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Wingly: la empresa que aplica el modelo de Blablacar a la aviación ligera

Bertrand Joab-Cornu (derecha), fundador de Wingly, junto a dos de sus socios.

Aldo Mas

Patrick hizo carrera como piloto profesional. Ahora está jubilado. Pero sigue volando. Esa es su pasión y por eso es co-propietario de un Cessna 177, un avión ligero en el que pueden acompañarle entre una y otras tres personas.

Patrick ofrece el espacio de su Cessna 177 para hacer el trayecto Burdeos-Santander para quien quiera acompañarle en su ruta. Ésta va del aeródromo de Burdeos-Léognan-Saucats, a una quincena de kilómetros al sur de la ciudad francesa también conocida “capital mundial del vino”, con el aeropuerto de Santander-Seve Ballesteros.

El viaje con Patrick cuesta 180 euros ida y vuelta. Con él se tarda una hora y media en hacer el trayecto. Un viaje en una compañía de aviación sale por 240 euros, tres horas y un transbordo en Barcelona. La oferta del veterano piloto francés es, además, interesante porque el viaje no se hace a grandes alturas. “Es un vuelo a lo largo de la costa, descubriendo las playas y la costa vasca”, según la descripción del viaje que hace Patrick en la página web de Wingly.

Wingly es una empresa lanzada por Bertrand Joab-Cornu y otros dos amigos apasionados de la aviación con el objetivo de “democratizar la aviación ligera”. Este ingeniero aeronáutico de 26 años natural de Tolón (sureste francés) y sus socios se lanzaron en esta aventura tras ver las necesidades de los pilotos privados. “A menudo, muchos pilotos tienen que compartir gastos, porque volar cuesta muy caro. Es una afición que cuesta muy cara. Los pilotos no vuelan tanto como quisieran porque volar cuesta, de media, 200 euros la hora de vuelo”, explica Joab-Cornu a eldiario.es. “A ese precio vuelan, de media, 20 horas al año, cuando les gustaría volar entre 40 y 50 horas”, añade.

Wingly es una aplicación de Internet que ayuda a los pilotos a encontrar pasajeros que, pagando por un viaje para disfrutar la experiencia de volar en aviones como el de Patrick, contribuyan en el presupuesto anual de los pilotos. “También permitimos poder realizar vuelos más largos y más interesantes a los pilotos, algo que contribuye a la seguridad aérea, en general, porque ganando horas de vuelo, los pilotos mejoran”, abunda el fundador de Wingly.Su empresa emplea a dieciséis personas.

A los viajeros, según Joab-Cornu, su compañía les ofrece romper con “ese cliché de que la aviación privada está reservada a una élite”. “La gente piensa en avión privado y piensa en la jet-set, pero, compartiendo el gasto de los vuelos con nuestros pilotos, se puede volar entre 50 y 100 euros la hora. Así podemos mostrar que la aviación ligera es accesible”, expone Joab-Cornu.

El fundador de Wingly no oculta que él y sus socios, el piloto francés Emeric de Waziers y el desarrollador web alemán Lars Klein, se inspiraron para lanzar su proyecto en ideas de negocio como Blablacar o Airbnb. Con la lógica de la llamada “economía colaborativa”, Joab-Cornu y compañía querían “revitalizar el mundo de la aviación”, según señala el joven empresario. 

Se vende la experiencia, no el transporte

Sin embargo, Wingly no ofrece transporte de pasajeros, sino “la experiencia de volar en un avión ligero”, precisan desde la compañía. “Nuestro segmento es el del turismo y el tiempo libre. Por eso lo que se vende es, ante todo, el paseo, la experiencia; no estamos vendiendo un viaje ni transportar a alguien que, por ejemplo, tenga que ir a Santander desde Burdeos rápido y sin gastar mucho dinero. Lo que proponemos son viajes que impliquen, por ejemplo, ir a Santander, comer en un restaurante y volver”, aclara Joab-Cornu.

Precisamente eso es lo que promete Patrick. “La escala en Santander permite parar e ir a la terminal”, también hay “posibilidad de ir al restaurante de la terminal”, pero “cuanto más se acerca el invierno, el tiempo in situ se reduce”, se lee en la oferta del piloto profesional jubilado. Para los pasajeros, el interés está, no tanto en llegar a Santander desde Burdeos o viceversa, sino en el viaje en sí. “Nosotros vendemos una experiencia más que un medio de transporte. Por eso el 70% de nuestros viajes son locales, despegando y aterrizando en el mismo sitio en el mismo día”, sostiene Joab-Cornu. Otra opción es la del viaje de fin de semana a un determinado destino turístico, pero siendo “el vuelo lo más importante”, dicen en Wingly.

“Lo que permitimos nosotros es que los pilotos compartan su pasión por volar, pero también ofrecemos vuelos en aviones que no son Airbus, sino Cessnas, por ejemplo. Éstos vuelan a 1.000 metros de altura o un poco menos. En ellos, se puede apreciar bien la tierra desde el suelo, porque no se mira por una pequeña ventanilla sino que hay grandes ventanas”, dice Joab-Cornu. “Uno se puede sentar directamente en el asiento del copiloto. Se puede ver cómo se pilota y el viajero puede incluso llevar los cascos y escuchar las conversaciones entre el piloto y la torre de control”, abunda.

Resistencias legales en Francia

El proyecto de Joab-Cornu y compañía empezó hace unos tres años. Dos han sido de lucha en Francia con quienes se oponen a un servicio que algunos han venido a llamar el “Blablacar del aire”. Desde que Joab-Cornu lanzó la idea en el verano de 2015, este francés ha tenido que convencer en su país de la conformidad de su propuesta empresarial.

La Dirección General de la Aviación Civil de Francia llegó a imponer restricciones a Wingly y obstaculizar el “coavionaje”. En Francia se había limitado la actividad a vuelos circulares de menos e 30 minutos en un radio de 40 kilómetros, además de obligar al piloto a justificar al menos 200 horas de vuelo. También se prohibieron los trayectos entre dos aeropuertos.

Sin embargo, Joab-Cornu y compañía celebran el próximo 26 de junio el año de la decisión del Consejo de Estado francés que estableció que aquellas restricciones eran excesivas. Sobre todo, en vista de que el “coavionaje” es algo autorizado por la legislación europea. De hecho, mientras en Francia el proyecto se estancaba, Wingly  sí pudo echar a volar desde el principio en países como el Reino Unido y Alemania.

“Desde un punto de vista reglamentario, Wingly ha sido recibido mejor en Alemania y el Reino Unido que en Francia”, conviene en afirmar Joab-Cornu. “En el momento en que Uber generaba polémica, la industria tradicional de las compañías aéreas tenía miedo de nuestra actividad, pese a que, insisto, nosotros no somos competencia para esas empresas, pero no pudimos evitar el fuerte lobby de la aviación comercial, que inicialmente nos cerró el mercado francés”, explica el fundador de Wingly.

Hoy, su empresa registra la mitad de su actividad en Alemania. Francia y el Reino Unido se reparten a partes iguales la otra mitad. De ahí que la mayoría de los usuarios de la compañía estén en Alemania, donde cuenta 58.000 usuarios. Otros 50.000 están en Francia, mientras que en el Reino Unido hay registrados 48.000. Con sus casi 160.000 usuarios, Wingly es la mayor plataforma del sector, pero no es la única. Allá por 2015 también surgieron otras empresas como Coavmi, Offwefly o Flyt, con una propuesta idéntica.

Próximo destino, España

“Es curioso que nosotros surgimos al mismo tiempo que otras plataformas. Nadie copió a nadie. Pero sí, en el verano de 2015, se lanzaron hasta cinco start-up que ofrecieron el mismo producto en el mismo momento. Hoy, nosotros marcamos la diferencia en que somos los más grandes. Lo somos por varias razones, si hemos crecido es porque nuestra plataforma es la mejor adaptada a los pilotos. Además, también ofrecemos un seguro de Allianz en todos nuestros vuelos”, subraya Joab-Cornu, aludiendo al gigante asegurador alemán.

Wingly, que pudo en su momento extenderse al mercado europeo, se reivindica igualmente como la primera empresa en su género que lanzó el pago en línea a través de su plataforma. En esos pagos está el negocio de la empresa de Joab-Cornu y compañía. Wingly, hecha “por pilotos y para pilotos”, cobra a los viajeros cinco euros más una comisión del 15% sobre las transacciones entre el pasajero y el piloto. La comisión la paga únicamente el pasajero.

España está en los planes de expansión de Joab-Cornu y compañía, aunque, de momento, no tienen fechas. “El horizonte temporal no está completamente decidido, pero de aquí a un año o dos estaremos presentes en España”, sostiene el fundador de Wingly. La empresa, sin embargo, ya ofrece algunos vuelos en Madrid, Catalunya o la Islas Baleares.

No cree Joab-Cornu que en España vayan a surgir problemas como los aparecidos en Francia.“No contamos con que pueda haber resistencias en España como las hubo en Francia, porque tenemos una legislación europea armonizada, donde, además, el caso francés ha creado un precedente a nivel europeo. Aunque tampoco podemos decir que no pueda haber alguna reticencia. Sin embargo, no la esperamos de la administración española porque la legislación europea prevalece”, expone Joab-Cornu.

Interesante para él y su empresa es el impacto que tendrán otros actores que decidan explotar el coavionaje en España antes de que lo haga el “líder europeo”. Ahí está, por ejemplo,Vuelea.es, una plataforma que aparecerá en cuestión de días en España, según su página web ( http://vuelea.es/aero). El principio de esta empresa española es muy similar al de Wingly. Está por ver si su éxito será idéntico.

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