Think Bask, quiere ser una red de pensamiento analítico donde aquellas personas que generan conocimiento en nuestra sociedad, como universidad, investigadores sociales, analistas, fundaciones, ONG’s, sindicatos, partidos políticos, blogs, etc... tengan un cauce de expresión y un lugar de encuentro. En este espacio caben todas las opiniones y el debate es bienvenido.
Pasar de moda
Ha publicado Gregorio Morán un puñado de artículos ineludibles para entender la deriva en que ha entrado su país de elección. Lo titula “La decadencia de Cataluña contada por un charnego”, y son una selección de sus “sabatinas” aparecidas en ese periódico tan excelente como palaciego que es La Vanguardia: creo que no tardará en apellidarse “catalana”, como antaño lo fue “española”. (Morán tiene otras páginas ineludibles para entender derivas anteriores de mi país, el vasco, que igual cuando pase la crisis (si pasa) reverdecen: “Los españoles que dejaron de serlo”. Su prólogo a la reedición de 2003 vuelve a ser ineludible para entender lo que pasó entonces).
Entre las muchas cosas básicas que recuerda en esa selección de textos, Morán refiere el secreto del político y de la política: la seducción; también su colapso. “El principio básico de todo seductor se reduce a una inconmensurable capacidad para ser creíble. Sin una credibilidad a prueba de desengaños no hay seducción posible”. Recuerdo esto porque el rey de los belgas -que así se llama en el Estado federal, descentralizado y descojonado que es Bélgica- acaba de anunciar su próxima abdicación. Su vecina Beatriz, en Holanda, hizo lo mismo que ahora Alberto. Este último parece que se ve urgido por un currículum de camas y de fiscalidad un tanto tortuoso. Pero lo cierto es que amenaza ya los ochenta, cercanía vital que recomienda en el Benelux el pase a la reserva. Recordaremos también que hace nada hizo lo propio el mismísimo santo-padre-que-vive-en-Roma.
Esta vez no he notado codazos periodísticos referidos a la pareja situación de nuestra corona y, siendo que coinciden edades, manchas curriculares y evidentes urgencias para el tránsito, me permito hacerlo en nombre de todos esos olvidadizos. La inconmensurable capacidad demostrada por Juan Carlos I para ser creíble ha entrado en barrena y tiene hasta a los “juancarlistas” desengañados. La seducción ha dejado de ser posible, como indica encuesta tras encuesta, y el cálculo de tiempos en el proceso de degeneración amenaza la misma posibilidad de futuro de su heredero. Los expertos de La Zarzuela manejan el mismo cuadro que los especuladores bursátiles y apuran hasta avisar unos minutos antes de que la curva de lo irrecuperable se cruce en su bajada con la de la curiosidad benéfica que adjudican a la novedad del príncipe Felipe.
Un ejercicio no muy distinto del que monopoliza la atención durante los últimos meses de los expertos de la calle Ferraz, empeñados en apurar plazos y calendarios celosamente programados antes de proceder a la sustitución del actual líder de los socialistas de las Españas. Éste, a semejanza del monarca, ve hundirse su credibilidad hasta el extremo de no encontrar suelo: ésta se desploma con similar gravedad entre partidarios y enemigos, y resulta inasequible al aliento de una avalancha de bien pensadas alternativas de reforma a la situación actual. Da igual lo que puedan pensar y diseñar los sesudos estrategas socialistas: la marca de su líder ya no proyecta confianza, cualquier cosa que exprese nace muerta y su autoridad sobre tanto barón sin más territorio que su trozo de partido es nula.
Alfonso XIII dijo un 14 de abril mientras le hacían las maletas para París: “No estamos de moda”. La frase es acorde a la frivolidad de carácter de aquel Borbón. En realidad, el asunto es más grave. A diferencia del Papa y de las coronas del Benelux, nuestros listos patrios esperan pacientes a que el globo, de tanto hincharse, les reviente en la cara. Solo puede pasar eso: no hay otra posibilidad. Pero prefieren esperar. Hay que ser muy listo y muy valiente para tomar una decisión a tiempo que impida que la fatalidad inevitablemente prevista se imponga. Hay que ser un tipo decidido a aunar análisis y gesto, teoría y práctica.
No pasará, ni en un caso ni en otro. Se pudrirá la posible seducción de las novedades en el escenario general de incredulidad que abate a sus respectivos partidarios. Y todo porque, lo primero es lo primero, de acelerar plazos se adelantaría la salida y punto final laboral de los entornos de uno y otro, Juan Carlos y Rubalcaba. Y esos entornos, que llegan a pesar más que sus mismos jefes, están ganando tiempo para abordar en condiciones las nuevas embarcaciones que llegan. Una operación que no permite maniobras bruscas ni arriesgadas, por muy necesarias que sean.
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