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OPINIÓN

Aquí algunos ejemplos del racismo en la prensa británica: mientras los editores no reconozcan el problema, será imposible solucionarlo

Las portadas en un quiosco de Londres este martes
10 de marzo de 2021 23:01 h

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Hace algunos años, el mismo día que el cantante Tom Jones revelaba que quizás tuviera ancestros negros, el jefe de caricaturistas de the Daily Mail, Mac, se puso a trabajar. ¿Cómo reflejó este linaje negro? Con un par de figuras tribales, en la jungla: una madre con un bebé colgando de su pecho desnudo y otra figura de un “salvaje” con una lanza y tres cabezas humanas colgando delante.

Fue la representación más claramente racista de las personas negras que uno podría imaginar. Y se publicó en el periódico del día siguiente.  

Por casualidad, ese mismo día, the Daily Mail celebraba un acto a favor del “fondo periodístico para la diversidad”, que ofrece ayuda para que personas pertenecientes a minorías raciales puedan formarse. Fui invitado a ese acto en mi calidad de profesional que trabaja en la diversidad en la prensa. 

Uno de los editores responsables del Daily Mail pronunció un discurso pagado de sí mismo sobre el buen trabajo realizado por el fondo. Le pregunté por la viñeta y si veía alguna incoherencia en ella. No tenía claro cuál sería su reacción. En todo caso me sorprendió. Se indignó. “¿Qué dices? No veo nada malo en la viñeta. Sólo quieres crear problemas”.  

Esperaba que le diera al menos algo de vergüenza, que se desembarazara del tema con una broma. Pero no, pese a lo evidente de los estereotipos en los que caía la viñeta, no veía nada malo en ella. Nada. E invirtió la carga de la prueba. Me convertí en el acusado. 

Después, durante el mismo acto, hablé con uno de los responsables de recursos humanos del Mail. Me dijo: “Mira lo que estamos haciendo aquí esta noche, estamos celebrando este evento en honor de la diversidad. Esto es lo que importa de verdad”. 

Le dije que no tenía razón. Que lo que importa es lo que se publique cada día en su medio. Que pueden gastar un dineral en eventos para sentirse mejor sin que eso suponga la más mínima diferencia en el modo en que opera la organización. 

El comunicado de la sociedad de editores

El lunes recordé aquellas charlas cuando –al eco de las declaraciones de Harry y Meghan sobre el racismo en los medios- la Sociedad de Editores refutó de manera inmediata cualquiera acusación. “Con certeza, la prensa no es racista”, decía el comunicado en el que se absolvía a sí misma de la más leve carga de culpa sobre la cobertura. Según la organización, lo único que hace la prensa es buscar la rendición de cuentas por parte de quienes ostentan el poder. 

Para muchas personas de color en el Reino Unido, que eso sucediera sería noticia. No sólo la diferencia de trato hacia Markle es evidente en relación con la que se da a Kate Middelton (las caricias en la barriga del bebé; los aguacates), sino que más allá de la cobertura de la realeza, la diferencia  entre la representación de las personas blancas y negras es evidente.

Como señaló el jugador de fútbol Raheem Sterling, este doble rasero se aplica también a los deportistas y define sus vidas personales, hasta el punto de si está bien o no gastarte tu sueldo en comprarles una nueva casa a tus padres.

La Sociedad de Editores aúna a los responsables de periódicos y revistas de tirada nacional y local, y asegura que sus miembros son “tan diferentes como lo son las publicaciones, programas y sitios de internet que crean, como lo son las comunidades a las que ofrecen sus servicios”. Pero su equipo directivo es abrumadoramente blanco y no queda claro si sus miembros negros participaron en la redacción del comunicado. 

La organización negó tener prejuicios racistas. Pero cualquiera con un nivel de comprensión básica del tema sabe que esto no es lo mismo que el racismo, que opera de maneras más sutiles que con insultos y martes de “negros no”.

Existen muestras suficientes de racismo en la prensa británica: desde la identificación entre las personas asiáticas y el terrorismo o los abusos sexuales a menores hasta la asociación entre jóvenes negros y violencia.  

Todo esto, apuntalado por un racismo institucional y secular que la prensa no se ha quitado e encima: un racismo irreflexivo que permanece y cambia muy despacio. Puede verse en la cultura dominante de casi todos los periódicos de tirada nacional. Es de clase media, blanco y ha pasado por las universidades de Oxford o Cambridge. De vez en cuando encuentras a una persona de una minoría étnica en un cargo de responsabilidad, pero nada para cambiar de verdad la mentalidad de la empresa.

Casi siempre, los debates sobre la raza y la religión que marcan la agenda se producen en un grupo pequeño de personas blancas. Como personas de color, se habla de nosotros, no se habla con nosotros. En muy pocas ocasiones podemos liderar el debate. 

Prejuicios sutiles

Estos son los asuntos que están en el centro de la desigualdad racial en la cobertura: una serie de prejuicios sutiles dentro de un grupo que se reafirma y los reafirma, que lidera la toma de decisiones, que no se cuestionan por nadie de fuera. Por eso un grupo de editores puede estar de acuerdo en que los estereotipos raciales más crudos no son más que un chiste. 

El primer acercamiento al problema pasa por aceptar su existencia: que quizás el racismo es un problema. Sólo el 6% de los periodistas británicos pertenece a una minoría racial y suelen estar en la parte baja de la escala jerárquica. 

En lugar de eso, la Sociedad de Editores ha reaccionado con una respuesta instintiva diciendo que el problema no existe en absoluto. Es irónico, entonces, que el pasado noviembre organizara una conferencia sobre “diversidad en las redacciones” para “hablar de qué medidas se pueden y se deben tomar”. De un plumazo, echa ahora por tierra cualquiera cosa que, sin duda, se dijera en ese acto.

Porque, si no hay ningún problema de racismo en la prensa ¿Por qué debería importarle a alguien la diversidad? ¿Por qué no limitarse a dejar que los blancos que mandan hoy y hacen un trabajo tan bueno, sigan igual? Es más, si quienes mandan saltan a la defensiva ante cualquier mínima alusión a la discriminación, ¿qué posibilidades hay de que lleguen a admitir que es necesario un cambio de verdad?

Si este episodio nos muestra algo, es que para algunos editores británicos es suficiente con poner una cruz en un formulario. Que no se te ocurra cuestionar el modo en que funciona la institución. Y no esperes que cambie nada sustancial en cuanto al racismo en las redacciones. Al menos, no por ahora. 

[Después de las críticas de las directoras del Financial Times y el Guardian, entre otros editores, la Sociedad de Editores publicó este miércoles un nuevo comunicado. “La Sociedad de Editores está orgullosa de su historia haciendo campaña por la libertad de expresión y el trabajo vital que los periodistas hacen en una democracia para pedirle cuentas al poder. Nuestro comunicado sobre Meghan y Harry se hizo en ese espíritu, pero no reflejó lo que todos sabemos: que queda trabajo por hacer para mejorar la diversidad e inclusión en los medios. Reflexionaremos sobre la reacción que ha producido nuestro comunicado y trabajaremos para ser parte de la solución”, dijo.]

Joseph Harker es el subdirector de Opinión del Guardian

Traducido por Alberto Arce

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