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Pedro Guerreiro, Partido Comunista Portugués: “Nunca nos hicimos ilusiones con los socialistas”

Pedro Guerreiro, miembro del secretariado del Comité Central del PCP

Víctor Honorato

Lisboa —

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El salario mínimo portugués era en 2015 de 505 euros en 14 pagas. Siete años después, tras cinco años de entente más o menos cordial del gobierno del Partido Socialista (PS) con el Bloco de Esquerda (BE) y el Partido Comunista de Portugal (PCP), y otros dos de progresivos desencuentros, el sueldo básico es de 665 euros. Es poco; esta semana, en plena alza del precio de los combustibles, llenar el depósito de un turismo costaba más de 100 euros. En las negociaciones frustradas de los presupuestos para el año que viene, los socialistas propusieron subirlo a 705. Los comunistas, a 805. No hubo forma de llegar a un acuerdo.

Este ejemplo de la lista de la compra es solo uno de los desencuentros constantes y sonantes que impidieron que las cuentas salieran adelante, a pesar del ultimátum del presidente de la República, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, que esta semana tiene pensado anunciar la fecha de las elecciones. En la dirección del PCP explican que las diferencias son muchas y de largo recorrido. “El PS no hace política de izquierdas. Nunca nos hicimos ilusiones”, resume Pedro Guerreiro, miembro del Secretariado del Comité Central del PCP.

En el PCP de los 80 apenas se sintió la corriente del eurocomunismo. Se trata de un partido, en ese sentido, ortodoxo, con fuerte músculo sindical y presencia en la calle. Guerreiro repite varias veces durante la entrevista: “Nos guían la defensa de los derechos de los trabajadores y del pueblo portugués”. También protesta porque se le achaque una supuesta inflexibilidad negociadora: “Caramba. No hemos hecho otra cosa que ser flexibles. No hemos desperdiciado ni una sola oportunidad. Pero no podemos aceptar que no se responda a las necesidades cuando existen los medios”.

“La situación exige una respuesta global”, señala Guerreiro, que recuerda la “política de destrucción” de la troika a raíz de la crisis financiera de hace una década, solo parcialmente revertida, a su entender, por el Gobierno del primer ministro António Costa: “Se llegó a un entendimiento para recuperar derechos, particularmente de la población más vulnerable, pero no fue una ruptura”. Entre las cuestiones que llevaron al desencuentro final, las desavenencias respecto a los salarios en la administración pública, “que lleva 12 años perdiendo poder adquisitivo”, o el “grave peligro” de implosión del Sistema Nacional de Salud, con desbandada de profesionales a la privada por los malos salarios. “Hacían falta señales en otro sentido que el PS no dio”, resume.

Logros de la “jeringonza”

En el PCP no gusta la palabra “jeringonza” que ha venido a designar el acuerdo de 2015 entre comunistas, el BE y el PS, un término “despectivo” que entronca con el rechazo de “los grandes grupos económicos y financieros” a su influencia en la política general. “Existía el acuerdo tácito de que los comunistas no podían participar en soluciones de gobierno, una idea de que estaban excluidos de la democracia. Esa campaña ha continuado”, critica. Pero el periodo permitió éxitos con su rúbrica, entre los que señala la gratuidad de los libros de texto escolares o el descenso del precio de los transportes metropolitanos, que llegó a superar el 30% en el área de Lisboa.

Guerreiro pide no fijarse demasiado en la comparación con España. La historia política y económica no es la misma, justifica. Aun así, puede chocar la frialdad con la que el PCP y el BE se tratan, cuando en el país vecino el PCE y Podemos, homólogos muy imperfectos, se presentan juntos a las elecciones. Le cuesta, de hecho, referirse al otro partido por el nombre, y se refiere a él en una ocasión como “otras formaciones de izquierda”. “Es un trato institucional, no se dan las condiciones para otro tipo de relación”, dice, y señala diferencias fundamentales, como los posicionamientos frente a la Unión Europea, con la que los comunistas son muy críticos. “Las instituciones están construidas a imagen de las grandes potencias […] No podemos aceptar una posición subordinada”, censura.

Sin miedo al efecto “rojipardo”

La tesis de que la clase trabajadora puede ser tentada por fuerzas de extrema derecha en un contexto de pérdida persistente de seguridad económica no preocupa al PCP, que sigue manteniendo una militancia muy activa. “No tenemos elementos que nos hagan pensar en eso”. Señala que el ascenso previsto de fuerzas como Chega [“Basta”] responde más a una reacción de la derecha y los medios afines, que dan espacio a organizaciones “que cuestionan la Constitución de la República, que en el fondo es heredera del proyecto democrático de la Revolución de Abril”, y que electoralmente solo se traduce, confía, en trasvases dentro del bloque ideológico de la derecha.

Aunque los comunistas son críticos con el órdago de Rebelo de Sousa (“no sería la primera vez que no se aprueba el presupuesto sin que haya elecciones”, recuerda), se mantienen en la línea de resistir para condicionar al PS, al que ven codiciando la mayoría absoluta. “Si fue posible recuperar derechos fue porque el PS no tuvo las manos libres. Eso le volveremos a recordar al pueblo, con nuestros medios, que son menos que los de otros”.

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