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¿Quién es el dueño del idioma?

La lengua es la herramienta del periodismo, y de la comunicación entre personas. Como tal ha de ser respetada, sobre todo por los profesionales; dominarlo y utilizarlo con el mayor de los respetos y hasta el límite de sus posibilidades es una de las obligaciones del periodista. El problema surge cuando el lenguaje cambia, evoluciona, se modifica. En esas circunstancias, ¿quién es el que manda en el idioma? ¿Quién decide?

La pregunta viene de la lectora María Purificación Calderón Casquero de Salamanca, se refiere a esta información publicada el 3 de diciembre de 2013, y es la siguiente:

“Hola, ¿qué es un ”briefing“? Es un anglicismo crudo que muchos lectores no comprenderán. Además, al no estar adaptado al español, ni estar en el diccionario de la RAE, lo correcto es que vaya en cursiva. Gracias.”

Consultada la dirección de eldiario.es responde Iñigo Sáenz de Ugarte lo siguiente:

“Los anglicismos no están prohibidos, pero la norma estándar dice que deben ser sustituidos por el término en español cuando sea posible, que lo es casi siempre. Si es necesario emplearlos, porque hay un matiz que se escapa con la traducción literal al español, deben ir en cursiva.”

Queda por tanto claro que en esta ocasión ha habido un error de edición en la publicación de la noticia, dado que el término no aparece en cursiva como debiera en caso de un barbarismo, en este caso un anglicismo. Aunque investigando un poco más resulta que la palabra en cuestión es más interesante todavía, porque aunque tiene forma de anglicismo resulta que algunas acepciones de 'briefing' no existen en inglés: en algunos aspectos es un invento genuinamente español.

Como explica Wikipedia el término 'briefing' no significa exactamente reunión, sino que tiene un significado particular dentro de algunas disciplinas y profesiones. En el ámbito militar, sobre todo en la aviación, y en el buceo profesional o deportivo el 'briefing' es la reunión formal previa a una misión (o inmersión) que se celebra con un formato específico y contenidos estandarizados. Es de ésta acepción de donde sale el uso que discutimos de 'briefing' como reunión breve y formalizada para transmitir información. Sin duda es un término común en la jerga periodística, especialmente en instituciones multinacionales y multilingües como el Consejo de Europa.

En 2009 una autoridad indudable en el idioma como el entonces director de la Real Academia Víctor García de la Concha respondía a Fundeu sobre el uso de esta palabra como sinónimo de 'reunión' de esta manera:

“Ahora se dice 'briefing' como sinónimo de 'reunión' y parece que queda bien. ¿O es papanatismo?

-Las lenguas hacen préstamos de otras lenguas de continuo. Pero nosotros distinguimos los extranjerismos necesarios de los innecesarios. Por ejemplo, 'leasing' es algo más que 'arrendamiento', y por eso lo aceptamos, mientras que tenemos que rechazar 'alliance' porque usted puede firmar un pacto, un acuerdo, un convenio e incluso una alianza, pero no una 'alliance'. Otra vez, son modas, en el siglo XIX era el francés.“

Sin embargo en publicidad o diseño el 'briefing' es un documento de formato más o menos estándar en el que la empresa que desea un producto explica sus necesidades estratégicas para que la agencia de publicidad o estudio de diseño pueda hacerle una oferta concreta. Lo más parecido que hay en inglés a esta acepción es 'brief', que designa un documento relativamente breve (que sería la traducción literal), algo así como un resumen. El salto de 'brief' a 'briefing' con el significado de documento-resumen es un invento de la comunidad publicitaria hispanoparlante sin correlato en los hablantes de inglés. Una genuina acuñación lingüística novedosa que pasaría el criterio de García de la Concha de añadir significado o matiz, o sea que quizá lo veamos en una futura edición del DRAE.

En cualquier caso, como sinónimo de reunión breve y formal o como designación de un documento resumen, está claro que 'briefing' es una incorporación al lenguaje, un añadido al español, que como cualquier lengua viva y vigorosa es capaz de crecer. Una de las formas de hacerlo es por asimilación de otras lenguas, como ha ocurrido en el pasado; de qué idioma se toman los préstamos suele ser un reflejo de la potencia dominante en cada época. La cuestión es quién decide; una eterna batalla en la que descripcionistas y prescripcionistas llevan literalmente siglos empeñadosdescripcionistasprescripcionistas y donde obviamente el papel de la prensa es relativamente limitado. Aunque no nulo, como explica Iñigo Sáenz de Ugarte:

“Los medios juegan el papel de extender el uso de nuevas palabras, algunas de ellas procedentes del inglés, mucho tiempo antes de que sean aceptadas por la RAE. En la información sobre nuevas tecnologías por ejemplo, es casi imprescindible. Los medios deben utilizar idioma obviamente con corrección y ser comedidos con las innovaciones, pero también deben, para ser entendidos. emplear el lenguaje que hablan los españoles, y ese lenguaje va siempre por delante de lo que establece la RAE.”

Hay un difícil equilibrio entre mantener la absoluta corrección formal y ser capaz de transmitir la información. Incluso en las lenguas prescripcionistas como es el español, que cuentan con una autoridad última sobre el idioma, se reconoce la incorporación de nuevas palabras y de nuevos sentidos a las palabras. Al final el lenguaje es un instrumento que sirve para entenderse, y como tal no puede ser propiedad de una parte o de la otra; los significados deben pactarse de alguna forma, o de lo contrario la comunicación se vuelve imposible. La lengua, mientras es vigorosa, cambia, y los medios deben aceptar y utilizar ese cambio so pena de quedar descolgados y volverse ininteligibles. Lo cual no quiere decir, por supuesto, que mientras no haya una aceptación formal de un término o acepción debe ser tratada de acuerdo con las leyes de la ortografía. Son las reglas en las que debe moverse el ejercicio del periodismo, con el consiguiente riesgo.

Y en este sentido la lectora tiene razón, y en esta ocasión la edición de eldiario.es ha sido errónea.

La lengua es la herramienta del periodismo, y de la comunicación entre personas. Como tal ha de ser respetada, sobre todo por los profesionales; dominarlo y utilizarlo con el mayor de los respetos y hasta el límite de sus posibilidades es una de las obligaciones del periodista. El problema surge cuando el lenguaje cambia, evoluciona, se modifica. En esas circunstancias, ¿quién es el que manda en el idioma? ¿Quién decide?

La pregunta viene de la lectora María Purificación Calderón Casquero de Salamanca, se refiere a esta información publicada el 3 de diciembre de 2013, y es la siguiente: