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PP y Vox ponen de excusa a Google Maps para borrar a Margalida, sindicalista que luchó por las trabajadoras en la República

La sindicalista Margalida Roig en una foto de archivo.

Pablo Sierra del Sol

Eivissa —

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Aguanta el micrófono con la mano derecha mientras, con la izquierda, sujeta el culo de un bebé. La voz le tiembla y la niña de tres meses que tiene pegada al pecho parece notarlo. La cabecita, medio pelona, emerge de un portabebé de color azul, y gira el cuello a la derecha. Durante un par de segundos dos pequeños ojos miran a la cámara. Asustados y calmados al mismo tiempo. Como si entendieran las palabras, como si el cuerpo de la madre le estuviera transmitiendo a la hija, además de calor, la angustia que le causa pronunciarlas. Quizás por eso la hija no llora, para tranquilizar a su madre. Al fondo de la imagen se ven sillas ocres, el respaldo pálido porque las baña el sol que entra por la ventana. Un par de hombres escuchan con atención a la mujer que ha entrado hace apenas unos minutos en el Ayuntamiento de Sant Josep de sa Talaia (Eivissa) y que, cuando el turno de ruegos y preguntas del pleno del mes de noviembre estaba a punto de terminar, pidió la palabra.

–Pues si no tenemos más que tratar… perdón.

Dijo el alcalde, justo antes de concedérsela, al percatarse que había una vecina más con ganas de intervenir. 

–¿Por qué motivo se quiere cambiar la calle de la sindicalista Roig Colomar?

Preguntó a bocajarro una mujer en la treintena, el moño recogido, una sudadera con capucha y una niña de tres meses pegada a su pecho. El alcalde titubeó unos segundos antes de responderle: 

–[La moción] viene avalada por diferentes firmas de diferentes vecinos que viven en la calle. Hemos aprobado la instancia a hacer la modificación… si es oportuno. Simplemente tendremos que atender esta petición…

–¿Y en qué se basan, qué razones dan para cambiar el nombre?

El alcalde pidió a la mujer que no le interrumpiera y añadió: 

–Las razones que tengan los vecinos, simplemente, creo que no es motivo de debate en este pleno.

El alcalde es Vicent Roig, del Partido Popular. El motivo de la conversación es una moción que se ha votado dos horas antes, en mitad de un pleno maratoniano que duró cuatro: a propuesta de Vox, los populares, que gobiernan en solitario, aprueban quitarle el nombre de Margalida Roig Colomar, represaliada por la última dictadura que ha sufrido España, a una calle de Sant Jordi de ses Salines. La mujer que pregunta y la niña asustada dentro de un portabebés de color azul se llaman Marina y Tànit: son la nieta y la bisnieta de esta sindicalista a la que todos conocían por el malnom de su casa natal, Llogat.

Roig le pide calma a Marina, que mira a su hermana Neus, quien aparece junto a ella a la derecha del plano. Les anima a ver el debate que han tenido los cinco partidos que tienen representación en Sant Josep. Asegura que, aunque se atienden con esta moción las quejas de varios vecinos que se han visto afectados (paquetes que no llegan, clientes que se pierden, documentos que hay que renovar con el nuevo domicilio) por el cambio de nombre (decidido por unanimidad hace casi cinco años) la familia de Margalida Llogat puede estar tranquila. “Se le pondrá el nombre a otra calle, con una importancia igual o mayor que la calle que tiene ahora mismo”, dice el alcalde. Luego niega que el voto que acaba de emitir y deshace lo que él mismo votó hace cinco años, cuando era concejal en la oposición, tenga motivos ideológicos. “Os doy la enhorabuena”, les dice Roig a Marina y Neus, “por ser nietas de una mujer luchadora. Desde el PP siempre hemos respaldado las actuaciones que se han hecho a favor [de recuperar la memoria] de Margalida Roig”.

El plano de la cámara que retransmite el pleno por YouTube se abre cuando acaba de hablar el alcalde. Tras las bancadas donde se sientan los veintiún concejales del Ayuntamiento hay cuatro cuadros a lado y lado de un retrato de Felipe VI. El primero empezando por la derecha, si se mira hacia la pared, en el extremo izquierdo si se tiene como referencia al jefe de Estado, hay una señora de moño negro. La pintaron con la cabeza ligeramente ladeada y una expresión amable en el rostro. Es Margalida Roig i Colomar. La única mujer que ha obtenido el título de hija ilustre de Sant Josep de sa Talaia. Durante poco más de tres años, entre el 18 de septiembre de 2020 y el 28 de noviembre de 2023, también ha sido la única mujer que daba nombre a una calle del municipio. Honor que mantendrá mientras se completan los trámites de la moción aprobada en el último pleno.

La sindicalista

La importancia de Margalida Roig i Colomar en la memoria democrática de la isla está bien reflejada en el artículo que escribió la historiadora Fanny Tur en la Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera donde glosa su vida. Para entender el trasfondo del debate del pleno del Ayuntamiento de Sant Josep que sucedió este martes hay que retroceder más de un siglo. Imaginar la infancia de una niña que nació en una casa cerca de los estanques salineros, en la parroquia de Sant Francesc. Su padre estuvo décadas yendo y viniendo de América, donde emigró y murió: está enterrado en Argentina. Su madre era una mujer que sabía leer y escribir, y se preocupó que sus hijos aprendieran. Sus hermanos eran militantes de las Juventudes Socialistas y frecuentaban la Casa del Pueblo.

Ella empezó a trabajar con quince años en la fábrica de calcetines de Can Ventosa. Los jefes eran hombres y las manos que trabajaban, de mujer. Margalida se afilió a la Unión General de Trabajadores y, en marzo de 1936, participó en la creación de la Unión Obrera Femenina. Las ciento cincuenta trabajadoras de Calcetería Hispánica estaban sindicadas y, al acabar los turnos, muchas escuchaban a la hija de Can Llogat hablar de derechos y libertades en un local de la calle Comte del Rosselló. 

Unos meses después, a cinco días del golpe de Estado del 18 de julio, las trabajadoras de Can Ventosa convocaron una huelga que le costaría muy cara a Margalida Roig y a su familia. Ella salió de Vila, donde vivía, y se refugió en Sant Francesc, pero fue detenida antes de que pudiera escapar hacia el puerto republicano de Valencia. En agosto de 1936 se convirtió en la primera mujer que fue a la cárcel por sus ideas y filiación izquierdista. La acusaron, con ironía macabra, de adhesión a la rebelión. Condenada a cadena perpetua, pasó siete años en la cárcel central de Palma.

En agosto de 1936 se convirtió en la primera mujer que fue a la cárcel por sus ideas y filiación izquierdista. La acusaron, con ironía macabra, de adhesión a la rebelión. Condenada a cadena perpetua, pasó siete años en la cárcel central de Palma

Entre medias, los Llogat perdieron su casa, en la calle Santa Creu de Dalt Vila y una feixa (parcela de tierra) en es Prat de ses Monges, porque no pudieron pagar las 4.666 pesetas de multa que recibió Margalida. Más doloroso fue para la sindicalista la muerte de su madre. Sin recursos y delicada de salud, ingresó en La Misericòrdia, el hospital de beneficencia de Palma. Allí murió, sin poder visitar a su hija en la prisión y sin que en la prisión dejaran que su hija la visitara o acudiera a un entierro que no se produjo. La madre de Margalida Llogat fue arrojada a una fosa común.

En 1943, a la presa Roig Colomar le conmutaron la perpetua por doce años de una especie de arresto domiciliario atenuado: le daban permiso para salir a trabajar o para acudir a la iglesia. Con treinta y cinco años, Margalida reinició su vida en Eivissa, pero le dio tiempo de casarse y tener hijos. Con Josep Boned, un vecino de Sant Jordi que había estado afiliado al Partido Comunista durante la República y la Guerra Civil, y que luego sobrevivió a un internamiento en el campo de concentración de Formentera. El 28 de junio de 1966, dos décadas exactas del indulto que le concedió Francisco Franco, Margalida Llogat murió en la casa de la calle Santa Creu de Dalt Vila, a unas puertas del domicilio que le robaron, donde vivía con su marido y sus tres hijos: Joan, Esperança y Josep. Al pequeño lo tuvo cuando ya tenía cuarenta y cuatro años y él perdió a su madre cuando tenía apenas doce.

La lucha de la familia por mantener la calle

“Mi tío Pep, el pequeño, es quien ha mantenido viva la memoria de mi abuela. A mi abuelo lo conocí de niña. Murió cuando tenía nueve. Nunca renunció a sus ideas, pero no le gustaba recordar a su mujer. Mi padre y mi tía han hablado muy poco de ella, es un tema doloroso. En cambio, Pep investigó e insistió e insistió hasta conseguir que se recuperara la memoria de Margalida Llogat. Sin su constancia no la habrían nombrado hija ilustre en 2011”, dice Marina Bonet.

Los gimoteos de su hija acompañan cada frase, a veces por encima, a veces por debajo de la voz de su madre. Tànit tiene un berrinche. Hoy es Marina quien está inquieta, pero calmada. Ayer estuvo muy cerca de romper a llorar cuando, micrófono en mano y las caras del alcalde de Sant Josep y de su abuela ante los ojos, recordó que estaban a punto de cambiar el nombre de la calle por la que tanto luchó apenas cuatro meses después de morir: “Estaba muy unido a él porque era mi padrino y murió, fíjate, unos días después de que naciera mi hija. Sin todo el trabajo que hizo conjuntamente con historiadoras como Fanny Tur, las cosas que hizo y que le ocurrieron a nuestra abuela se habrían olvidado”. 

El recuerdo de Pep Llogat, como conocían a este militante de Entesa Nacionalista Ecologista, tan republicano como “preocupado por la cuestión del catalán en Eivissa”, fue lo que activó como un resorte a Marina Bonet para salir de su casa –el moño recogido, una sudadera con capucha y una niña de tres meses pegada a su pecho– y caminar los cientos de metros que la separan del Ayuntamiento de Sant Josep. Alguien avisó a su hermana Neus de la moción que Vox había incluido en el orden del día para borrar el nombre de Margalida Roig del callejero y la familia se movilizó. Las hermanas Bonet no llegaron a tiempo para ver el debate y la votación que les preocupaba, pero han repasado esos minutos en YouTube. 

Vieron, entonces, a Raquel Ripoll, una de las dos concejalas que el partido ultraderechista tiene en Sant Josep, relatar desde 2020 los problemas que está causando la unificación de las calles Camèlies y Montblanc. Desde que se colocaron las placas del Carrer de la sindicalista Margalida Roig, 'Llogat', ocurre “una pesadilla burocrática”. Así describió Ripoll las quejas que ha recogido entre los vecinos que viven en una calle que cruza Sant Jordi de sur a norte a lo largo de un quilómetro y medio. “Son muchos los vecinos que se quejan. Los transportistas pierden mucho tiempo y eso crea problemas a los negocios que hay en esas calles”, dijo la concejala de Vox, sin concretar el número de firmas que se han recogido para solicitar el retorno a los nombres antiguos, bautizados así porque en esas zonas del casco urbano de Sant Jordi se les puso a las calles nombres de flores y de montañas (la mayoría, de Catalunya). Remató Ripoll: “Parece que el cambio se hizo por razones ideológicas”.

Google Maps, la supuesta causa

“No creo que una hija ilustre quiera causar problemas a los vecinos de Sant Jordi”, dijo Vicent Torres, uno de los tenientes de alcalde (y vecino precisamente de Sant Jordi), recogiendo el órdago del partido de ultraderecha. Apoyándose en los problemas que causa la tardanza de Google Maps para actualizar el callejero jordier, porque en la aplicación todavía aparecen las calles Camèlies y Montblanc, el PP apoyó la moción. Diez más dos, mayoría absoluta. Pero introdujeron los populares una enmienda: bautizar a otra calle en honor a Margalida Llogat para que la sindicalista “no desaparezca del callejero”. Entonces Vicent Roig, el alcalde, no especificó que fuera “una igual o más importante” que la calle que dejará de homenajear a la republicana represaliada por el fascismo.

Apoyándose en los problemas que causa la tardanza de Google Maps para actualizar el callejero, porque en la aplicación todavía aparecen las calles Camèlies y Montblanc, el PP apoyó la moción

Los tres partidos de la oposición le recordaron al PP que votaba lo contrario de lo que votó hace cinco años. El alcalde se defendió –“se hubiera llamado como se hubiera llamado, la moción hubiera sido la misma”–, argumentando que, a veces, la política municipal complica las cuestiones cotidianas a los contribuyentes: “No cuestionamos los méritos, pero no pensamos en los problemas que podíamos crear”.

La oposición no se dio por satisfecha. “La concejala de Vox ya dijo en el pleno pasado que estaba harta de homenajes a Margalida Roig, y en el siguiente propone que se le cambie el nombre a la calle. ¡Y tiene toda la lógica del mundo! Pero les pido, por favor, que los que somos demócratas no entremos en esta lógica”, dijo Josep Antoni Prats, de ARA Eivissa. “Un Ayuntamiento no tiene que depender de si las calles aparecen en Google Maps o no para cambiar el nombre a una calle. Entendemos que hay razones ideológicas. Cuando se habla de hacerle un homenaje a una mujer de izquierdas y sindicalista a algunos les causa mucho picor. No ha habido problemas a la hora de cambiarle el nombre a otras calles”, dijo el socialista Vicent Ribas. “Pensamos que la protesta no es por el cambio del nombre sino por el nombre que tiene la calle. En Apple Maps sí que sale”, dijo Mónica Fernández, de Unidas Podemos.

Cerca de las dos de la tarde, casi veinticuatro horas después del final del pleno en el que a Marina Bonet estuvo a punto de quebrársele la voz al recordar a la abuela que no conoció y al padrino que luchó para rescatarla del olvido, hay poca gente caminando por las aceras de la calle Margalida Llogat. En una papelería y en una peluquería canina explican que los pedidos llegan con normalidad porque los repartidores conocen de sobra dónde está el negocio. “El problema viene cuando alguien intenta buscar la dirección en Google Maps: se pierden”, dicen en la peluquería canina. “Y a muchos vecinos de esta calle no les ha hecho gracia el cambio de nombre porque el Ayuntamiento no les consultó”, añaden.

No creo que sea un drama [lo de Google Maps] si tenemos en cuenta que se está honrando a una persona que trabajó y se jugó la vida para que cosas que ahora nos parecen elementales, como tener un horario laboral o un sueldo, fueran una realidad

Marina Nieta de la sindicalista Margalida

Al otro lado de ambos mostradores conocen “a más de uno” que ha firmado. “Claro que entiendo a quienes se quejan”, dice Marina, “porque nosotros, sin ir más lejos, vivíamos en una calle del municipio que se renombró y tuvimos que hacer muchos papeles para ponerlo todo en regla. Pero no creo que sea un drama si tenemos en cuenta que se está honrando a una persona que trabajó y se jugó la vida para que cosas que ahora nos parecen elementales, como tener un horario laboral o un sueldo, fueran una realidad”. “Especialmente, para las mujeres, que estaban muchísimo más discriminadas que los trabajadores hombres. Me hubiera encantado conocer a Margalida Llogat, pero me la imagino como una mujer moderna y, le haré caso a mi padre, a mi padrino y a otra gente que la conoció, como un ser bondadoso. No creo que muriera con ánimo de revancha ni con rencor hacia nadie”, añade.

elDiario.es ha intentado hablar con un portavoz del equipo de gobierno de Sant Josep de sa Talaia. Desde el departamento de prensa se remitieron “a lo mencionado en el pleno”. En el momento de publicar este reportaje, el Consistorio no había podido concretar la cantidad de firmas recogidas entre vecinos de la calle sindicalista Margalida Llogat solicitando el retorno a las denominaciones anteriores, Camèlies y Montblanc. Tampoco ha sido posible, en el momento de cierre de este artículo, conseguir declaraciones del partido ultraderechista.

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