Cuarenta años del primer 'Gesto por la Paz' que removió las conciencias de la sociedad vasca frente a la violencia

Belén Ferreras

Bilbao —
26 de noviembre de 2025 21:37 h

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Hace cuarenta años, el 25 de noviembre de 1985, no solamente fue torturado Mikel Zabalza. ETA también mató a tres personas. En el mismo día, en dos atentados diferentes. Era una frecuencia macabra de muerte casi habitual en los peores años de plomo de la década de los 80 a la que la gran mayoría de los vascos asistía atónita, con dolor y hartazgo... pero en silencio. Ese 25 de noviembre, que era lunes, la ruleta rusa que hacía girar la banda terrorista sesgó la vida de los militares Rafael Melchor García y José Manuel Ibarzábal Duque, ambos en un atentado en Donostia, y del guardia civil Isidoro Díez Ratón, en otro atentado en Pasaia.

Un grupo de personas se decidió entonces a hacer un “gesto” simple –pero en aquella época nada sencillo– para sacar a la calle el dolor por los atentados, el hartazgo por la violencia y los deseos de paz que se quedaban para conversaciones privadas en la intimidad de entornos restringidos, si no siempre, en la mayoría de las ocasiones. Había miedo a significarse en público en contra de ETA, pero ese grupo cogió la pancarta y al día siguiente se concentró contra los atentados. Había nacido Gesto por la Paz.

La consigna a la que llegaron los impulsores era que ese gesto, 15 minutos de concentración en silencio, se produjera cada día después de una muerte violenta. Quiso ETA, que no el destino, que este grupo por la paz se estrenase con dos concentraciones seguidas. La primera fue el martes 26 de noviembre de 1985 en señal de repulsa por los asesinatos del día anterior. Un puñado de personas en la plaza Circular de Bilbao tras una pancarta con el lema 'Pakea zergatik ez? ¿Por qué no a la Paz? Pertsona bat hil dute. Han matado a una persona'. Poco después de esa primera concentración, los terroristas asesinaron en Lasarte a José Herrero, un guardiacivil retirado. El miércoles la concentración se repetía. Ya se veía que el camino iba a ser largo. Tardó 28 años en despedirse. El 1 de junio de 2013 realizaron un último acto en la plaza Circular, en el mismo lugar en el que arrancó aquel primer gesto. ETA había anunciado el cese definitivo de la violencia el 20 de octubre de 2011.

En realidad Gesto por la Paz empezó a gestarse dos años antes de esa primera concentración de 1985, en el Colegio de Escolapios de Bilbao, y en el seno de la fundación Itaka de este colegio. Un ciclo de conferencias sobre los distintos caminos para la paz dio lugar a diferentes iniciativas que se fueron madurando hasta materializarse en esas concentraciones silenciosas de 15 minutos en contra de la violencia. De la violencia de ETA sobre todo, pero también de los GAL o incluso tras muertes violentas de algún miembro de ETA.

Recuerda Txema Urkijo, uno de los históricos de Gesto por la Paz, que en esa primera convocatoria hubo mucha más gente de la esperada. De hecho, los organizadores de esa concentración de partida, entre los que estaban Imanol Zubero o Itziar Aspuru, enviaron remesas de cartas a personas dispuestas a participar para intentar que no hubiera menos de 30 personas tras la pancarta. Se juntaron alrededor de 200. “Hubo bastante más gente de lo que ellos pensaban que podía haber y por eso se continuaron con las concentraciones”, y poco a poco el gesto fue extendiéndose a diferentes puntos.

“Era un compromiso personal muy grande porque te significabas”

Pero no todas las concentraciones fueron como la primera. Sobre todo, dependiendo del lugar en el que se desarrollara. “Estar en las concentraciones de Gesto exigía un compromiso personal muy grande, porque implicaba un señalamiento, una identificación”, recuerda Urkijo, que luego llegó a asesor del Gobierno vasco en materia de Derechos Humanos. “No era una manifestación de miles de personas donde te diluyes en el anonimato de esa concentración, sino que eran concentraciones pequeñas que además se celebraban en los pueblos, en los barrios. Y lo hacías delante de tus propios vecinos, lo cual significaba que te estabas significando ya delante de ellos. Eso exigía un plus de compromiso. No nos suele gustar utilizar la palabra valentía, pero sí exigía el compromiso de significarse ante tus vecinos”, dice.

De hecho, recuerda concentraciones especialmete 'solitarias' como una en Alonsotegi en la que solo se juntaron dos personas, u otra en Llodio, con solo once. Muchas no pasaban de la media docena. “El gran valor de Gesto fue la postura activa contra la violencia”, dice Urkijo. “Porque además lo hacíamos justamente en la calle, que era el elemento esencial de legitimación de la violencia que tenía ETA, el apoyo social que tenía en la calle. Que nuestra actividad disputara la calle a quienes legitimaban la violencia, tenía razón de ser, tenía ese sentido. Decir: no en nuestro nombre. Esa violencia no se está ejerciendo en el nombre del pueblo vasco. Nosotros también somos pueblo vasco, estamos en la calle y estamos en contra de la violencia”, rememora.

Hubo amenazas, insultos, agresiones. “No podemos negar que, efectivamente, sobre todo en algunos lugares hubo situaciones muy complicadas de agresión, de insultos. El grado de aceptación por parte de la sociedad creo que fue paulatino, fue una labor de hormiguita”, recuerda. “La gente empezó a conocer cada vez más la existencia de un cauce de participación y de expresión de rechazo a la violencia e iba participando cada vez más”, apunta.

Considera que fue determinante en la mayor participación de la sociedad vasca en el rechazo público a la violencia los largos periodos de secuestros realizados por la banda terrorista. El secuestro de Julio Iglesias Zamora, en julio de 1993, dio lugar al lazo azul como seña de exigencia de liberación. Luego ETA secuestró al empresario José María Aldaya, en 1995. Y en 1996 al funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara. Además, de promover lazo azul en la solapa, Gesto por la Paz realizó todo ese tiempo de secuestros concentraciones cada lunes para exigir la liberación de los secuestrados “lo que posibilitó un fortalecimiento de la movilización”.

“Se suele hacer una lectura del asesinato de Miguel Ángel Blanco como el paradigma del cambio, el punto de inflexión en la respuesta de la sociedad vasca ante la violencia. Yo creo que no fue así. Creo que el asesinato de Miguel Ángel Blanco, con el que arrancó el denominado 'espíritu de Ermua', fue la guinda de un proceso que ya había comenzado”, opina. De hecho, en 1993 Gesto por la Paz fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias de la Concordia por su “abnegado afán de contribuir a eliminar la violencia y establecer y consolidar la paz”.  “Fuimos el cauce, la herramienta para que la gente pudiera expresar ese rechazo a la violencia”, recuerda.

Mirando atrás, Urkijo destaca la importancia de mantener la memoria. “Ahora con la tranquilidad que disfrutamos, siempre hay un proceso natural de olvido de aquello que nos genera malestar. Pero yo creo que es imprescindible recordar. La memoria de esa luchas por la paz y la libertad en todos los ámbitos y en todos los contextos”, valora. Advierte de que “no hay nada ganado permanentemente, no hay nada conseguido”. “Hay que trabajar y hay que luchar día a día. Las situaciones serán diferentes, pero siempre hay un motivo por el cual seguir siendo un activista de valores de la libertad, la paz, los derechos humanos. Recordar aquello que sucedió sirve también para vacunarnos contra lo que está sucediendo ahora o contra lo que pueda venir”, señala.

Recuerda Urkijo que en la sociedad vasca, como en el conjunto de Europa, hay que estar atentos a “aspectos que tienen que ver con el fanatismo, con el dogmatismo y con actitudes proclives también a la violencia, como el totalitarismo”. Además señala que en Euskadi hay otro problema “específico”. “Todavía quedan rescoldos de gente, minoritarios, no me cabe la menor duda, pero que no ha llegado a deslegitimar la violencia que se utilizó en su momento y, por tanto, en un momento determinado, puede reavivar y puede resucitar eso”, afirma. Aunque no quiere ser de los “alarmistas”. Pero eso sí, “hay que estar vigilante siempre” para que el pasado no se repita.

elDiario.es/Euskadi

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