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La razón y la duda de Hipatia de Alejandría iluminan un mundo lleno de dogmas

Los actores Paula Iwasaki y Alberto Iglesias en el Festival de Mérida. EFE/ Jero Morales

EFE/Mario Ramos

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 “Hipatia de Alejandría” ha mostrado esta noche la lucha de la filósofa y astrónoma, Hipatia, encarnada por Paula Iwasaki, contra las cadenas que atan a la humanidad y la empujan a un mundo lleno de oscurantismos provocados por las violentas interpretaciones religiosas de aquellos que ven justificado el uso de la espada y el fuego para imponer su dogma.

En la cuarta representación teatral de la 67 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, “Hipatia de Alejandría”, ha llevado al escenario emeritense los últimos meses de vida de una mujer contemporánea, que vivió en el siglo III d.C., y que ha iluminado mediante el uso de la razón y un aprendizaje enriquecido por la diversidad, el Teatro Romano de Mérida.

Hipatia fue, y a partir de este miércoles seguirá siendo en la memoria de los espectadores, una joven independiente, libre y autónoma, que luchó en contra de lo que el mundo esperaba de ella por el simple hecho de ser mujer, alejándose de esta manera, de las imposiciones de los hombres en pos del conocimiento.

La obra escrita por Miguel Murillo y dirigida por Pedro A. Penco, ha reflejado la vida de una joven científica como pretexto para escenificar una época convulsa, similar a la actual, donde los dioses daban paso a las nuevas religiones que surgían acompañadas de fanatismos y una única forma de entender el mundo, y en el que las mujeres viven supeditadas a la voluntad de los hombres.

“¿Por qué una mujer no puede medir estrellas o buscar los pilares del universo?, ¿Acaso no puedo pensar por ser mujer?”, se preguntaba.

Ella creía en un espacio de convivencia entre todo tipo de creencias religiosas, estatus sociales, etnias y sensibilidades.

La duda invade a Hipatia por estar rodeada de unos dioses que no ve, y que encarnan las respuestas de las cuestiones existenciales que los humanos se plantean, mientras miran hacia el universo pidiendo a Mercurio, Venus, Marte, Júpiter o Saturno su clemencia.

“La oscilación de estos dioses señala el rumbo de la vida y la muerte, además del crecimiento y ocaso de la humanidad, es por eso que quiero liberar al mundo de todos ellos”.

Pero Hipatia no quiere a nadie a su lado que no sea capaz de ver más allá de los astros, porque a ciegas, “la humanidad a ido construyendo un mundo lleno de guerras y dogmas”.

Con la razón, la hija del sabio Teón de Alejandría, representado por Alberto Iglesias, pretende quitarnos la venda de nuestros ojos y sobre todo de nuestra mente, para evitar así, “que cualquier vende humos se convierta en dios”.

“Nadie osará a profanar el destino que ha señalado el universo y los dioses”, un aforismo al que Hipatia y su padre se enfrentan cuestionando continuamente las virtudes de esas divinidades a los que los humanos han dotado de poder.

“Los dioses poco tienen que ver con órbitas y círculos, solamente son una manera de darle sentido a sucesos cuyo origen desconocemos, y cuando la luz de la ciencia ilumine el universo, los dioses dejarán su lugar a la razón”, afirma Teón.

Mientras tanto, Hipatia busca la respuesta mirando la oscilación y el vaivén de los astros, para mostrar a aquellos que mezclan los sueños infantiles con la razón madura, que la tierra no es el centro del universo.

En su intento se topará con el surgimiento de un cristianismo que pretende la conversión de los paganos en nombre de un Dios, aún joven por aquel entonces, e imponer así “la ira santa y la ira de los pacíficos”.

Por su parte, el aprendiz y futuro prefecto imperial, Orestes (Daniel Holguín), le plantea a Hipatia fugarse juntos, debido a las continuas hostilidades cristianas encabezadas por Pedro el lector (José Antonio Lucia) que anima a sus seguidores a lanzar piedras a su serapeo.

Ella finalmente rechaza la propuesta de Orestes con un amor que choca con el que le procesa a las ciencias.

“Son piedras lanzadas por la ignorancia y el odio”, de hecho una de ellas impactará en la cabeza del padre de Hipatia, lo que le significará la muerte.

En la escalada de violencia entre cristianos y judíos se encuentran los aprendices de la joven, que además de Orestes, se hallan, Cirilo interpretado por Rafa Nuñéz, y Sinesio, interpretado por Guillermo Serrano, los cuales no dudarán en proteger a su maestra aunque ello les cueste la vida.

Gracias a Hipatia, el círculo evoluciona a elipsis, y con este descubrimiento demuestra que no existen dos soles sino uno, y que la tierra gira entorno a este.

“La elipsis acerca la verdad y aleja las supersticiones y los sacrificios”.

Finalmente, la turba cristiana maniata a Hipatia a una cruz y entre gritos de “¡bruja!” la matan para acabar con su memoria, pero esta noche, el teatro romano de Mérida ha podido, varios siglos después, ser testigo de la historia de una mujer transgresora, que intentó cambiar la sociedad en la que vivía, y que murió de forma injusta por defender unos valores y unas ideas que hoy día peligran. 

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