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El origen de la caravana de migrantes

Integrantes de la segunda caravana de migrantes centroamericanos rumbo a Estados Unidos arriban a la Basílica de Guadalupe.

Jerry Flores

Profesor en la Universidad de Toronto —
  • Este artículo fue publicado originalmente en The ConversationThe Conversation

El 19 de octubre, miles de migrantes centroamericanos intentaron cruzar el puente entre Guatemala y México, buscando seguridad en el norte. Los medios de comunicación emitieron los dolorosos gemidos de personas aplastadas unas contra otras y los gritos de niños. Vimos las miradas desesperadas de las madres cuando las autoridades de México intentaron hacer retroceder a la multitud de gente con bastones y gas pimienta. Al día siguiente se les permitió cruzar.

La caravana de 7.000 personas, en su mayoría de Guatemala y Honduras, se dirigía a Estados Unidos.

Cuando conoció la noticia de la caravana, el presidente Donald Trump dijo que entre aquella masa humana había “delincuentes peligrosos” y presionó al Gobierno mexicano para que detuviera la “invasión”.

Trump también amenazó con cortar la ayuda humanitaria a los países centroamericanos. Y anunció que iba a enviar más de 5.000 soldados a la frontera con México. Cuando la caravana comenzó a recibir más atención, surgió la pregunta: “¿Por qué estas personas se dirigen a Estados Unidos?”

La necesidad obliga

La respuesta es compleja. “La necesidad nos obliga”, le dijo un joven de 20 años al Washington Post. “La necesidad nos obliga a partir”.

Como profesor, sociólogo y padre cuya propia familia una vez cruzó la frontera de México en busca de una vida mejor en EEUU, reflexioné sobre esto. La pobreza y la violencia son los principales factores que impulsan la caravana. La proliferación de pandillas, el narcotráfico, la corrupción y la impunidad son problemas endémicos en Honduras y Guatemala.

Honduras es uno de los lugares más violentos del mundo sin ser zona de guerra. Las sequías e inundaciones también han tenido consecuencias devastadoras en las economías agrícolas. Estas personas viajan en caravana para su propia protección, para evitar tener que pagar a los contrabandistas y minimizar el riesgo de sufrir delitos.

Una historia mortal y Estados Unidos

Las raíces de esta situación crítica están relacionadas con cuestiones políticas que se han desarrollado durante décadas. Las amenazas no harán que la caravana desaparezca, como señaló un informe reciente del grupo de investigación y defensa, la Oficina de Washington para América Latina (WOLA).

Los gobiernos no pueden impedir que los ciudadanos salgan de sus propios países.

Guatemala es un buen ejemplo de cómo la participación de Estados Unidos ha contribuido a la inestabilidad política y a la desigualdad económica en América Central. El país, de 17 millones de habitantes, muchos de los cuales son de ascendencia indígena, eligió a su segundo presidente democrático en 1951. Jacobo Arbenz aprobó una serie de políticas populistas que incluían la redistribución de la tierra y la ampliación del acceso a la educación a las personas más necesitadas.

Esto enfureció a compañías estadounidenses como la United Fruit Company. En 1954, la CIA organizó un golpe de estado y colocó en el Gobierno a una serie de dictadores militares que impusieron la represión contra los disidentes.

Las acciones represivas incluyeron rociar con napalm las aldeas indígenas en las que se creía que habitaban guerrilleros. Además, los militares recibieron la orden de “hacer desaparecer” a cualquier sospechoso de pertenecer a la oposición.

Cerca de 200.000 personas, en su mayoría indígenas, fueron asesinadas en el país. Estos problemas continúan resonando hoy en día, ya que la clase política protege a los grupos criminales.

Honduras también tiene una larga historia de intervención estadounidense, tanto económica como militar. La presencia de EEUU comenzó a fines de la década de 1890, cuando las compañías bananeras estadounidenses se instalaron allí por primera vez. El ejército de Estados Unidos intervino en 1907 y 1911 para proteger sus intereses y consolidar aún más la dependencia de la clase dominante en Washington.

Honduras ha sufrido agitación política desde el golpe militar de 2009 contra el presidente populista Manuel Zelaya. Estados Unidos congeló la ayuda pero esta fue restaurada poco después. De manera similar, en las elecciones de este año los resultados fueron controvertidos y el país se vio nuevamente sumido en una crisis política. Al menos 30 personas han sido asesinadas, la mayoría de ellos opositores al presidente apoyado por los Estados Unidos, Juan Orlando Hernández, quien fue acusado de falsear los resultados de las elecciones.

Los migrantes merecen una oportunidad

La caravana de migrantes desesperados y hambrientos de América Central no sale de la nada. Fue creada por gobiernos entrometidos y vecinos indiferentes.

Mientras que cerca de 1.600 migrantes han cursado solicitudes oficiales de asilo en México, otros muchos continúan su viaje hacia el norte. Las autoridades mexicanas no han intentado detener la caravana.

En un mensaje de vídeo publicado en las redes sociales, el presidente Enrique Peña Nieto anunció un plan llamado “Estás en tu casa”. Su gobierno ofreció refugio, atención médica, educación y empleo a los migrantes a condición de que pidieran asilo en el Instituto Nacional de Inmigración y permanecieran en dos estados del sur, Oaxaca y Chiapas.

Sin embargo, no sorprende que los centroamericanos no confíen en las posibilidades de un proceso de asilo justo en México, un país con una alta tasa de homicidios y un largo historial de discriminación contra los migrantes. Hace solo unos días se publicó una foto en las redes sociales de un grupo de neonazis racistas liderando una campaña contra la caravana en Ciudad de México.

Necesitamos abordar los factores clave que han hecho que esta caravana exista. Necesitamos evitar que los gobiernos más poderosos se inmiscuyan en los asuntos de otros países. Y necesitamos sancionar a quienes lo hacen. Estos migrantes merecen una audiencia justa, la oportunidad de solicitar protección en Estados Unidos y una respuesta adecuada y justa a sus peticiones. Y tenemos que detener la violencia ejercida desde instancias gubernamentales.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lee el original.The Conversationoriginal

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