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¿Ya ha empezado el curso?

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Lo que parecía lejano ha llegado. Esas vacaciones, que en su inicio parecían infinitas, hace tiempo que son sólo un recuerdo. Las ciudades, los pueblos vuelven a la rutina: el transporte escolar invadiendo espacios que creíamos ya conquistados para la ciudadanía; las risas –en ocasiones, los llantos- de las y los escolares camino de sus centros educativos; las prisas de las familias por llegar a la hora fijada a las escuelas; los medios informando del crecimiento desorbitado de los precios del gasto escolar; el Consejero de Educación, Jokin Bildarratz, declarando inaugurado el curso 2022-2023.Todo indica que la excepcionalidad de los días de asueto ha llegado a su fin.

Sin embargo, si se vuelven los ojos hacia las decisiones del Departamento de Educación del Gobierno Vasco, surgen ciertas dudas de si realmente ha empezado ya el curso. Vayamos con ellas; quizás tras su exposición, aparezcan las certezas que ahora no tenemos.

Una de esas dudas, intuyo de las principales, es la carencia de seguridad en la impartición de los nuevos currículos escolares, que la nueva ley educativa, la LOMLOE, implanta para este curso en los cursos impares de las distintas etapas educativas. Y hay inseguridad, especialmente para el profesorado que debe impartir en estos niveles. De momento, cuentan con unos borradores de currículos de carácter general que se facilitaron a finales del curso pasado. Lo que entonces fue un adelanto, a día de hoy, tiene todos los mimbres de convertirse en definitivo, dado el escaso impulso que el propio Departamento parece estar dando a este cometido.

Con todo ello lo más triste de esta situación es trasladar la impresión de que no importa demasiado este desaguisado; ni a la Administración pública ni a la propia ciudadanía. “Ya se solucionará en un futuro”, “Hay que dar tiempo para adecuarse a los cambios”, “Algo improvisará el profesorado”, “Total, es lo mismo; si se ha podido con siete leyes educativas anteriores, también se podrá con esta”, son algunas de las frases escuchadas al hablar sobre este tema. Parece ser absolutamente intranscendente que esta octava ley plantee de forma contundente el cambio transcendental de enseñar competencias en vez de únicamente contenidos; de incidir en formar personas y no solo especialistas; de trabajar colaborativamente por ámbitos y no exclusivamente desde la autoridad de cada asignatura. Y lo que es aún más grave: no se percibe interés en la administración vasca por tranquilizar convenientemente a un profesorado en estas nuevas inquietudes. Está absolutamente comprobado que lograr un colectivo docente actualizado, cualificado con las exigencias que la sociedad espera, implica tener un equipo gestor convencido de tal necesidad; exige una administración a la altura de tales objetivos. Hasta la fecha, sin embargo, desde los centros tal percepción brilla por su ausencia.

Otra duda inicial del curso tiene que ver con las plantillas y los procesos de adjudicación de plazas para el curso 2022-2023. Ya fue original la decisión de la viceconsejería de Administración y Servicios de variar el sistema de fijación del personal interino –que ella misma había pactado un año antes con los sindicatos- con la introducción de la figura del “derecho preferente” que ha generado cientos de reclamaciones. Y no lo ha sido menos, el final del proceso adjudicatario, con inicio y cancelación del proceso de Ordezkagunea por el que había que asignar casi novecientas plazas para este curso. La víspera de la llegada del alumnado a las aulas quedaban más de dos mil plazas por asignar; dos mil puestos sin cubrir. Además del drama humano (desconocer dónde y por cuánto tiempo se va a trabajar) está la falta de planificación de un Departamento que exige a su profesorado con menos de veinticuatro horas estar preparado para incorporarse de inmediato sin conocer el centro y las asignaturas a elegir. La espera, la falta de información y la resignación no son la mejor medicina para los nervios de un profesorado sustituto del que depende su futuro laboral.

Me viene a la cabeza la imagen de Dory, recuerden, aquel precioso pez animado, compañero inseparable de Nemo, todo bondad, que sufría continuas pérdidas de memoria momentáneas que le hacían olvidar su propio significado

A estas incertidumbres escolares se añade también los interrogantes que se abren con la nueva ley educativa vasca. Más allá del pacto parlamentario conseguido hace ya unos meses y de las declaraciones optimistas en prensa del Consejero Bildarratz todo es oscuridad. El necesario control informativo de los borradores de la norma no debe confundirse con falta de transparencia ni con escenificadas comparecencias ausentes de contenido formal. Mientras esperamos ese primer texto que nos indicará la coincidencia o no con los intereses mayoritarios de los distintos agentes educativos (sindicatos, familia, alumnado y ciudadanía en general) llegan sospechas que no auguran demasiado optimismo: el nuevo Sistema Público de Educación Vasca (aún una incógnita por desvelar), la articulación –con sus obligaciones correspondientes- de los centros concertados que se integren en este nuevo sistema, el papel prioritario real –no sólo teórico- de la Escuela Pública, la coordinación educativa efectiva con los ayuntamientos, el futuro del Consejo Escolar de Euskadi, los nuevos centros formadores para el profesorado, el plurilingüismo real del alumnado, la formación permanente del profesorado, o la creciente segregación escolar, por citar únicamente los temas que más en boca de quienes trabajamos en este sector crucial para la ciudadanía vasca.

Y a estas dudas se suman los interrogantes que arrastramos del curso anterior: el acuerdo negociador de condiciones laborales del personal docente en el aire, las inseguridades con el futuro de los Berritzegunes (centros de apoyo al profesorado vasco) o la falta de concreción de los procesos de estabilización y consolidación de plazas para miles de docentes interinos.

No, no ha empezado bien el curso escolar. Las dudas vencen con claridad sobre las certidumbres. Porque no se trata de creer a pies juntillas la propaganda oficial de que tenemos el mejor sistema educativo posible, sino de demostrar si es o no cierto. De ahí que haya quien aún se esté preguntando si, de verdad, se ha iniciado ya el nuevo curso escolar. Quizás sea que ha decaído significativamente el empuje motivador de aquella campaña publicitaria que durante años protagonizó un centro comercial con la “Vuelta al Cole”. Quizás otras pesadumbres –guerra en Ucrania, crisis medioambiental, cesta de la compra- estén desviando nuestra atención de lo que nos jugamos cuando hablamos seriamente de Educación. Sean unas u otras, me viene a la cabeza la imagen de Dory, recuerden, aquel precioso pez animado, compañero inseparable de Nemo, todo bondad, que sufría continuas pérdidas de memoria momentáneas que le hacían olvidar su propio significado. Confiemos que ninguno de nuestros dirigentes educativos esté en “fase Dory” y se olvide de todos los asuntos pendientes para los que reclamamos aclaración necesaria.

Lo que parecía lejano ha llegado. Esas vacaciones, que en su inicio parecían infinitas, hace tiempo que son sólo un recuerdo. Las ciudades, los pueblos vuelven a la rutina: el transporte escolar invadiendo espacios que creíamos ya conquistados para la ciudadanía; las risas –en ocasiones, los llantos- de las y los escolares camino de sus centros educativos; las prisas de las familias por llegar a la hora fijada a las escuelas; los medios informando del crecimiento desorbitado de los precios del gasto escolar; el Consejero de Educación, Jokin Bildarratz, declarando inaugurado el curso 2022-2023.Todo indica que la excepcionalidad de los días de asueto ha llegado a su fin.

Sin embargo, si se vuelven los ojos hacia las decisiones del Departamento de Educación del Gobierno Vasco, surgen ciertas dudas de si realmente ha empezado ya el curso. Vayamos con ellas; quizás tras su exposición, aparezcan las certezas que ahora no tenemos.