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Siete historias de activistas que se unen en la cumbre mundial de París contra los ataques por su labor

Más de 280 defensores de los derechos humanos fueron asesinados en 2016, según AI

Icíar Gutiérrez

En 1998, las personas que se sitúan en primera línea para defender los derechos humanos en todo el mundo asistieron a un logro histórico: los Gobiernos adoptaron la Declaración sobre los Defensores de los Derechos Humanos, en la que se reconoce su papel clave en la sociedad y se comprometían a protegerlas. 20 años después, sin embargo, al menos 3.500 personas han sido asesinadas por esta labor.

Pocos meses antes de aquel documento, activistas de todo el mundo se habían reunido en el Palais de Chaillot, París. Desde este lunes y hasta el próximo miércoles, la capital francesa acoge, una vez más, la segunda edición de la Cumbre Mundial de Defensores de Derechos Humanos, a la que asisten más de 150 activistas de distintos rincones del planeta.

Son varios sus objetivos. Por un lado, celebrar los logros, pero también repensar su estrategia para frenar los ataques en su contra en un contexto cada vez más peligroso así como “planificar la lucha por el cambio contra la represión, el racismo y la discriminación” para los próximos 20 años, según ha informado Amnistía Internacional (AI).

“La cumbre llega en un momento en el que casi a diario se tiene noticia de la muerte violenta de un defensor o defensora de los derechos humanos, en el que la criminalización y la difamación se han convertido en riesgos habituales y en el que los Gobiernos están incumpliendo el compromiso que firmaron en 1998”, recalca la ONG, que ha organizado el encuentro junto a otras organizaciones como AWID, FIDH, Front Line Defenders, ISHR, OMCT, ProtectDefenders.eu o Reporteros Sin Fronteras.

Se espera que los asistentes elaboren en estos tres días un plan de acción destinado a gobiernos, empresas y otras instituciones para que garanticen la seguridad de los defensores de derechos humanos. Entre ellos estará el reportero Matthew Caruana, hijo de Daphne Caruana Galizia, periodista asesinada en Malta o Anielle Franco, hermana de Marielle Franco, activista brasileña muerta a tiros hace seis meses. A la cumbre asisten defensores que se vuelcan en luchas de todo tipo, desde los derechos LGTBI hasta la denuncia de las desapariciones forzadas, pero a todos les une lo mismo: la batalla incansable, pese al riesgo, por ese mundo al que aspiran.

Eva Lewis (EEUU)

Era verano de 2016. Cuatro adolescentes afroamericanas estaban a la cabeza de una protesta silenciosa de miles de personas, en su mayoría jóvenes y negras, por las calles del centro de Chicago. Una de ellas era Eva Lewis. Desde entonces, la joven de 19 años pasó a liderar, junto a sus compañeras, el movimiento Youth for Black Lives para hacer oír su voz y actuar contra la violencia policial racista.

“Crecimos leyendo sobre Martin Luther King y Malcolm X en los libros de Historia, pero lo que ha ocurrido en el último año nos ha hecho darnos cuenta de que esto no es solo historia”, dijo Lewis a los medios de comunicación. “Ha sido un shock para nuestra generación. Queremos acabar con esto para que ninguna generación posterior tenga que pasar por lo que pasamos”, sostiene la activista, cuyo discurso ha llegado hasta Naciones Unidas.

Lewis, que procede de una familia de bajos ingresos del sur de Chicago, también fundó 'The I Project' para denunciar, a través del arte y el activismo, las diferentes discriminaciones que sufren las personas negras, así como poder brindarles mejores oportunidades educativas. “Antes de ser una chica, soy negra. Antes de enfrentarme al machismo, me enfrento al racismo. Antes de que alguien tome nota de mi expresión de género, sus ojos se enfocan en el color de mi piel”, resume la joven.

Maurine Ochieng (Kenia)

La vida de Maurine Ochieng es, como la de otras muchas personas LGTBI, una vida de resistencia contra el estigma, la discriminación o la violencia por ser quien es. Forma parte de la coalición LGBT de Nyanza-Valle del Rift y Kenia Occidental, que trabaja por la igualdad de derechos para este colectivo a través de la información, el apoyo legal y el diálogo con hospitales, autoridades y líderes religiosos en el país africano, donde las leyes penalizan las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo.

“Estas personas han sido agredidas físicamente, arrestadas, asesinadas, rechazadas y desalojadas de sus hogares y lugares de trabajo por ser quienes son”, sostiene Ochieng. “Fui testigo de estas violaciones y esto me hizo empezar a luchar por espacios para ellas, protegiéndolas y defendiéndolas a través del análisis de campo para identificar quiénes pueden apoyar nuestro trabajo, quiénes se opondrán a nosotros y sensibilizarlos sobre los derechos humanos del colectivo”, resume.

Ochieng, que también ha sufrido en su piel la violencia por ser un hombre trans, se encarga de la protección y la seguridad de este colectivo y ha creado una red de personas LGBT a las que se puede contactar, también de forma anónima, en caso de abuso. “Mi papel es informar, documentar y evaluar todas las violaciones y abusos de los derechos humanos basados en la percepción de la orientación sexual y la identidad de género en mi región”, explica.

Mudawi Ibrahim Adam (Sudán)

En agosto del año pasado, Mudawi Ibrahim Adam era, de nuevo, un hombre libre. Había pasado ocho meses en la cárcel, pero no era la primera vez. En otras dos ocasiones había sido encarcelado por su labor de defensa de los derechos humanos en Sudán. Es el fundador de la Organización de Desarrollo Social de Sudán (SUDO) con la que prestó ayuda y denunció la situación de los civiles afectados por la guerra de Darfur, región al oeste del país, que desde 2003 dejó decenas de miles de muertos y millones de desplazados.

Con su organización, el activista e ingeniero puso en marcha proyectos de agua, saneamiento y salud en la zona, y llevó a cabo talleres de derechos para las personas desplazadas. La organización fue cerrada por el Gobierno en 2009, y posteriormente estableció una filial en Reino Unido para poder seguir con su labor. Lo mismo que ha defendido después de cada arresto. “Continuaré con el trabajo diario de defender los derechos humanos en Sudán y el mundo en general”, dijo el pasado agosto tras su liberación.

Naghma Iqtidar (Pakistán)

Naghma Iqtidar es una activista e investigadora pakistaní, y una feminista acérrima. Hasta hace poco, era secretaria general de la Federación de Estudiantes Democráticos (DSF), una organización estudiantil progresista en Karachi, la ciudad más grande de Pakistán. Iqtidar es conocida por su activismo en la calle y su apasionada defensa de la justicia social y de los derechos de las minorías. “Tengo una postura inflexible sobre los derechos y apoyo a los movimientos por los derechos con todas mis fuerzas”, dice la joven.

Iqtidar se ha volcado en los últimos meses en la lucha contra las desapariciones forzadas, entre cuyas víctimas hay blogueros, periodistas, estudiantes, activistas por la paz y otros defensores de derechos humanos. Iqtidar forma parte del comité directivo de la Red de Defensores de Derechos Humanos de la provincia de Sind, al sur del país, desde donde apoya la lucha por la liberación de las personas desaparecidas.

Geovani Krenak (Brasil)

Geovani Krenak es un líder indígena que lleva desde hace años involucrado en la defensa de los derechos de su pueblo, los krenaks de Brasil, uno de los países más peligrosos para defender el medio ambiente. “Mi pueblo ha sufrido violaciones de sus derechos regularmente durante el siglo pasado: sedentarización forzada, desplazamiento, acaparamiento de tierras, daños al territorio a través de la construcción de un ferrocarril, contaminación por actividades extractivas, por no mencionar el sufrimiento experimentado durante la dictadura militar”, esgrime el activista, que forma parte de la red APIB, que conecta a los pueblos indígenas brasileños entre sí.

Actualmente centra su activismo en denunciar las consecuencias de lo que se considera el mayor desastre ambiental de Brasil, la ruptura del embalse de Fundão, que almacenaba residuos de la extracción de hierro en el estado de Minas Gerais. Su muro reventó, lo que provocó que el lodo arrasara pueblos enteros y la muerte de 19 personas. También contaminó el Río Doce, lo que impide que los pueblos indígenas puedan pescar y mantener sus tradiciones y ritos sagrados. “Esta es la contaminación más significativa que ha ocurrido en Brasil. Sin embargo, los responsables gozan de total impunidad”, denuncia el líder indígena.

Maria Munir (Reino Unido)

Desde la protesta por las violaciones de derechos humanos en Cachemira hasta conseguir que su campaña para concienciar sobre la parálisis social, con la que nació, se emitiera en la televisión británica. Maria Munir, de Reino Unido, ha trabajado desde siempre en todo tipo de causas, pero asegura que hasta que no estudió en la Universidad de York, no comprendió quién era realmente: una persona defensora de derechos humanos.

“Vengo de una familia que ha enfrentado muchas luchas. Mi padre fue objeto de abusos de derechos humanos como trabajador migrante en Arabia Saudí. Mi familia [de origen pakistaní] se enfrentó al racismo y a los prejuicios cuando se mudó al Reino Unido. La gente no se ve a sí misma como defensora de los derechos humanos, especialmente cuando su trauma tiene que ver con aquello por lo que está luchando”, resume Munir, de 23 años.

Saltó a la fama cuando, en 2016, tras definirse como una persona no binaria -es decir, que no se identifica con lo que tradicionalmente se entiende como masculino o femenino- preguntó a Barack Obama por la ley que obligaba a las personas trans a usar los baños públicos que se correspondían con el sexo de su partida de nacimiento en Carolina del Norte.

“Estuve en todos los periódicos y en los canales de noticias más conocidos del país y del extranjero. Sin embargo, me preguntaron en directo si tengo útero. Me preguntaron si era una silla, un objeto inanimado. Me enviaron amenazas de muerte, así como cartas de aliento, y fui acosado por extraños a quienes se les pagó para que me causaran dolor”, asegura. “Mis campañas se han centrado en conseguir que aquellos que no se ven afectados directamente por un problema se comprometan con él. Eso es lo que me motiva”, concluye.

Nurcan Baysal (Diyarbakir, Turquía)

Un grupo de agentes entraron por la fuerza en su casa después de la medianoche armados con kalashnikov. La periodista kurda Nurcan Baysal fue detenida el pasado enero por unos tweets que condenaban la intervención militar del gobierno turco en Afrin (Siria). Un mes después, fue declarada culpable de “denigrar a las fuerzas de seguridad turcas” en un artículo que escribió dos años antes criticando la operación militar turca en la ciudad kurda de Cizre.

Baysal, que documenta las violaciones de derechos humanos en la región kurda de Diyarbakir, asegura recibir a diario amenazas de muerte y mensajes intimidatorios por correo electrónico, redes sociales y por teléfono. Pero no la han frenado. “No pienso en lo que pueden hacerme porque si quieren lastimarme, lo harán. No puedo detenerlos”, dice. Por esta labor, ha sido una de las ganadoras del premio anual de la ONG Front Line Defenders.

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