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Proyectos fallidos, una deuda inasumible y la sombra de la corrupción llevan a Isolux al desguace

Varios trabajadores de la fábrica ourensana T-Solar de Isolux Corsan se manifiestan a las puertas de la empresa

Antonio M. Vélez

Isolux Corsán ha hecho oficial este martes la solicitud de concurso voluntario de acreedores, que añade aún más incertidumbre al futuro de la séptima constructora española y sus más de 3.800 empleados. La banca, que asumió el control de la empresa a finales de 2016 al ejecutar parte de su deuda, ha fracasado en su intento de dar entrada a un socio para darle viabilidad.

La compañía de construcción, ingeniería y energías renovables llevaba en preconcurso desde finales de marzo y ha optado por no agotar el plazo de cuatro meses que tenía para captar los cerca de 400 millones de euros que necesitaba para continuar operando con normalidad, dada la asfixia de liquidez que sufre. Ha solicitado el concurso a través de la matriz Grupo Isolux Corsán y las filiales Corsán Corvián Construcción, Isolux Ingeniería, Isolux Corsán Concesiones, Isolux Corsán Inmobiliaria, Isolux Corsán Servicios e Isolux Energy Investment.

Inmersa ya en uno de los mayores procesos concursales de la historia de España, con un pasivo de 4.294 millones, un desequilibrio patrimonial de más de 800 millones y graves problemas para pagar las nóminas de su plantilla y a sus proveedores (les debe 400 millones), tras el concurso a Isolux se le abren dos escenarios: lograr un acuerdo con sus acreedores (fundamentalmente, la propia banca accionista) para continuar en funcionamiento, previa cura de adelgazamiento, o liquidar sus activos de la forma más ordenada posible. “Nos tememos que el futuro sea venderla a trozos y que se absorba a poco personal, y el resto vaya al Fogasa”, resume Yolanda Murillo, presidenta del Comité de Empresa.

Este martes, poco después de dimitir junto al resto del consejo de administración, el hasta ahora presidente de Isolux, Nemesio Fernández-Cuesta, señalaba sin nombrarlo al Banco Santander como desencadenante del concurso ante la junta de accionistas del grupo: “En enero se iniciaron las negociaciones con los bancos para alcanzar un nuevo acuerdo de financiación, que avanzaron satisfactoriamente hasta que a finales de marzo se produjo la desvinculación sorpresiva de una de las entidades y la decisión del resto de no asumir su cuota de riesgo adicional”, dijo Fernández-Cuesta, informa Europa Press.

Santander, que se negó en marzo a seguir poniendo dinero en Isolux, va a ser, según El Confidencial, el acreedor más perjudicado por la quiebra, con una deuda (incluyendo avales) de 825,2 millones, seguido por Bankia (464,9 millones), Caixabank (444,4 millones), Banco Sabadell (215,9 millones) y otras entidades financieras entre las que se encuentra el Instituto de Crédito Oficial (ICO). El banco público prestó 64 millones a la constructora que probablemente no recuperará. 

Fernández-Cuesta, que fue secretario de Energía con el Gobierno de Aznar, expuso en su despedida algunas de las causas de la situación actual la compañía, que el año pasado perdió 1.332 millones tras llevar a cabo saneamientos y ajustes de valor por 2.853 millones. Citó entre ellas los proyectos concesionales, en los que se recurría a financiación bancaria para aportar el capital necesario y se desviaba caja desde proyectos de construcción, lo que provocó retrasos en las obras con el consiguiente incremento de costes, imposición de penalizaciones y, en algunos casos, ejecución de garantías. Esto, unido a los mayores riesgos asumidos en algunos proyectos, provocó que las necesidades de caja de la compañía fueran “superiores a las esperadas”.

Además, los proyectos de energía hacia los que se diversificó Isolux “lastraron gravemente al grupo”: entre ellos, un proyecto de biodiésel que supuso inversiones de 249 millones y se acabó vendiendo por 33 millones, y la filial de termosolares T-Solar, que absorbió 240 millones y sólo generó ingresos por 40 millones, tras el fuerte recorte de las primas en España. El gran agujero está, no obstante, en el exterior, con proyectos fallidos como la central eléctrica Altamira (en México) o la hidroeléctrica Miguillas (Bolivia), por citar algunos de los más relevantes.

84 años de historia

La situación actual de Isolux, cuyos orígenes se remontan a 1933, no puede entenderse sin la figura del que fue su presidente hasta 2016 y durante 22 años, Luis Delso, que fue sustituido por Fernández-Cuesta al frente de la constructora hace un año y vio cómo su participación y la de su socio, José Gomis, pasó del 55% a menos del 5% tras la conversión de algo más de 1.500 millones de deuda en acciones para los bancos.

El nombre de Delso, como el de Isolux, lleva tiempo asociado a escándalos de corrupción de lo más variopinto, como el caso Pujol (en el que Delso está imputado), la operación ‘Yogui’ (sobrecostes en las obras del AVE a Barcelona adjudicadas a Isolux) y la trama ‘Gürtel’. Delso siempre ha negado ser el famoso “Luis, el cabrón” de los papeles de Francisco Correa, en contra de lo afirmado por el cabecilla de esa red corrupta, del que fue socio en una promoción de pisos de lujo en Majadahonda.

El ejecutivo tiene además cuitas pendientes con la Agencia Tributaria: en mayo, la Fiscalía de Madrid pidió tres años de prisión para él por defraudar a Hacienda 1,37 millones a través de sociedades holandesas en las que canalizaba su participación en Isolux. En el caso también están acusados su ex socio José Gomis y las esposas de ambos.

Delso, que el próximo 20 de julio cumplirá 65 años, tomó las riendas de Isolux en agosto de 1994. Nunca pudo sacarla a bolsa (hubo cerca de una decena de tentativas, la última, en 2015), pero consiguió convertirla en una de las mayores constructoras españolas. Llegó a la presidencia de la mano de Alfredo Sáenz (entonces al frente de Banesto), tras hacer carrera en los 80 y principios de los 90 como ejecutivo de las empresas públicas Caja Postal (de la que fue consejero delegado con sólo 31 años) y Transmediterránea, a las que fue aupado por su buen amigo Carlos Solchaga.

Delso aterrizó en Isolux en un momento muy complicado para la compañía, que había estado al borde de la liquidación a finales de los 80 y entonces pertenecía a un Banesto recién intervenido y vendido a Banco Santander. “Por cada peseta que vendías prácticamente tenías otra de endeudamiento”, resumía Delso en una entrevista en 1999, con la situación de la empresa ya encarrilada a costa de reducir su plantilla a la mitad (hasta unas 1.300 personas), incrementar la subcontratación y volcarse en la expansión exterior.

En el año 2000, Isolux, entonces especializada en ingeniería y montajes eléctricos, estaba presente con obras en curso en Marruecos, Ghana, Turquía, El Salvador, Nicaragua, Pakistán, República Dominicana, México, Uruguay, Malasia y Brasil. En 2001, ya decía ser la más rentable de su sector y en 2002, Delso, hasta entonces socio minoritario, tomó junto a su equipo el 100% tras adquirir la empresa a varios fondos entre los que estaban Dinamia, Bridgepoint y Corpfin por unos 200 millones.

Gracias al boom inmobiliario y de la construcción, la compañía multiplicó su tamaño a través de compras de rivales como Emesa, Made y, muy especialmente, la constructora Corsán-Corviam, adquirida en 2004 por cerca de 330 millones.

Entonces, ya tenía el apoyo financiero de varias de las antiguas cajas de ahorros: en las navidades de 2003 se anunciaba el desembarco de Caja Navarra y Caja Castilla-La Mancha (CCM) en su capital con la compra del 15% por unos 40 millones. En septiembre de 2005 seis cajas (Caja Navarra, Caja Castilla-La Mancha, El Monte, Caja Burgos, Caja Duero y Sa Nostra) ya tenían el 43% y cuando CCM quebró en 2009, uno de sus principales deudores era la propia Isolux. Hoy, la mayoría de esas cajas son historia. E Isolux también puede dejar de existir en cuestión de meses.

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