Extremadura escribe un único texto: encuentros literarios en clave comunitaria

Al mismo tiempo que Pilar Galán lee un microrrelato en la biblioteca de Burguillos del Cerro, el Premio Nacional de la Crítica, Ben Clark, sonríe a su lado, con uno de sus poemas a punto de encontrar una nueva dueña. Los separan apenas unos centímetros, y los une la misma vocación de contar la vida, bien desde los márgenes bien desde unas fronteras más amplias, pero siempre desde esos lugares donde la literatura aún se puede pronunciar despacio. A unos kilómetros de allí, en Fuentes de León, Chus García y Miguel Ángel Sánchez hablan del tiempo y de la infancia que se quedan en los bordes de la provincia. Es diciembre y Extremadura parece escribir un solo texto, hilado por la voz de quienes, con su literatura, han aprendido a mirar despacio para que el resto también pueda ver lo que ellos revelan con palabras.

Otro día frío de invierno, en Benquerencia de la Serena, Esperanza Macera y Antolín Castaño recuerdan a las mujeres que sostienen el mundo rural con palabras que son también resistencia; y en Villar de los Montes, Antonio Castro y Nía Estévez transforman la Nave Amarilla en un escenario donde la emoción se pronuncia en voz baja, casi como una confidencia.

Mientras tanto, en Alconchel, Elena Álvarez y Antonia Cerrato construyen con prosa y algunos versos un puente, una forma de tender la mano entre generaciones.

El programa ‘Literatura en mi pueblo’, impulsado por la Diputación de Badajoz y la de Cáceres y la Asociación de Escritores y Escritoras de Extremadura (AEEX), convierte cada biblioteca municipal en una estación de paso para las palabras dichas, los afectos y las palabras escuchadas. No es un ciclo de lecturas, ni una agenda cultural al uso: es un mapa vivo de encuentros humanos. Se impulsa desde una convicción sencilla y poderosa la de que la cultura, para ser veraz y completa, debe llegar a todos los lugares, también y por supuesto a los más pequeños. Que la literatura no necesita escenarios solemnes, sino ojos y oídos atentos. Y una boca que quiera traducir lo que la mano ya escribió.

No es un ciclo de lecturas, ni una agenda cultural al uso: es un mapa vivo de encuentros humanos

Palabras que cruzan carreteras locales

Esta especie de ruta literaria comenzó el 21 de octubre en Herrera del Duque, donde Jorge Alves y Ramona Palomares inauguraron el programa entre un vecindario que acudió a escuchar poemas como quien se asoma a un pozo antiguo. Pocos días después, en Castilblanco, Andrés Gutiérrez Morillo y Antonio Jesús González llenaron la biblioteca pública ‘Juan Caballero’ de relatos sobre el paso del tiempo, la familia y la vida cotidiana, mientras que en Valverde de Burguillos, Juan Manuel Morales y Salvador Vaquero compartieron lecturas que combinaban humor y ternura, demostrando que la literatura extremeña respira la misma pluralidad que su tierra.

El recorrido continúa por Segura de León, con Marciano Martín Manuel y Teresa Guzmán; por Jerez de los Caballeros, donde José Manuel Barrado Sánchez y Fany Koma muestran su duelo entre poesía y narrativa; y por Monterrubio de la Serena, donde Pepa Gómez Bustamante y José Cercas vuelven a recordarnos que escribir es, a veces, una forma de volver a casa.

Y el viaje no termina ahí: en Calera de León, Plácido Ramírez y Loli Galeano despidieron noviembre con lecturas en el auditorio del conventual, antes de que Laura Núñez Salguero y Ángela Sayago Martínez cierren el año literario el 4 de diciembre en Corte de Peleas, cuando ya empiece a oler a invierno de verdad y las palabras se mezclan con el humo de las chimeneas.

La Diputación de Cáceres llevará también este otoño la voz de autoras y autores extremeños a distintos rincones de la provincia: Nuno Pires abrió los encuentros en Campo Lugar, seguido de Raquel Gamero en Deleitosa, Rosa López en Mohedas de Granadilla y Laura Salguero en Santa Cruz de Paniagua. También participarán Marino González en Romangordo, Alberto Navalón en Valdastillas, Urbano Pérez en Guijo de Granadilla, Pilar López Ávila en Ceclavín y Ángel Borreguero en Talayuela. A finales de noviembre, Salvador Vaquero llevó sus historias a Serrejón, e Isabel Pérez en Cabañas del Castillo, Miriam Rivero en Tejeda de Tiétar, Antonio Gutiérrez en Azabal, Alba Gustos en Castañar de Ibor y Ana Bermejo en Valdehúncar, cerrando así una edición que vuelve a situar la palabra en el corazón del mundo rural cacereño. Y es que como dice Pilar Galán: “Literatura en Extremadura es coger el coche y hacerte 200 kilómetros para reunirte con lectoras y lectores”.

La literatura como territorio común

La idea de llevar libros y autores a los pueblos no es nueva, pero pocas veces se hace con tanta coherencia entre lo simbólico y lo real. Cada una de estas citas tiene lugar en bibliotecas municipales, casas de cultura o auditorios que suelen ser también los lugares donde la comunidad se reúne. La literatura, así, no solo se presenta: se conversa.

Los encuentros se llenan de preguntas, de historias compartidas, de ese tipo de diálogo que solo se da cuando la distancia entre escritor y lector se disuelve. Ir a leer a cada pueblo es como volver a un territorio afectivo porque no se hace desde una tarima sino desde la misma tierra que pisan quienes escuchan.

Y en ese gesto, aparentemente sencillo, reside la fuerza de este programa: devolver la literatura a su origen comunitario, al calor de los lugares donde la palabra aún conserva algo de ceremonia.

Una provincia que se escribe y se lee

En los últimos años, las diputaciones provinciales y la AEEX han insistido en la importancia de democratizar el acceso a la cultura, no solo como entretenimiento, sino como forma de participación y de identidad colectiva. ‘Literatura en mi pueblo’ encarna esa aspiración. Fomenta la vida intelectual y cultural de las y los extremeños, impulsa el diálogo entre generaciones y defiende la idea de que leer —y escuchar leer— es un acto político y poético al mismo tiempo.

Las voces que participan no solo representan la diversidad literaria de la región; también son testimonio de un modo de estar en el mundo. La poesía, la narrativa social, la mirada simbólica, la tradición lírica, todas comparten una raíz común: la de quienes entienden la escritura como una forma de arraigo.

Extremadura, en este sentido, no solo es paisaje: es materia literaria. Cada uno de estos encuentros es una reivindicación de la palabra que se pronuncian en las zonas rurales, que sobreviven a la despoblación para evitar el abandono.

Un eco que se queda

Quizás, dentro de unos años, alguien recuerde haber asistido a una de estas tardes de lectura. Quizás un adolescente de La Nava de Santiago o una mujer de Alconchel conserve el recuerdo de un poema escuchado por primera vez en la biblioteca del pueblo. Esa semilla, invisible, pero persistente, es el verdadero fruto de iniciativas como esta.

Porque al final, la literatura no solo se escribe y se transmite porque como la literatura es vida, lo que en realidad se transfunde no son solo palabras sino la vida en sí misma.

Y en estos pueblos donde aún se conservan las ganas de reunirse a escuchar, ‘Literatura en mi pueblo’ se convierte en lo que verdaderamente es —como una profecía autocumplida—: una conversación emocionante entre quienes escriben y quienes desean habitar lo que otros han escrito, para convertir su propia vida en otra vida, o exprimir más la suya, o simplemente convertirla en relato. Porque el tiempo será oro pero la literatura también.