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Anadigna, la bodega gallega que ha vencido a dos gigantes del sector para conservar el nombre de su abuela

Carlos Rey, impulsor de los vinos Anadigna

Miguel Pardo

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David ha vencido definitivamente a Goliat en el mundo del vino. El Tribunal Supremo acaba de dar definitivamente la razón a una pequeña bodega gallega, que podrá usar ya sin restricciones ni riesgo el nombre de la abuela de su dueño para su vino: Anadigna. Lo hará después de que dos gigantes del sector, Codorníu y Pagos del Rey, hayan intentado evitarlo por la supuesta semejanza excesiva de esa denominación con la que estas empresas daban a un cava, Anna, y a un blanco de Rueda, Analivia.

El fallo ha llegado tras una batalla judicial de casi cuatro años, desde que en 2015, Carlos Rey Lustres, dueño de una pequeña bodega de Meaño (Pontevedra), bautizó con el nombre de su abuela su primer vino, un albariño monovarietal cosechado en las antiguas tierras de Anadigna. Codorníu y Pagos del Rey presentaron entonces un recurso de alzada contra la inscripción en la Oficina de Patentes, que había autorizado la marca para diez años pero acabó retirándola.

Rey Lustres acudió a la justicia. Entiende que estas grandes empresas “se creen propietarios de todas las Ana, que es un nombre propio”. “Pero Anadigna era el nombre de mi abuela”, explica quien tuvo incluso que acreditar con el libro de familia el antropónimo de su familiar para que el Tribunal Superior de Justicia de Galicia (TSXG) le diese la razón a finales de 2017 con una sentencia en la que alega que la semejanza fonética con las marcas de las grandes empresas del sector “no es de la entidad suficiente para que pueda producir confusión en el mercado”.

Argumentaba el TSXG que la pequeña bodega gallega “pertenece a una denominación de origen de un muy especial y valioso tipo de vino propio de una región muy conocida y específica —Rías Baixas—, muy distinto a los otros vinos y licores propios de las otras empresas contendientes por la marca”.

“Hallándose la explicación del nombre comercial en el hecho de que su abuela se llamaba María Anadigna aleja toda idea maliciosa de aprovecharse de cualquier nombre comercial o marca ajenas de parecida significación”, decía el TSXG, que aseguraba que Carlos Rey se había limitado a “aprovechar como negocio una pequeña bodega de vino albariño de poca extensión y mínima producción en su casa matriz familiar” de Meaño, en la comarca de O Salnés.

Son 9.000 botellas anuales fruto del trabajo en una hectárea repartida en cuatro fincas frente a los 45 millones que produce Codorníu o las 70 marcas diferentes y de varias denominaciones de origen de Pagos del Rey. Y un nombre, el de Anadigna, que le enseñó a Carlos Rey “la cultura del vino y el cariño por el arte de elaborarlo y hacer las cosas bien”.

A pesar de que la historia ha terminado bien, Carlos Rey advierte de que él ha podido acudir al juzgado y esperar porque la bodega no es su principal fuente de ingresos, “pero estos procesos pueden hundir una pequeña empresa que comienza con un proyecto con más ganas que recursos económicos2. ”Por el contrario, estas grandes compañías tienen bufetes de abogados y tienen que justificar ese gasto; para ellos no significa nada, pero a una firma emergente la pueden hundir“, añade.

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