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Paralizan las obras que afectan a la muralla de Palma por “incumplimientos” de la la empresa adjudicataria

Las obras que afectan a la muralla renacentista de Palma.

elDiario.es / Europa Press

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Técnicos del Ayuntamiento de Palma ordenaron este jueves paralizar una parte de las obras de la renovación de canalizaciones y pavimento de la plaza de España, concretamente allí donde discurren restos de la muralla renacentista, a la empresa adjudicataria Melchor Mascaró, por “incumplimientos” de las directrices marcadas por el Departamento de Patrimonio del Consell de Mallorca.

Según ha informado el Consistorio en un comunicado, se ha ordenado la paralización de las obras en el ámbito por el que discurre un tramo de la muralla renacentista situado ante los establecimientos de comida rápida -el lado de la calle Marie Curie de la plaza de España- hasta que el Servicio de Patrimonio evaluara e inspeccionara la obra.

Esta decisión se tomó después de que el pasado 16 de mayo la dirección facultativa de la obra constatara y documentara de manera gráfica “incumplimientos” por parte de la empresa adjudicataria de las directrices marcadas por Patrimonio a esta obra.

Este viernes, el Ayuntamiento ha enviado un informe a Patrimonio del Consell con toda la documentación que se ha recabado. Así mismo, se han documentado nuevos hallazgos -presumiblemente el puente de la Porta Pintada-. El Consistorio ejecutará ahora las medidas necesarias incluyendo las penalidades que se puedan derivar conforme a los pliegos que rigen el contrato y la legislación vigente en materia de contratos.

Además, ha exigido un cambio del jefe de obra asignado para evitar que se puedan producir más decisiones de forma “unilateral” en la ejecución de estas obras y especialmente en los puntos objeto de autorizaciones por parte de Patrimonio y administraciones competentes.

La muralla de Palma

La muralla renacentista, proyectada en el siglo XVI ante las nuevas necesidades defensivas que trajeron los nuevos tiempos tras el abandono de la Edad Media, cercaba la ciudad a lo largo de un anillo de seis kilómetros ataviado con doce baluartes –ocho terrestres y cuatro marítimos– y ocho puertas que daban acceso al interior de la urbe. Con el tiempo, el recinto sería reforzado con un hornabeque y varios revellines. Fue, con toda seguridad, la obra más colosal de cuantas se han construido en los dos mil años de historia de Palma y una de las de mayor envergadura de las erigidas en España.

A principios del mes de marzo, más de cien años después de que la mayor parte de aquella infraestructura fuese demolida al abrigo de las corrientes higienistas que dominaron Europa a finales del siglo XIX, la muralla de Palma volvió a ser noticia porque un socavón de ocho metros saco a la luz parte de uno de los bastiones que la coronaban, el conocido como baluarte de Santa Margalida.

El boquete copó buena parte de la actualidad balear y nacional. No era para menos. Palma amanecía con la noticia del hundimiento del asfalto de parte de las Avenidas, una de las arterias principales de la ciudad, tras el implacable paso de la borrasca Juliette. La céntrica vía circunvala el casco histórico de la capital balear siguiendo el trazado del antiguo cinturón renacentista y es precisamente en el subsuelo donde yacen las paredes inferiores de la fortificación.

Tras el derribo de los muros superiores del recinto defensivo entre finales del siglo XIX y principios del XX, el foso fue rellenado y la ciudad comenzó a expandirse más allá de la zona que durante siglos habían ocupado las murallas. Hasta entonces, fuera de Ciutat tan solo había edificaciones dispersas, algunos arrabales junto a la costa, varios conventos, posesiones agrícolas y molinos. Al igual que sucedió con otras ciudades europeas, Palma se encomendaba al desarrollo industrial y se abría a la modernidad con un derrocamiento que, además, no se libró de la especulación inmobiliaria.

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