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Nueva Caledonia celebra un referéndum de independencia tras 150 años de colonización francesa

Emmanuel Macron visita Ouvéa treinta años después del enfrentamiento entre independentistas y fuerzas gubernamentales de Francia. Fue la primera vez que un presidente francés visita el lugar tras el desastre de 1988.

Rosa Pérez Masdeu / Alexis Habouzit

Toulouse —

Después de más de un siglo de colonización francesa, Nueva Caledonia vota este domingo si se independiza de París. A 17.000 kilómetros de la Francia metropolitana, el archipiélago del Pacífico es uno de los diecisiete territorios del mundo a descolonizar, según la lista de la ONU. El referéndum se pactó en 1988 después de la masacre de la cueva de Ouvéa perpetuada por el Ejército francés.

Zara aterrizó en Francia hace dos años para estudiar Psicología en Toulouse. Al llegar, le sorprendió el desconocimiento general acerca de su tierra: “Me parece una lástima, porque nosotros hemos sido colonizados y en el colegio aprendemos la historia de Francia, aunque no sea realmente la nuestra. Sin embargo, aquí la mayoría de la gente no sabe ni situar Nueva Caledonia en el mapa”.

Zara es kanak, es decir, de ascendencia melanesia, la gente que vivía en Nueva Caledonia antes del desembarco de los europeos en 1774 liderados por James Cook. En 1853, Francia tomó posesión de las islas. Los colonos se quedaron con miles de hectáreas fértiles y concentraron a la población local en reservas. Poco después, los franceses instalaron una cárcel donde enviaban a los condenados a trabajos forzados, como los involucrados en la Comuna de París o en la revuelta kabyle de Argelia. Cumplida la pena, los presidiarios obtenían tierras y participaban en la colonización.

Más de un siglo de reivindicaciones y protestas kanak culminaron en 1988, cuando el Ejército francés mató a 16 militantes independentistas escondidos en la cueva de Ouvéa que habían tomado como rehenes a 28 gendarmes. Un mes después se pactó el referéndum que se celebra con la pregunta: “¿Quiere que Nueva Caledonia acceda a la plena soberanía y sea independiente?”.

Zara asegura que siempre ha tenido claro que iba a votar que sí al referéndum, pero que aprendió muchas cosas en el mitin del Frente de Liberación Nacional Kanak Socialista (FLNKS) al que la llevó su prima este verano. “Ha habido tantos años de lucha, tanta sangre. ¡Ir a votar es muy importante!”, exclama.

“De pequeño sabía que habían pasado muchas cosas, con muertos, el Ejército.. pero fue mi padre quien me fue contando toda la historia, porque desde que llegó, trabajó para los independentistas”, explica Adish. Acaba de cumplir 25 años y desde hace cinco vive en los Pirineos franceses, donde estudió protección del medio ambiente. “Me gusta autodenominarme kanak, es guai”, sonríe, “pero soy mestizo”.

“Toda la familia de mi madre viene de Ouvea, donde sucedió lo de la cueva”, explica Zara. Su abuela le contó que antes del asalto un gendarme entró en casa mientras ella lavaba los platos. “Le apuntó en la frente con un fusil y le exigió que le dijera dónde se encontraba mi abuelo. Buscaban a todos los hombres de la zona, querían saber dónde estaban los gendarmes retenidos en la cueva por los militantes del FLNKS”, añade.

Mayo de 1988. Millones de franceses sentados delante de sus televisores descubren la existencia de Nueva Caledonia. Faltan pocos días para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Se enfrentan el presidente, François Mitterrand, y Jacques Chirac, hasta entonces primer ministro. El debate político sobre la colonización se centra en el archipiélago del Pacífico. 

En la espesura impenetrable del atolón tropical del Ouvéa, veinte militantes armados del FLNKS llevan 15 días escondidos en una cueva con 28 gendarmes como rehenes para hacer llegar sus reivindicaciones independentistas a París. El 5 de mayo, los militares franceses asaltan la cueva: 22 muertos, 19 de ellos del bando independentista. Algunos son ejecutados fuera de la cueva, en la ambulancia.

“Cuando llegué a Ouvéa sentí que la gente estaba traumatizada por lo que les acababa de pasar”, cuenta Marc, el padre de Adish. “Todo el mundo tenía miedo, también los blancos porque sabían que no eran bienvenidos. En ese momento o estabas con o en contra de los kanak. Yo estaba con ellos”.

Parisino de nacimiento, Marc llegó a Nueva Caledonia en 1987 de manera fortuita. La empresa donde trabajaba fue seleccionada para encargarse de la canalización de agua potable en la región norte, presidida por Jean Marie Tjibaou, el líder del movimiento independentista kanak durante los años 80.

Un referéndum retrasado durante décadas

François Mitterrand fue reelegido tres días después de la masacre de la cueva de Ouvéa. El nuevo primer ministro, Michel Rocard, reinició el proceso de negociaciones entre los independentistas y los lealistas (partidarios de permanecer en Francia). En la silla independentista, se sentaba el líder kanak Jean-Marie Tjibaou. En la lealista, Jacques Lafleur, descendiente de una rica familia de colonos.

El 26 de junio de 1988, se firmaron los acuerdos de Matignon, que concedían a Nueva Caledonia una autonomía inédita en el centralista sistema francés. Además, el texto conllevaba la promesa de un referéndum de autodeterminación previsto para 1998.

“En ese momento estaba convencido de los argumentos independentistas porque trabajaba con gente muy brillante como Tjibaou, que tenía una visión muy clara de su país y sabía transmitirla a la gente”, afirma Marc. “Los kanaks querían retomar el control de su destino y de su tierra. Entonces Numea, la capital, era el mundo del dinero y de los blancos. El resto era miseria”, añade.

El archipiélago guarda alrededor del 30% de las reservas mundiales de níquel. De acuerdo con los acuerdos de Matignon, el Estado francés compró la minería de Lafleur, quien había firmado el acuerdo en nombre de los lealistas, y la cedió a las provincias gobernadas por el FLNKS. “Fue el gran gesto de reequilibrio”, opina Marc.

Marc recuerda una noche que encontró a Tjibaou con su familia en casa de su director de gabinete, en Numea, donde estaba amenazado. “La casa estaba rodeada de policía. Había milicias blancas que lo hubieran matado si hubieran tenido la ocasión”, cuenta.

Sin embargo, fue un militante del FLNKS quien asesinó a Jean Marie Tjibaou durante la ceremonia de recuerdo a los muertos de Ouvéa, tan solo un año después de que ocurriera. Lo acusó de traición por haber firmado los acuerdos de Matignon. Para Marc, este es uno de los dramas del movimiento independentista kanak, “que se vio decapitado de un día para otro, sin un relevo carismático en el liderazgo”.

En mayo de 1998, el año previsto para el referéndum, se firmó un nuevo pacto. El acuerdo de Nouméa profundizaba en los traspasos de competencias y aplazaba la fecha del referéndum de autodeterminación hasta 2018.

El presidente francés, Emmanuel Macron, visitó en mayo el archipiélago y se prestó a un delicado ejercicio de diálogo. Participó en la ceremonia de recuerdo a los que murieron en la cueva en 1988. Era la primera vez que un presidente francés se atrevía a poner los pies en Ouvéa.

Macron no solo llevaba simbolismos y palabras de paz en la maleta. Con un escenario favorable a Francia –los sondeos dan una amplia mayoría al no a la independencia–, el presidente puso encima de la mesa una propuesta ya planteada en 1985: convertir Nueva Caledonia en un “Estado asociado”. Es decir, dotar de un alto grado de autonomía al territorio, pero mantenerlo en el área de influencia francesa.

“La voluntad militante ha marchitado”

Marc se cuestiona si la pregunta de la independencia sigue siendo pertinente hoy. “La mejor manera de desalentar al independentismo es darles dinero, y eso es lo que París ha hecho. Cuando hay un verdadera voluntad militante, hay posibilidades, pero tenemos la sensación de que aquella voluntad se marchitó”, señala.

“No iré a votar por circunstancias personales. Hubiera votado por la independencia, pero sin mucha convicción, sino por afecto”. Marc considera que ha trabajado más por la causa kanak que muchos políticos independentistas, pero que nunca quiso ponerse al frente porque no era su lugar, “No puedes ser más kanak que los kanak”, sostiene. 

El hijo de Marc, Adish, recuerda que en el instituto dibujaba la bandera kanak en todas partes. Sobre todo en su mochila. En el colegio todos hablaban de la independencia. Va a votar que sí, aunque reconoce que construir un nuevo Estado no le parece fácil, “pero no por eso hay que dejar de intentarlo”.

Zara también va a votar que sí: “Tenemos el derecho, los recursos y la capacidad para autogobernarnos. Además quiero que se revalorice nuestra cultura”. Sin embargo, insiste en que hoy hay distintas etnias que viven en Nueva Caledonia y que ya casi todo el mundo es mestizo. “La independencia no es expulsar a unos u otros. Nuestra cultura trata de acoger a todo el mundo con amabilidad. Solo bajo una identidad neocaledonia común vamos a poder construir un destino común”, añade.

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