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Crónica teatral

El Festival de Mérida inicia su despedida con un grito de recuerdo a las víctimas silenciadas

Imagen del estreno este miércoles de la obra Ifigenia, versión de Silvia Zarco, un viaje al pasado para reencontrar "el kilómetro cero" de la violencia contra las mujeres, y que protagonizan Juanjo Artero y María Garralón; obra que cerrará la 70ª edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida con representaciones entre el 21 y 25 de agosto.

Efe / Pablo Caro

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El Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida vivía esta pasada noche de miércoles el último estreno de la presente edición con “Ifigenia”, obra con la que se lanza un grito de recuerdo a las víctimas silenciadas y oprimidas, mujeres asesinadas y condenadas por la historia, pero también a los niños y niñas expulsados cada día por el mar o muertos en guerras.

“Ifigenia” es una producción extremeña, a partir del texto de Silvia Zarco, dirigida por Eva Romero y con un plantel que encabezan los actores Juanjo Artero (Agamenón) y María Garralón (Hécuba), que se reencuentran en la tablas de un teatro más de cuarenta años después formar parte del elenco de la inolvidable serie de televisión “Verano Azul”.

A ellos se suman la extremeña Laura Moreira, en el papel de Ifigenia, la joven que debe morir para que Grecia siga teniendo el favor divino en su campaña para conquistar Troya; Alberto Barahona, Beli Cienfuegos, Nuria Cuadrado, Nestor Rubio, Ruben Lanzazo y Maite Vallecillo, entre otros.

La obra se nos plantea como un viaje al pasado, donde encontrar el kilómetro cero de la violencia contra las mujeres, según su autora, ya que la muerte de Ifigenia es la primera en la literatura occidental, y con el objetivo de convertir Mérida en un espacio de reflexión que nos ayude a ser mejores.

Al público se le presenta un rey Agamenón -con Juanjo Artero que vuelve a Mérida dieciséis años después- que se debate en una terrible y constante duda: matar a su hija como le pide el oráculo para conseguir su meta o renunciar, con el temor cierto de que conduciría a su patria y a su familia a la muerte, y que finalmente se decanta por terminar con la vida de esta.

“No soy un criminal, no soy un criminal”, clama ante su hija, que se pregunta “que tengo yo que ver con el honor de un hombre y la fama de una patria, si lo que quiero es vivir y conocer el amor”, una pregunta que también le hace su esposa Clitemnestra, y Políxena, hija de Hécuba, también sacrificada para honrar a Aquiles.

Aunque habla del pasado, esta obra nos quiere poner ante el espejo como sociedad, ya que esa misma pregunta con todas las variantes posibles como dice Eva Romero, es la que se hacen los niños y niñas sacrificados a diario por la escalada imparable de la violencia de la guerra y que quedan expuestos a sufrir abusos y explotación.

Pero esta Ifigenia “extremeña”, creada a partir de tres tragedias clásicas por las que discurre la victoria en la guerra de Troya, quiere hacer justicia y acabar con el silencio porque, como decía María Garralón en la presentación, “basta ya de asistir inmunes a un genocidio televisado, acostumbrado a convivir con la tragedia y el crimen”

Por ello, busca ser una ofrenda teatral a aquellas mujeres que interpelan desde el pasado y que alientan y empujan a las que están vivas para crear un orden nuevo en el que no se necesite ser valiente para vivir con libertad.

El sueño era, según Eva Romero, poder contar que la muerte de Ifigenia sirvió para algo, que ya no se asesina a las mujeres, que se ha aprendido a resolver los conflictos y poner fin a las guerras y que ya no es necesario que las madres se tomen la justicia por su mano, “pero no es posible y por eso se pretende reconquistar la voz y la palabra”.

“Seguiremos gritando desde las sombras hasta que se abra una grieta de luz”, claman Clitemnestra y Hécuba, reinas de mundos enfrentados, pero unidas por el dolor la muertes de sus hijos.

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