenían los montajes de la Espert bajo la batuta de Víctor García, una interpretación desmedida, gritona a veces, pero que se aleja del realismo y lo sitúa en un espacio que sin abandonar el código representativo y de convención teatral se vuelve metáfora de la psicología de ambos personajes, que son como un remedo contemporáneo de la película icónica ¿Qué fue de Baby Jane?, una Bette Davis y una Joan Crawford imberbes y del siglo XXI.
Bibiana Fernández está, sin embargo, en otro registro mucho más dramático, “siempre pensé que Bibiana tenía una grandísima actriz dramática por explorar”, explica Quijano sobre esta intérprete que en teatro se ha prodigado más en la comedia con directores como Félix Sabroso. “Necesitábamos una actriz que nada más entrar el público no pudiera dejar de mirar, el personaje es un Frankenstein de muchas divas, Bibiana nada más leer el texto lo entendió a la perfección”, afirma el director.
Todo en la obra está hecho para cuidarla, para realzar su fuerza natural, su andar, su mirar, sus manos hipnóticas, “Bibiana tiene todo lo que tiene que tener una diosa, una actriz, pero también tiene todo lo que tiene que tener un icono de la moda”, dice el creador de esta versión que además ha propiciado un vestuario espectacular para la diva, trajes de chaqueta con adornos imposibles como cabezas de león gigantes en los hombros, o un traje de dureza geométrica inspirado en el que se utilizó en el montaje de Núria Espert y fue diseñado por uno de los grandes, Marbel Jr.
Pedro Sánchez, Cataluña y Copi
La obra, entre rayas y películas de Marisol, va tirando hacia la sátira. Algo que pudiera parecer que quita peso al drama, pero que es tan disparatado que hace avanzar la propuesta a golpe de mandoble y sorpresa inesperada. Los hijos se confabulan para llevar a cabo la vuelta de la gran actriz. Entre medias, por no desvelar mucho, aparecerá Pedro Sánchez que manipulará la programación del Teatro de la Zarzuela para incluir la vuelta de la diva. La obra que estrenarán es, por supuesto, Las criadas. Ahí comienza una subrama de enredo político, pura sátira del momento actual, propiciado por la decisión de la madre de situar el montaje de Las criadas en la Cataluña del siglo XIX, donde todavía existía la esclavitud y en el que las criadas serán negras. Se pueden imaginar las derivas, entre ellas el mencionado Al vent de Raimon.
En ese punto el público estará ya rendido al locurón o pidiendo la salida. Lo que sí es cierto es que la obra en su último tercio gana en ritmo y logra, aun a pesar de un final un tanto confuso del que los puristas de Genet pueden abjurar, juntar la tragedia con una irreverencia de comedia corrosiva que recuerda a las piezas del gran autor argentino Copi, Raúl Damonte, obras imposibles y de una incorrección despampanante como El homosexual o la dificultad de expresarse, Le frigo o La torre de la defensa.
No lleva Quijano la obra al extremo de Copi, donde se entra de lleno en lo escatológico, pero sí recoge el amor por lo decadente y la libertad transgresora de la estética trans y queer que hacen que este montaje que ha sido interpretado por nombres como Aitana Sánchez Gijón o Emma Suárez, por Bárbara Lennie o Fernanda Orazi, o por la mismísimas Cate Blanchet e Isabelle Huppert, coja un vuelo nuevo. Para muestra un botón, en un momento la Señora, es decir Marisol, es decir Bibiana Fernández, cuando ya ve que va a volver a los escenarios y se viene arriba comienza a recitar el Medea de la Núria Espert, tras lo cual dice: “Tengo ganas de hacer Medea, me voy a hacer una raya”.
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