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Miedo, racismo y organización vecinal: así he vivido el golpe en Bolivia

Ciudadanos bolivianos caminan por una de las calles céntricas donde los ingresos a Plaza Murillo están bloqueados, este lunes en La Paz (Bolivia)

Roberto Condori

La Paz (Bolivia) —

Vivo en Chuquiaguillo, una zona periférica de La Paz. Aquí, el día más tenso fue el lunes, cuando en el departamento de La Paz y El Alto nos despertamos con la noticia de actos vandálicos organizados. Evo acababa de renunciar. Había mucho miedo, demasiado miedo.

Una marcha de vecinos llegó a nuestra zona defendiendo a los cocaleros afines al Movimiento Al Socialismo. Aquí, en La Paz, el movimiento cocalero se ha dividido en dos: los partidarios del MAS, y los contrarios. Ambos tienen sedes diferentes. La sede de los afines al MAS está cerca de mi casa. Hubo vecinos que bajaron de una zona aledaña reclamando que defendamos el 'proceso de cambio'.

Después, se oyeron explosiones de dinamita toda la mañana. Vimos cómo la gente empezaba a correr, ruidos de disparos de gas lacrimógeno y empezamos a sentir el gas. Vinieron a la zona y gasearon a los vecinos pensando que eran parte del movimiento cocalero que quería enfrentarse con el otro.

Miedo

A raíz de este episodio, los vecinos han salido a movilizarse. “La Policía nos va a gasificar, nos quieren matar”, dicen. Ha sido tal la confusión que la gente se ha movilizado en la zona y ha empezado a hacer vigilias, a quemar cosas. Ha habido mucha tensión y miedo porque se pensaba que gente organizada iba a saquear los negocios del barrio. La gente no sabía que hacer. He visto a los comerciantes quitando los letreros de las tiendas, llevándose su mercancía a casa.

Mi hermana y yo nos preguntábamos: “¿deberíamos sacar los ahorros del banco?” “¿Hay comida?” Entre el miedo y la confusión, no sabíamos si el grupo de vecinos estaba a favor o en contra del MAS. Además de organizar fogatas y vigilias para evitar saqueos, revisaban las mochilas de la gente como medida de seguridad. Así lo vivimos en Chuquiaguillo, hasta que llegó la Policía y una vagoneta militar. Yo estaba confundido, los vecinos estaban bloqueando todas las esquinas y no sabía si los iban a dejar pasar. Pero llegaron militares y policías, y los vecinos los aplaudieron, tal vez por una especie de alivio, pensando que iban a dar seguridad a la zona.

El temor impera entre los vecinos. El miércoles estuve en el mercado central, y había una fila tremenda para comprar huevos. Hay colas enormes para comprar carne, conservas... Los precios están subiendo, probablemente por la especulación. Las tiendas no están abriendo, no hay pan, y si hay lo están vendiendo a un mayor precio o es escaso.

En La Paz, todavía hay barricadas. El transporte público se está normalizando poco a poco, pero a veces tampoco hay. Cuando se anuncia una marcha en favor de Evo en el centro de La Paz, especialmente las que vienen de El Alto, el transporte público para totalmente porque piensan que los manifestantes son vándalos que van a quemar los mínimos operativos.

Organización vecinal

Los vecinos están organizados. El lunes y el martes, los dos días más tensos, he bajado al centro y he visto barricadas enormes en las calles que dan acceso a la vía principal, que sí está libre. Hay barricadas con latas, palos, planchas de acero viejas, hierros, de unos dos metros. En el trayecto de mi casa al centro, unos 45 minutos en bus, he visto que estas nuevas barricadas contrastan con las que había visto en las semanas de antes, en las protestas del movimiento ciudadano que defendía la democracia.

Antes, ponían una cuerda, una bandera en el centro y listo. Las de ahora son verdaderas barricadas, con alambre de púas, troncos y hierros enormes, para que no pase nadie. Uno podría pensar: esto es verdaderamente el bloqueo, no lo que ponían en anteriores manifestaciones. Esta vez, había mucho miedo a los grupos organizados, los vecinos han hecho barricadas por desesperación tras escuchar las noticias de saqueos. Son las barricadas del miedo, pero también había banderas blancas. Hay todo un contraste entre una bandera blanca y una alambrada de púas. Es como decir: “Buscamos paz, pero también nos estamos protegiendo”.

Los vecinos también buscan formas de comunicarse: golpeando los postes de luz de metal y latas o lanzando petardos. Era una forma de avisarse cuando sentían que venía algún peligro. Por ejemplo, en mi zona había rumores de que iban a llegar los mineros desde las montañas. Se oían gritos en cadena advirtiéndolo. También había banderas blancas en los domicilios, los vecinos pensaban que así los grupos vandálicos iban a pasar de largo.

También he sentido la exaltación del machismo. La gente gritaba: “¡Que salgan los hombres! ¿Dónde están los hombres?”. Y mis hermanas me decían: “¡Ocúltate! Te van a decir que salgas”. Yo, personalmente, no he participado en estas vigilias. La gente demandaba que los hombres salieran. Los jóvenes que sí han salido se han organizado con palos y hierros, han hecho una especie de policía vecinal. Ellos eran los encargados de patrullar, de controlar a la gente, todo en grupos de siete a 10 jóvenes, todo con un tinte un poco militar.

Desde hace unos días, las Fuerzas Armadas han comenzado “un plan para pacificar” el país. Se han desplegado en varias zonas de la ciudad, especialmente en el centro de La Paz y el Alto, las zonas más conflictivas. En mi zona, no he visto hasta el momento un despliegue militar tan importante, sí que ha habido presencia de patrullas de la Policía.

Este miércoles fui a El Alto y, como no había transporte, bajé a pie, pasé por una zona -la Garita de Lima- donde estaban los manifestantes de El Alto que llevan dos días bajando de forma masiva al centro y están siendo gasificados por la Policía. Estos manifestantes habían estado horas antes en el centro de La Paz, pidiendo el respeto a la wiphala [bandera indígena y símbolo nacional], denunciando que esto era un golpe y que están defendiendo el 'proceso de cambio' de Evo. Cuando pasé por allí, de casualidad, llegaron los policías y la gente comenzó a desesperarse. Comenzaron a gasear en varios sectores, replegándolos hacia El Alto.

La gente de la zona, que es un barrio popular, estaba dividida. Unos decían: “Estos, los de El Alto, vienen aquí y por su culpa nos están gasificando”. Otros, en cambio: “No, tenemos que apoyarlos. Hay un golpe y tenemos que apoyar el 'proceso de cambio”. Hay una división política interna. Sí ha habido intervención militar, al menos yo he podido verla en esta zona suburbana de La Paz, no directamente en mi barrio pero sí en otras. Este miércoles hubo avionetas militares que estuvieron sobrevolando la zona. La gente miraba al cielo con una mezcla de admiración y miedo.

Racismo

El racismo ha estado presente en los más de 20 días que lleva el conflicto, especialmente de la parte de la población que estaba denunciando el fraude, que pedía la renuncia de Evo. Hubo vídeos en redes sociales de personas, especialmente en Santa Cruz, que decían que si eres indígena, tiene cara de indígena y te vistes como tal, ya eres del MAS. Por más que uno no sea masista, si eres indígena ya te acusan de serlo. Ha habido episodios racistas muy fuertes e hirientes, gente que se arrodillaba para no ser golpeada por estos grupos. Personalmente, me siento muy dolido al ver estas imágenes y muchas otras en las que se insultaba a los indios.

Aquí, en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), que estaba políticamente en contra de Morales, aparecieron pintadas con “¡Indios fuera de la UMSA!”. El racismo no se ha solucionado ni se va a solucionar. No se ha solucionado desde la colonización ni iba a hacerlo en 13 años de 'proceso de cambio'. El racismo siempre ha estado ahí, en estado latente y expresándose de diferentes formas, pero nunca de una forma pública. Movimientos ciudadanos han hecho que aflore este racismo subyacente. Antes, había un indio en el poder y la gente racista se aguantaba, pero ahora los movimientos ciudadanos piden democracia mientras en sus consignas utilizan expresiones racistas y machistas. En las olas de protestas hay mujeres campesinas que han sido humilladas y perseguidas por su “cara de llama”, por “sucias”, “salvajes”, “ignorantes”, “maleantes”.

Existen dos Bolivias, la blanca y la india, es una división que siempre ha existido. Lo racial es una constante, este conflicto solo ha hecho que vuelva a salir a la luz. Las marchas de El Alto también están denunciando el racismo de Luis Fernando Camacho, de Carlos Mesa y los movimientos ciudadanos.

Seguidores de la oposición han retirado la wiphala de edificios y la han quemado. Algunos policías que tenían la wiphala y la tricolor en sus uniformes se la han arrancado y han dejado solo la tricolor. Eso ha hecho que muchas comunidades indígenas se indignen. Después, se ha vuelto a izar la bandera, han pedido disculpas. Quizá fue un error de la emoción del momento, pero las emociones delatan. El objetivo era retroceder, volver a la República de Bolivia y no a un Estado Plurinacional. La lucha en Bolivia también debe ser antirracista y no retroceder en los avances de el Estado Plurinacional. No hablo de Evo Morales, sino del proyecto político de un Estado plurinacional.

Desolados ante el vacío de poder

Antes de la autoproclamación de Jeanine Áñez, hubo un vacío de poder en el que los comités cívicos, especialmente los de Potosí y Santa Cruz, tomaban las decisiones, también la policía y los militares. Esto nos ha dejado a muchos desahuciados, desolados, sin saber que hacer. A la mitad del país le ha dolido que Evo renuncie. La otra mitad lo ha festejado.

Este vacío de poder ha sido muy peligroso. Una compañera defiende al movimiento ciudadano contra Evo. Ella es de clase media, acomodada, buen apellido... digamos que tiene parte de la vida resuelta. Después de la proclamación de Áñez agarrando la Biblia, se indignó. Yo le dije: “Amiga, la derecha fundamentalista se ha apropiado de tu lucha”. En este vacío de poder, los movimientos fundamentalistas evangélicos y católicos, los policías y militares se han aprovechado, han tomado las decisiones. Eso es lo más triste de este vacío: cualquiera -de izquierdas, derecha, fundamentalista, racista, misógino- puede tomar el espacio de poder que han propiciado los movimientos ciudadanos.

Estos movimientos no sabían qué hacer tras la renuncia, no lo estaban viendo en perspectiva. Una vez que Evo renunciara y este “sistema dictador” -según ellos- cayera, ¿qué iban a hacer? No lo han planificado, y en este punto muerto se han apropiado de su lucha.

Ahora, con la auproclamación en la que ya ha nombrado 12 ministros -ningún indígena entre ellos- y con gente con posturas antiaborto y misóginas, como el Ministro de Gobierno. A Áñez le ha caído el cargo de forma constitucional, pero luego entra y muestra la Biblia, exalta los sentimientos religiosos y fundamentalistas con este acto simbólico. Lo más peligroso de su toma de posesión es que esos sentimientos están relacionados con la homofobia o la oposición al aborto. La gente lo ve como histórico cuando solo es una presidenta interina, pero los medios de comunicación ya la están exaltando como si fuera a quedarse cinco años a cargo del país.

Uno se pregunta si hubo o golpe o no hubo golpe. Mi percepción personal es que sí lo hubo, pero el partido de Evo Morales tiene parte de culpa. El MAS ha pervertido el 'proceso de cambio', un proceso político interesante que ha transformado el país, pero que ha caído en los mismos mecanismos que partidos tradicionales en el pasado, como la corrupción y el caudillismo. Por eso, el partido se ha derrumbado, y con este colapso, parece estar perjudicando al proyecto político del Estado Plurinacional.

Sí hubo un golpe, pero un golpe que es corresponsabilidad del MAS. Es necesario mirar a ambos lados. Mi opinión es que Evo Morales también ha permitido este golpe. La opinión está dividida, Bolivia está dividida en todos los sentidos: unos dicen que solo hubo golpe, otros que solo hubo fraude electoral. Para no entrar en esa dicotomía de enfrentamiento: sí, hubo golpe, pero el MAS también tiene su parte de responsabilidad.

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Roberto Condori es activista 'marica' y periodista, y uno de los fundadores de Nación Marica, un programa radiofónico de activismo LGTBI en Bolivia.

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