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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Otros modelos de feminismo

Marcha feminista en Bilbao

Ignacio Robles

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Recientemente hemos celebrado el 70 cumpleaños de aita. Cuando acabamos de cenar, se puso a fregar los cacharros como hace siempre, y al resto de la familia la conversación nos llevó al 8 de marzo. Entonces, aprovechando que no estaba escuchando, comenzamos a hablar sobre su vida desde un punto de vista que yo nunca había considerado.

Mi aita nació a finales de los años cuarenta en un pueblecito de Palencia que contaba con 400 habitantes por aquel entonces, en una familia humilde y tradicional. Recibió su educación en un seminario, como tantos chavales de la época, aunque las ganas de trabajar le llevaron joven a Madrid. No duró mucho allí, pronto se enamoró de una bilbaína que se lo trajo a su tierra. Lo normal hubiera sido tratar de repetir su esquema familiar y reclamar los privilegios que la España rural de la posguerra atribuía sin discusión a su sexo, pero eso nunca estuvo en sus planes. Nos contaba ama que recién nacido yo, a mediados de los setenta, estaba la abuela de visita y le gritó aterrada “¡Pero Santiago! ¡Cómo se te ocurre colgar la ropa, qué van a pensar las vecinas!”. Él, muy tranquilo, respondió que la ropa no iba a colgarse sola, y siguió con la tarea.

Soy un activista, no lo puedo evitar. No puedo con las injusticias, ya sean ecológicas, bélicas, sociales o de cualquier tipo, y llevo muchos años enfrentándome a ellas. Además, tengo unas profundas convicciones feministas y no veo posible un futuro que no sea en plena igualdad. La lucha por ese futuro en el complicado ámbito laboral de los bomberos me llevó a ganar un juicio por “flagrante vulneración del derecho fundamental a la igualdad entre hombres y mujeres”. Ahora, poco a poco, las mujeres se van haciendo un hueco en nuestra profesión, y yo estoy orgulloso de haber contribuido con mi granito de arena.

Mientras pensaba esto, ama seguía contando historias de un hombre que me lleva décadas de ventaja enfrentándose a lo establecido, que nunca ha necesitado ningún tipo de reconocimiento, y que seguía tranquilamente fregando los platos como si nada. Me sentí insignificante a su lado. El respeto y la admiración que ya sentía hacia él iban aumentando por momentos hasta que se me ocurrió insinuar que “aita es feminista”. Entonces fue cuando nos dimos cuenta de que sí estaba escuchando. Cerró el grifo, se dio la vuelta, y contestó un poco mosqueado que él no era feminista, que a ver si por pensar que las mujeres y los hombres eran iguales iba a tener que ser feminista. No seré yo el que le lleve la contraria.

Mi aita dice que no es feminista, pero hay una cosa que tiene muy clara: los hombres y las mujeres debemos tener los mismos derechos. No es de recibo que las mujeres sean agredidas, marginadas, violadas, humilladas, excluidas, asesinadas o explotadas solo por el hecho de serlo. Dice que no es feminista, pero nada de lo que se haga para acabar con la discriminación a la mujer le parecerá suficiente, y cada euro que se invierta contra la violencia machista le parecerá poco. Dice que no es feminista, pero lo lleva siendo a su manera toda la vida.

Hoy sin embargo, en vísperas de la que se espera sea la mayor celebración feminista de la historia, empezamos a ver el fenómeno contrario. Hoy, hombres profundamente machistas se suben al tren del feminismo para tratar de arañar un puñado de votos. Pablo Casado, por ejemplo, declara que incluso pensaba ir a la manifestación, pero que ha leído el manifiesto y le parece inasumible. Él defiende “otro modelo de feminismo”, contrapuesto al feminismo de izquierdas. Es decir, un feminismo de derechas, tradicionalista y católico, nostalgia de la España rural de la posguerra de la que huyó mi aita hace décadas, pero sacando a la mujer de la cocina para la foto de la campaña electoral.

El feminismo de Albert Rivera podría parecer mucho más “centrado”, sin embargo, empieza a chirriar cuando lleva por bandera la libertad de las mujeres para poner su sexo y su vientre al servicio del libre mercado. Es bien sabido que la explotación sexual y reproductiva de la mujer por parte del empresario es una reivindicación tradicional del “feminismo liberal” de toda la vida.

Aita acaba de fregar y se une a la conversación. Insiste en que él no es feminista, y acto seguido me recuerda que al día siguiente tengo guardia, a ver si necesito que vaya a despertar a los niños, darles el desayuno, vestirlos y llevarlos a la Eskola. Eso sí son otros modelos de feminismo, lo de Ribera y Casado es poca vergüenza.

*Ignacio Robles es candidato de Podemos a la alcaldía de Getxo

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