THE GUARDIAN

Tirados en la calle y casi sin ayudas: los migrantes encuentran más hostilidad en Italia en vísperas de las elecciones

Angela Giuffrida

Ventimiglia (Italia) —

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Para una familia kurda agotada y los jóvenes de Eritrea, Mali y Costa de Marfil que se encuentran en la entrada de la estación de tren de Ventimiglia, en Italia, la vida es como el Día de la Marmota, un itinerario compuesto invariablemente por repetidos intentos de cruzar la frontera con Francia y por la búsqueda de comida y de un lugar donde dormir.

La ciudad costera del norte de Italia, famosa para los turistas por su mercado de los viernes, es desde hace más de una década una sala de espera perenne para los inmigrantes, la mayoría de los cuales han realizado el peligroso viaje a Europa en barco, desembarcando en el sur de Italia antes de dirigirse al norte.

Una coalición conservadora ha prometido tomar medidas drásticas contra la inmigración irregular en vistas a su victoria en las elecciones generales de este domingo, pero en Ventimiglia se está produciendo una nueva crisis humanitaria, exacerbada por una combinación de políticas negligentes de ambos lados del espectro político, así como por las deficientes medidas europeas.

Ibrahim, originario de Mali, explica que ha intentado entrar en Francia cuatro veces; dos en tren y dos caminando por una autopista. En todas las ocasiones la policía francesa lo ha devuelto a Italia. “Lo ha intentado 23 veces”, indica en referencia a un amigo de Costa de Marfil que lo acompaña: “Solo queremos poder vivir”. Los dos han estado durmiendo en cajas de cartón fuera de la estación de tren. Otros pasan la noche entre montones de basura bajo un puente junto al río Roia, en el parque o en la playa.

Sin techo

Los migrantes que llegan a Ventimiglia, unos 100 al día según los trabajadores humanitarios, se han quedado sin un lugar donde cobijarse desde que un consejo formado por la coalición de dos partidos de extrema derecha, Hermanos de Italia y la Liga, y Forza Italia de Silvio Berlusconi, elegido en 2019 y que tiene vocación nacional, cumplió su promesa de cerrar el único refugio de la ciudad, llamado Roia.

Este consejo, sin embargo, se creó de forma provisional, ya que Ventimiglia no tiene alcalde desde junio. El alcalde hasta esa fecha, Gaetano Scullino, un independiente respaldado por los tres partidos, tuvo que dimitir tras perder una moción de confianza. Pero el daño ya estaba hecho: Scullino también había decidido cerrar una fuente que los inmigrantes y las personas sin hogar utilizaban para lavarse.

La única ayuda alimentaria y sanitaria procede de asociaciones benéficas, entre ellas Cáritas, gestionada por la Iglesia. “La situación ha ido a peor”, afirma Christian Papini, que dirige el centro de Cáritas cercano a la estación de tren de Ventimiglia. “La gente se ha quedado en la calle, aquí no hay nada parecido a la hospitalidad”.

Muertes en el camino

Se calcula que 27 personas han muerto al intentar entrar en Francia desde 2017, ya sea ahogadas, atropelladas o caminando por el llamado “paso de la muerte”; un sendero de montaña utilizado por los judíos italianos que huían del régimen fascista de Benito Mussolini durante la Segunda Guerra Mundial.

Desde que las autoridades francesas reforzaron los controles fronterizos en 2015, la policía francesa ha sido acusada de utilizar tácticas agresivas para ahuyentar a las personas que intentan cruzar la frontera. En junio, un egipcio murió tras recibir un disparo en la cabeza por parte de un agente francés. Al parecer, el hombre viajaba en una furgoneta que se abrió paso a través de un control de inmigración en una ciudad fronteriza francesa.

“También nos hemos encontrado con personas que golpean a los inmigrantes o les roban dinero; hacen ver que los llevan a Francia y luego los abandonan en la frontera o en otro lugar”, dice Papini.

La situación no era mucho mejor cuando Ventimiglia estaba en manos del alcalde de izquierdas, Enrico Ioculano, que prohibió a los vecinos dar de comer a los inmigrantes. “Aprobó este decreto de 'decoro' que estuvo en vigor durante varios años, con la excusa de que algunas personas podrían haber intentado envenenar la comida”, explica Delia Bonuomo, que estaba a cargo del Bar Hobbit, un establecimiento que fue un punto de solidaridad para los inmigrantes hasta que cerró en diciembre del año pasado. “La verdad es que no quería tener que lidiar con la cuestión de la inmigración en la ciudad. Algunos seguimos dando comida igualmente, arriesgándonos a que nos multen”.

Criminalizar la ayuda

Bonuomo, apodada 'Mamma África', abrió su bar a los migrantes en el momento álgido de la crisis de refugiados en Europa en 2015, proporcionándoles comida, ropa y un lugar para lavarse. Sin embargo, el gran número de personas que hacían cola en el exterior no gustó a los negocios cercanos ni a sus clientes italianos, que dejaron de frecuentar el bar, lo que provocó su cierre. La gente ha llegado a escupir a Bonuomo por la calle, culpándola de la situación.

Otra víctima de su propia humanidad fue el padre Rito Álvarez, un sacerdote que ayudó a cientos de personas que pasaban por un refugio habilitado en la iglesia de San Antonio hasta que las autoridades de Ventimiglia lo cerraron en 2017. Álvarez fue trasladado después a una parroquia de montaña, donde ya no tiene la posibilidad de ayudar a los migrantes.

“Ayudamos a muchas personas vulnerables, pero por culpa de la política, nos vimos obligados a cerrar”, explica Rito. “El problema era que no había otra alternativa, aparte del refugio de Roia, pero entonces este también cerró y los inmigrantes se quedaron tirados”. Rito reconoce que el resultado de las próximas elecciones le inquieta, y recuerda las duras medidas introducidas por Matteo Salvini, el líder de la Liga, durante su etapa como ministro del Interior en 2018-2019. Las medidas incluyeron el bloqueo de los barcos de rescate de migrantes, el cierre de los refugios y el fin de los permisos de dos años que les habían permitido trabajar.

Por su parte, Giorgia Meloni, la líder de Hermanos de Italia que podría convertirse en primera ministra, ha pedido que la marina devuelva a la gente a África. “Todas estas políticas son preocupantes, pero siempre hemos dicho que la crisis de la inmigración no es sólo nacional, sino europea”, subraya Rito.

En Ventimiglia se han producido varias protestas instando a Francia a abrir la frontera, mientras que organizaciones benéficas llevan tiempo pidiendo que se elimine el acuerdo de Dublín, una controvertida medida de la UE que establece que quienes solicitan asilo deben hacerlo en el primer país de llegada.

“La derecha dice que cerrará los puertos, mientras que fue la izquierda la que hizo un acuerdo inhumano con Libia para mantener a los migrantes allí”, dice Papini. “Ninguna de las dos partes tiene voluntad de resolverlo, así que la única forma de hacerlo sería acabar con el acuerdo de Dublín y obligar a Francia a abrir su frontera”.

Traducción de Emma Reverter