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Civiles sirios describen el “círculo del infierno” que provocan las bombas del régimen en Alepo

Un hombre llora entre los escombros causados por la violencia armada en Alepo, Siria. / Amnesty International (Photo: Mujahid Abu al-Joud).

Laura Olías

La de Alepo es una población que vive mirando al cielo. Por precaución, casi como un tic adquirido por la experiencia, o ante un sonido ya familiar para los sirios: los helicópteros que arrojan bombas de barril y su caída. Son las “armas más miserables”, dice una mujer a Amnistía Internacional, que ha documentado la devastación que generan en un informe. Una vez que ven descender el arma, saben que la suerte está echada. “Si explotan sabemos que nuestros cuerpos explotarán en pedazos... Podemos ver cómo bajan (las bombas)”. Y en ese momento, “hay un minuto esperando morir”, dice la mujer.

El informe 'Death everywhere': War crimes and human rights abuses in Aleppo, presentado este mayo por Amnistía Internacional, documenta violaciones de derechos humanos cometidas por las fuerzas del Gobierno sirio y por las de los grupos opositores desde enero de 2014. “Aunque los ataques a la población proceden de ambos bandos, el grueso de las atrocidades las comete el régimen de Bashar al-Asad”, indica Eva Suárez Llanos, directora adjunta de la organización en España.

Desde esa fecha hasta marzo de 2015, la ONG ha registrado ataques con bombas de barril –cargadas de explosivos y metralla– y otras armas a zonas pobladas de civiles en los territorios dominados por la oposición, como 12 mercados, 23 mezquitas, al menos 17 hospitales y tres escuelas, recoge el documento. Un testigo se refiere a la ciudad como un “círculo del infierno”.

Según la Red Siria para los Derechos Humanos (Syrian Network for Human Rights) 12.194 personas han muerto desde 2012 debido a los ataques con bombas de barril del gobierno, de las que el 96% eran civiles.

Los ataques de las fuerzas opositoras también minan la población siria, con al menos 600 civiles muertos en 2014. Según los residentes, los ataques de los grupos armados de oposición suelen ser “totalmente aleatorios”. “Nunca te sientes seguro, jamás. Te puede tocar en cualquier momento”, afirmó un residente del barrio de Al Jamaliya.

Los supervivientes de los ocho ataques con bombas de barril que se documentan en este informe –que mataron a un mínimo de 188 civiles y solo a un combatiente– narran la espeluznante carnicería que presenciaron tras las explosiones.

Varios testigos relatan cómo, cuando tras el estallido de uno de estos barriles comprueban que se han salvado, la ansiedad aplaca a los supervivientes con una pregunta: hacia dónde correr. Temen que, como han oído y visto en otras ocasiones, detrás de una de estas bombas venga otra. “Una primera bomba de barril es seguida por una segunda, que generalmente cae cerca de 30 minutos después de la primera”. Cuando impactan afectan sobre todo a sobre aquellos que acuden a rescatar a los heridos o a documentar el suceso.

Un hombre de 48 años de Anadan, un suburbio al norte de Alepo, describe a la ONG uno de estos ataques dobles cerca de su casa, en junio de 2014. “Llamaron desde la mezquita pidiendo ayuda. Corrí al sitio del bombardeo y entonces, cuando estaba allí, 20 minutos más tarde, oí un segundo sonido. Era un segundo barril, querían matarnos a todos”.

Estas amenazas, así como los ataques a zonas específicas de civiles, como barrios residenciales, escuelas y hospitales, son las evidencias que llevan a AI a denunciar que el régimen de Bashar al-Asad ha ejecutado “ataques deliberados contra la población civil”, afirma Eva Suárez Llanos. Por ello, en la ONG califican el proceder de las tropas gubernamentales como “crímenes de guerra”, por atentar contra civiles, y “crímenes de lesa humanidad”, por hacerlo de manera sistématica, conociendo que las víctimas no son combatientes.

“En las tropas de los denominados rebeldes, los opositores al régimen, también se están cometiendo ataques contra la población –dice la portavoz de AI– con el uso de armas imprecisas que implican que en sus ataques habrá víctimas civiles”. Sin embargo, Suárez Llanos recuerda cómo empezó la guerra, hace más de cuatro años, “con protestas pacíficas en contra del régimen que fueron brutalmente aplastadas”.

Hospitales y escuelas subterráneas

Ahora, la guerra ha marcado la vida de la población de Alepo, y de muchos otros puntos de Siria, como el campo de refugiados de Yarmuk, que ha sido tomado en parte por el grupo yihadista autoproclamado Estado Islámico (Daesh, en árabe). En Alepo, ciudad analizada en este estudio, no han llegado aún las milicias de este grupo, apunta el informe.

Saleh Sofan, de 11 años, sobrevivió a una bomba de barril, aunque más tarde tuvieron que amputarle una pierna, que quedó muy dañada por la metralla. “Ahora estoy bien”, dice, aunque reconoce que algo aburrido de no poder jugar fuera de casa. Ese día, estaba jugando en la calle, junto a la carpintería de su abuelo en el barrio de Bah al-Neirub, en Alepo, con tres de sus primos. Dos de ellos murieron en el ataque. “Oí el sonido del helicóptero y todos sabíamos que venía la bomba, entonces el barril estaba cayendo. Me escondí detrás de un árbol. Mis primos corrieron en la otra dirección y se escondieron frente de la casa. Omar y Hamzed murieron. Mi primo más pequeño, que estaba detrás de sus hermanos, sobrevivió”, relató el menor, ahora en Turquía.

Los que no han huido, buscan refugio donde pueden. Un doctor que trabaja en el barrio de al-Sakhour cuenta cómo se han visto obligados a trasladar su centro médico al subsuelo, “sin luz, sin aire fresco, sin poder salir porque hay siempre helicópteros en el cielo”, relata. El informe recoge que varias escuelas de la zona han tenido que soterrarse para intentar preservar la seguridad de los niños.

Médicos Sin Fronteras ya había alertado de que apenas cien médicos debían atender a toda la población de la ciudad, de unas 300.000 personas. Este lunes, la organización humanitaria emitía una nota en la que lamentaba el cierre de uno de los principales hospitales de Alepo, tras dos meses en los que los ataques apenas han cesado.

El abandono de la comunidad internacional

En este escenario, la población siria ha sido abandonada a su suerte, lamentan en Amnistía Internacional, que documenta en sucesivos informes las vulneraciones de derechos humanos para que los abusos no queden en el olvido. “Documentamos también los indicios que había del uso de armas químicas por el régimen, en ataques en marzo en los que murieron civiles, entre ellos niños. Estamos hablando de crímenes contra la humanidad. Llevamos años pidiendo que se investigue, que se lleven a la Corte Penal Internacional y aún no lo hemos conseguido”, denuncia Eva Suárez.

La portavoz de Amnistía recuerda que la decisión de trasladar estos actos ante la Corte Penal Internacional debe partir del Consejo de Seguridad de la ONU, “pero hay países como Rusia y China que vetan cualquier medida en este sentido”. Jesús Nuñéz, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) afirma que, además de estos estados, otros se escudan en la oposición expresa de China y Rusia para no hacer nada. “La voluntad política es nula”, critica.

Amnistía Internacional exige que, en casos de crímenes contra la humanidad, se elimine el poder de veto. Núñez asegura que la idea que se ha transmitido al régimen de Al-Asad es que “no hay líneas rojas” en la guerra. Suárez coincide y resume la respuesta internacional como “insuficiente e interesada”. Otra de las demandas que no han encontrado el respacto del Consejo de Seguridad de la ONU es el embargo de las armas al régimen sirio.

Otros actores, como Europa, tampoco han estado a la altura de la emergencia siria. Eva Suárez contrapone el discurso de solidaridad con el pueblo sirio que ha reinado en algunas medidas, como las sanciones de embargo de bienes a dirigentes del régimen, con la falta de compromiso para acoger a los refugiados que intentan llegar a un lugar seguro en Europa y se ven obligados a tomar la peligrosa vía de cruzar el Mediterráneo. Como ya ha indicado Acnur, “la mayoría de los sirios han huido a países de su entorno, muchos también con problemas de violencia, como Irak.

Las perspectivas de futuro son malas, critica Jesús Núñez. “Lo que está ocurriendo es que para atacar a las fuerzas del Estado Islámico la comunidad internacional confía en Al-Asad, que ha pasado de ser un genocida a un aliado necesario contra el terrorismo”. En su opinión, las conversaciones en Ginebra entre los actores enfrentados en el conflicto sirio no llevarán a ningún acuerdo por el momento. Eva Suárez recuerda que “ningún responsable de las atrocidades contra los sirios puede formar parte de la solución al conflicto”.

Mientras, lejos de Suiza, los días se suceden en Alepo. Los civiles, si nada lo impide, seguirán con la mirada puesta en las nubes. “Siempre estamos nerviosos, siempre preocupados, siempre mirando al cielo”, lamenta un maestro de 34 años.

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