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Los diez días en los que Orbán elevó al máximo la tensión con la UE

Viktor Orban (izquierda) y Vladímir Putin, en el Kremlin de Moscú, el pasado 5 de julio.

Irene Castro

11 de julio de 2024 22:56 h

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Kiev, Moscú, Pekín y Washington. Son los destinos de la denominada ‘misión de paz’ que ha emprendido el polémico primer ministro de Hungría, el ultra Viktor Orbán, coincidiendo con el arranque de la presidencia del Consejo de la UE. Las reuniones con Vladímir Putin y Xi Jinping han generado un profundo malestar en el club comunitario que ha derivado en reprimendas tanto en público como en privado al Gobierno de Budapest. En menos de diez días, la tensión es máxima y algunas capitales plantean tomar medidas por lo que consideran que es un uso inadecuado de la presidencia rotatoria del Consejo. Y el suflé no parece que vaya a bajar teniendo en cuenta que planea reunirse con el populista Donald Trump aprovechando su presencia en Estados Unidos. 

El líder ultraderechista húngaro hizo su primer viaje a Ucrania desde la invasión rusa nada más iniciar el semestre al que Hungría le corresponde la presidencia. Es un gesto que han tenido otros presidentes, como Pedro Sánchez, pero en el caso de Orbán fue aún más llamativo porque Budapest bloquea sistemáticamente todo lo que tiene que ver con la ayuda a Ucrania. Una vez allí dejó claro que su visita no pretendía ser un apoyo cerrado a Volodímir Zelenski, sino que le planteó un alto el fuego para “acelerar” las negociaciones de paz. 

Tres días después, Orbán viajó a Moscú como parte de esa ‘misión de paz’ con la que pretende jugar una suerte de rol de mediador que se ha auto-atribuido. Esa visita soliviantó profundamente a la UE. La dirigencia europea salió en tromba a cuestionar la idoneidad de una cita con Vladímir Putin y, sobre todo, a dejar claro que su posición es personal y/o nacional, pero que no habla en nombre de los 27. De hecho, pudo vulnerar las reglas de la UE si se arrogó un papel que no le otorgan las reglas.

El alto representante, Josep Borrell, emitió un comunicado en el que recordaba que la representación de la UE en el exterior corresponde al presidente del Consejo Europeo (en este caso Charles Michel) o en el alto representante y que la visita de Orbán a Moscú sólo podía enmarcarse en las relaciones bilaterales entre los dos países. “El Primer Ministro Orbán no ha recibido ningún mandato del Consejo de la UE para visitar Moscú. La posición de la UE sobre la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania se refleja en muchas conclusiones del Consejo Europeo. Esa posición excluye los contactos oficiales entre la UE y el Presidente Putin. Así pues, el Primer Ministro húngaro no representa en modo alguno a la UE”, remataba el comunicado.

Orbán respondió airado a través de la red social X (antes Twitter) asegurando que esa posición era un “disparate burocrático bruselense” que no ha dado resultados en el camino hacia la paz. Lo que sostienen los socios europeos es que Putin tiene que parar la agresión y que las condiciones para la negociación las tiene que marcar Kiev como país atacado. 

A pesar de esas críticas, Orbán mantuvo su agenda internacional y viajó a Pekín, a donde en la UE miran con suspicacias y presionan para que aproveche su capacidad de influencia sobre Putin para que ponga fin a la guerra. De nuevo el logo de la presidencia húngara del Consejo de la UE y su lema (inspirado en el de Trump ‘Hacer a Europa grande otra vez’), figuraban en los vídeos, con tintes cinematográficos, de la visita. 

Viajes con el logo de la presidencia del Consejo

Tras China, el primer ministro húngaro se desplazó a Washington para participar en la cumbre de la OTAN. Y bautizó el viaje como ‘Misión de paz 4.0’. Lo que ha sorprendido aún más es su intención de verse con el candidato republicano, que en su anterior paso por la Casa Blanca enrareció profundamente las relaciones con el viejo continente, que durante el mandato de Joe Biden se ha ido normalizando de nuevo. 

Esa cita se daría aprovechando su presencia en Estados Unidos por la cumbre aliada en la que él ha sido uno de los protagonistas por el malestar que ha causado su gira. “No creo que tenga sentido mantener conversaciones con regímenes autoritarios que violan el derecho internacional”, advirtó el presidente finlandés, Alexander Stubb, que aseguró el húngaro está “en franca minoría”, informa la Agencia EFE.

Más allá de los argumentos estrictamente políticos de que Orbán quiere establecer un espacio propicio para la paz, el Gobierno húngaro ha intentado justificar de todas las formas posibles esos viajes. “Estos intercambios no eran en representación de la UE, no eran un mandato de la UE ni en nombre de la UE. El primer ministro sabe las responsabilidades que tiene la presidencia del Consejo de la UE”, dijo en una rueda de prensa en Bruselas el ministro de Asuntos Europeos, János Bóka, a pesar de que el logo figura en todas las apariciones de Orbán relativas a esos viajes.

Esa comparecencia coincidió con el día en que los embajadores del resto de países, a excepción de Eslovaquia que no tomó la palabra, echaron un rapapolvo al húngaro en la reunión que mantienen varias veces a la semana para organizar el funcionamiento del Consejo. A pesar de la bronca casi unánime, que tiene un carácter inédito, en Budapest se mantienen en sus posiciones. 

“No creo que pueda decir algo que pueda cambiar mi opinión de mantener canales diplomáticos abiertos con Rusia si la UE quiere jugar un rol activo en la resolución del conflicto”, señaló Bóka: “Con algunos Estados miembros tendremos que estar de acuerdo en que estaremos en desacuerdo”. 

Algunas capitales, no obstante, consideran que hay que dar un paso más y ‘castigar’ a Hungría de alguna manera. Uno de los planteamientos que están sobre la mesa es ‘plantar’ a Hungría en los Consejos informales de la UE. Se trata de reuniones a nivel ministerial en las que no se toman decisiones pero se mantienen debates y se celebran en el país que ostenta la presidencia rotatoria y no en Bruselas o Luxemburgo, como sucede con las citas ordinarias. 

Las capitales plantean una respuesta

En la primera cita de este tipo, que tuvo lugar en Budapest el 9 de julio, sólo ocho países (incluyendo al anfitrión) estuvieron representados por ministros. Bóka le restó importancia en la rueda de prensa al asegurar que la mayoría de gobiernos enviaron “representantes políticos o altos funcionarios”. “No los llamaría bajo nivel”, apostilló. España fue uno de los estados que estuvieron representados por un nivel inferior: asistió el secretario de Estado para la UE, Fernando Sampedro.

Sin embargo, a la reunión informal de Medio Ambiente que se ha celebrado este jueves sí ha acudido la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, a la que han preguntado por este posible ‘plantón’ a la presidencia húngara. “Tenemos que respetar las instituciones europeas”, ha afirmado la vicepresidenta, que ha asegurado que se trata de reuniones “importantes y relevantes” para intercambiar puntos de vista y ponerse al día para hacer estrategias que hagan frente a los desafíos de la UE. Ribera también ha reconocido que es “frecuente” que en este tipo de citas no acudan los ministros sino niveles inferiores. “Cada estado miembro decide a quién enviar. Cuando yo puedo, yo vengo independientemente de quién presida”, ha agregado la dirigente socialista, que ha puesto en valor el trabajo del “equipo húngaro” en materia climática pese a sus diferencias. 

Al ministro húngaro le preguntaron por la posibilidad de que el resto de socios tomen la medida inédita de arrebatarle la presidencia y que pase directamente a Polonia, que es a quien le corresponde a partir del 1 de enero de 2025. “No estoy al tanto de ninguna iniciativa que tenga como objetivo de cambiar la rotación”, se limitó a decir. 

Todo esto mientras Orbán aún espera la invitación formal del Parlamento Europeo para exponer las prioridades de Hungría de cara a la presidencia rotatoria del Consejo de la UE y que se ha alejado del pleno de la próxima semana en Estrasburgo, cuando se elegirá la nueva dirección de la Eurocámara tras las elecciones y se votará a Ursula von der Leyen para un nuevo mandato. Su comparecencia se espera de alto voltaje en un momento en el que la extrema derecha tiene más presencia que nunca y el grupo que su partido ha impulsado se ha convertido en la tercera fuerza parlamentaria.

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