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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Las fiestas: pretexto para que algunos hombres desaten su violencia contra las mujeres

Isabel Camacho

En los últimos días, con apenas unas horas de diferencia, tres mujeres han sido víctimas en Euskadi en dos casos de agresiones machistas. Uno de ellos relacionado con la celebración de las fiestas; el último pretexto para que algunos hombres desaten su violencia contra las mujeres. El último ataque ha ocurrido en San Sebastián, antes hubo otros en Algorta y Pasajes.

Mientras, no se puede olvidar que en solo 10 días, 5 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas en España. Y, son 35 las muertes por violencia de género en lo que va de año.

¿Ha llegado el momento de pasar a la autodefensa feminista como proponían las convocantes de la manifestación contra la agresión a una joven en las fiestas donostiarras?

“Todas las criaturas tienen que aprender que existen depredadores. Sin este conocimiento, una mujer no podrá atravesar su propio bosque sin ser devorada”, escribía a finales del siglo pasado Clarissa Pinkola, psicoanalista y autora de ´Mujeres que corren con lobos`, traducido a más de una veintena de lenguas.

La realidad es que la violencia machista no cesa. Los dos casos más recientes en el País Vasco son distintos pero ambos, diabólicos. Los recuerdo brevemente:

El primero sucedió en Portugalete. Dos individuos sacan a golpes de una casa a la expareja de uno de ellos. La apalean, arrastran del pelo y ya en la calle, la ponen contra la pared mientras uno aprieta su cuello y el otro sujeta a una amiga que acude a los gritos de la víctima.

Una vecina avisa a la Ertzaintza. Llegan varias patrullas y también la Policía Municipal. Los agresores se revuelven aún más cuando ven que su plan ha fallado y van a ser detenidos. Ante los hechos, parece que existe un delito de violencia de género, varios por intento de secuestro y agresiones. La Ertzaintza así lo entendió y añadió otros como daño contra los agentes y los vehículos en los que fueron trasladados. Y, ¿el juez? ¿Qué entendió? Dejó en libertad a los dos hombres.

El segundo caso ocurrió apenas unas horas más tarde, en San Sebastián. Un tipo ataca sexualmente a una joven en la oscuridad de la primera noche festiva de la ciudad. La víctima intenta zafarse de su agresor que, finalmente, huye ante los gritos de la chica. La mujer ha presentado la denuncia y la Policía Autónoma busca al agresor.

Y, pregunto ¿si le identifican y detienen? ¿Qué hará el juez? Un intento; es solo un intento. Meter la mano por debajo del pantalón corto, como se detalla en las noticias, quizá no sea para tanto, según las leyes. Pero, ¿y si la víctima no logra ahuyentarle…?

Porque, y volviendo al caso de Portugalete –por ceñirme al último y no ahondar en otras decisiones judiciales en relación con la violencia de género- ¿no ha encontrado el juez motivo legal alguno para castigar a los dos agresores? ¿No considera que el intento de secuestro con violencia física a una expareja merece prisión preventiva? ¿No teme que vuelvan a intentarlo y que puedan tener éxito?

En fin, ¿quién defiende a las víctimas de la violencia machista?

Supongo que su señoría considera que no es su labor responder a estas preguntas. Su función es aplicar la ley. Y ¿dónde está el sentido de la justicia? ¿Qué hay de interpretarla, de pensar? Porque, no hacerlo es muy peligroso. ¿Puede un juez adoptar una decisión injusta, que incluso pone en peligro la vida de personas, amparándose -supongamos que es el caso- en que su función es solo aplicar la ley?

Cuando dejamos de pensar, dejamos de discernir. Dejamos de ser persona. Y es esa incapacidad de pensar la que propicia que muchos hombres, normales y corrientes, puedan cometer actos incomprensible y hasta de barbarie. Son palabras de Hannah Arendt, reconocida como una de las filósofas y escritoras más brillantes del siglo XX.

¿Piensan los depredadores en el daño a sus víctimas? En todo caso, su propio interés está por encima de cualquier consideración. Saben lo que hacen pero carecen de empatía. Lo justifican y se amparan en “se lo merece”.

Casi siempre subyace una falta de respeto a las mujeres, de educación en valores e igualdad.

Una agresión sexista tiene como objetivo mantener una relación de poder, abusando de la fuerza física y del miedo de la víctima.

Es esa una agresividad que se dirige solo a mujeres (hay otras relacionadas con la identidad sexual).

Parece incomprensible que aún haya hombres –y, me temo que también algunas mujeres- que bromeen con ciertas palabras que atacan la dignidad de las mujeres. Que no entiendan que el acoso y los tocamientos son una agresión. Es intolerable que haya machos que no comprendan que cuando una mujer dice “no” es “no”. ¿En qué siglo creen que viven?

A veces, al observar a chicos adolescentes asusta su comportamiento con las chicas de su edad; cómo les tratan, las palabras insultantes que les profieren. Los gestos, miradas y desprecios. Y, muchas de ellas siguen sentadas a su lado. O lloran. ¿Qué ven esos chicos en casa? ¿Qué les enseñan? La educación, el respeto, el derecho a la igualdad se debe iniciar en la familia. Después es muy difícil recomponer.

Porque la gran mayoría de los agresores sexuales son jóvenes. También los hombres que, como el de Portugalete, son verdugos de las mujeres víctimas de la violencia de género. Este tiene 32 años, los mismos que su amigo colaborador en el secuestro fallido.

Son del tipo de depredadores de los que hay que mantenerse alejada – y legisladores, jueces, policía, la sociedad en su conjunto deberían ayudar a facilitarlo - para que las mujeres puedan atravesar su propio bosque sin ser devoradas.

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