En ofensivas anteriores, afirma Nebal Farsakh, siempre había algún tiempo sin bombardeos de Israel. “Pero, ahora, no hay ni un solo minuto. Por eso las bajas no dejan de aumentar”, afirma Farsakh, portavoz de la Media Luna Roja Palestina.
En el hospital Shifa de la ciudad de Gaza, los reporteros de Associated Press han sido testigos de cómo los heridos entraban por las puertas mientras llegaban cuerpos sin vida bajo las sábanas. Mientras los trabajadores limpiaban la sangre y los familiares llevaban a los niños con heridas de metralla al quirófano, las explosiones seguían retumbando alrededor del hospital.
Durante cinco días, los aviones de guerra israelíes han bombardeado Gaza con una intensidad que sus habitantes nunca habían experimentado. Los ataques aéreos han matado a más de 1.100 personas, según el Ministerio de Sanidad de Gaza. Las autoridades no han establecido una cifra concreta de civiles entre los muertos, pero los trabajadores humanitarios advierten de que la decisión de Israel de imponer un “asedio total” al abarrotado enclave de 2,3 millones de habitantes está generando una catástrofe humanitaria que afecta a prácticamente todos ellos.
No hay agua potable, y después de que la única central eléctrica del territorio se quedara sin combustible el miércoles, la electricidad se ha convertido en un bien preciado, mientras el enclave permanece en una oscuridad casi total durante la noche.
“Destrucción sin precedentes”
“Se trata de un grado de destrucción sin precedentes”, afirma Miriam Marmur, portavoz de Gisha, un grupo israelí de derechos humanos: “Las decisiones israelíes de cortar el suministro de electricidad, combustible, alimentos y medicinas agravan los riesgos para los palestinos y amenazan con aumentar enormemente la pérdida de vidas humanas”.
Los bombardeos israelíes se han intensificado en represalia por el ataque sin precedentes de militantes de Hamás en el que, según el ejército, murieron más de 1.200 israelíes y decenas más fueron secuestrados.
Incluso en tiempos normales, los hospitales de Gaza están mal abastecidos, afirma Richard Brennan, director regional de la Organización Mundial de la Salud. Ahora hay escasez de todo, desde vendas hasta líquidos intravenosos, camas y medicamentos esenciales.
“Es casi lo peor que puede pasar”, dice Brennan. “No es sólo el daño, la destrucción. Es la presión psicológica. El bombardeo constante... la pérdida de los compañeros”.
En el hospital de Shifa, Muhammad al-Gharabli ha contado a la agencia AP que el lunes vio cómo unos misiles se estrellaban contra una mezquita del campo de refugiados costero de Shati, matando a su hijo de dos años, Mohammed, e hiriendo con metralla la pierna de su hijo de cinco, Lotfi.
Al-Gharabli afirma que, cuando recobró el conocimiento, vio los cadáveres de decenas de vecinos esparcidos sobre las ruinas de sus casas.
Bombardeos en edificios civiles y campos de refugiados
Israel afirma que sólo persigue objetivos militares y que hace todo lo posible por evitar víctimas civiles, una afirmación que los palestinos de Gaza niegan. Según la Media Luna Roja palestina, han muerto ocho periodistas y seis médicos. La agencia de la ONU para los refugiados palestinos informó de que 11 de sus empleados se encontraban entre los muertos.
“He vivido todas las guerras e incursiones del pasado, pero nunca he presenciado nada peor que esta guerra”, declaró a Reuters Yamen Hamad, de 35 años y padre de cuatro hijos, después de que su casa en la localidad septentrional de Beit Hanoun fuera destruida por los ataques israelíes.
El asentamiento, cercano a la frontera con Israel, fue uno de los primeros lugares duramente golpeados por los ataques de represalia, con muchas carreteras y edificios destruidos y miles de desplazados, según los residentes locales.
Ala al-Kafarneh declaró a Reuters que huyó de la ciudad el sábado con su esposa embarazada, su padre, sus hermanos, sus primos y su familia política. Se dirigieron a un campo de refugiados de la costa, donde esperaban estar más seguros, pero los ataques aéreos comenzaron a apuntar también a esa zona, por lo que se dirigieron a Sheikh Radwan, otro distrito situado más al este.
El martes por la noche, un ataque aéreo alcanzó el edificio donde se refugiaba junto a su familia, matándolos a todos excepto a él. “Escapamos del peligro y fuimos hacia la muerte”, dijo Kafarneh a las puertas del hospital Shifa.
Kafarneh hablaba en la acera frente al hospital, donde se habían congregado cientos de personas, algunas de ellas con la esperanza de que su proximidad al centro les librara del bombardeo.
Algunos habían traído mantas o tiras de cartón para dormir, otros se habían tirado directamente al suelo desnudo. Había largas colas para utilizar los escasos aseos del hospital.
Entre ellos se encontraba Youssef Dayer, que ahora no tenía hogar. “Quizá sea seguro”, dice esperanzado. “Puede ser. Es un lugar civil pacífico, ¿verdad? Puede que no. Ningún sitio parece seguro”.