El misterio de los precios: por qué el diésel y la gasolina no bajan cuando el petróleo se hunde
El mercado del petróleo está inundado de barriles, cuyo precio Brent, el de referencia en Europa, oscila en torno a los 60 dólares. Sin vestigios de inestabilidad y, como revela su cotización en 2025, casi a prueba de cualquier tensión geopolítica que emerja por grave que sea, como los ataques israelíes contra sus vecinos de Oriente Próximo o la guerra de Ucrania. Algo inaudito desde los anales de su historia, en la que se ha labrado la imagen, fundamentada en hechos reales, de termómetro de cualquier inestabilidad global. Este año que toca a su fin ha revelado, sin embargo, que el relato es muy distinto.
Las siete siguientes claves pueden ayudar a entender la verdadera dimensión de este negocio que tantos quebraderos de cabeza ha ocasionado durante el último medio siglo a países crudo-dependientes como España. Y, sobre todo, por qué esta flacidez no llega a las gasolineras en forma de precios más baratos.
1. Exceso de oferta, 'casus belli' para el mercado
Pocos negocios están tan supeditados a la ley fundamental del capitalismo. Hay tanto oro negro acumulado en las entrañas de los petroleros que la Agencia Internacional de la Energía (AIE) declara un exceso productivo sin parangón desde 2000. De un calibre tal que “la oferta global superará a la demanda en 2,4 millones de barriles diarios en 2025”, detectan sus expertos. La radiografía de la AIE pronostica que este diferencial se ampliará todavía más el próximo año, hasta los 4 millones en un escenario de cálculo que no contempla alteraciones significativas. Una premisa difícil de aceptar en uno de los mercados más propensos a cambiar sus patrones de comportamiento ante acontecimientos de cierta gravedad geopolítica o económica.
La institución que supervisa el mercado de petróleo considera que este techo productivo limita fuertemente toda presión alcista sobre los precios. En sintonía con el consenso del mercado que ve el barril en el entorno de los 60 dólares. Con incrementos de cuotas desde América. No solo por parte de EEUU, con una Administración Trump que ha acuñado el lema Drill, baby, drill para regar el mercado de crudo made in USA; incluso mediante extracciones masivas del agresivo shale oil (esquisto) que utiliza el fracking (fracturación hidráulica) para sacar el crudo a la superficie y cuyo método se ha adoptado al gas. También en latitudes como Brasil o Guyana, que han puesto en marcha numerosos proyectos offshore de venta de petróleo con destino preferencial a Asia.
De hecho, la estrategia oficial de la Casa Blanca y de la industria petrolífera estadounidense está detrás de la casi inerte cotización del crudo. Es como si Trump –dicen algunas voces del mercado– “se hubiera disparado al pie”. Porque EEUU mantiene su liderazgo como exportador neto global, pero sus compañías, especialmente asentadas en Texas, están sometidas a riesgos de quiebra si el b arril no logra superar la barrera de los 65 dólares. El suelo para obtener beneficios.
2. América toma el timón del petróleo
El eje productivo ya no solo está en el Golfo Pérsico. Ni siquiera en Rusia, cuyas multinacionales soportan renovadas sanciones occidentales; ahora, con la firma ejecutiva de Donald Trump. Los productores del norte (EEUU y Canadá) tienen sus grifos productivos a pleno rendimiento. La primera potencia global, que por oleadas se erige también en el principal exportador neto de crudo –mientras envía masivamente sus ventas de gas licuado a latitudes como Europa–, alcanzó en agosto la cifra histórica de 13,8 millones de barriles diarios.
Su vecino septentrional rozó los 5 millones ese mismo mes (en concreto, 4,8), de los que más de la mitad (unos 3,5) proceden de terrenos arenosos, el conocido como petróleo sucio canadiense por estar cargado de metales pesados y sulfuro, lo que requiere de toneladas de energía y agua para su extracción.
Pero es Latinoamérica la que ha agitado el negocio del crudo. La titubeante cuota exportadora de Venezuela y los problemas tecnológicos que impiden a México entrar en pleno rendimiento se han corregido con la enorme capacidad productiva de Brasil, Guyana y Argentina. Tres países ajenos a la órbita de la OPEP+ que han logrado poner contra las cuerdas al cártel, que empieza a temer una injerencia estructural y poderosa en su protectorado. Así lo augura la AIE, que avisa de que las reservas, bolsas y proyectos de alta productividad de oro negro –incluidos los de esquisto– de este triángulo podría aportar el 60% de los más de 100 millones de barriles diarios que seguirá exigiendo la economía global en 2040.
3. Dificultades de la OPEP+ para controlar el caudal energético
La estrategia de Trump de inundar de crudo el mercado ha arrojado al cártel a un mar de dudas. Quizás el de más calado desde su creación. Pese a que la OPEP+ ha conferido a sus socios una trayectoria cargada de éxitos geoestratégicos, moviendo entre bambalinas sus hilos para controlar el valor del petróleo con el grifo de sus yacimientos, indispensables hasta ahora para calibrar el flujo de oro negro. Sin embargo, en su última reunión, admitía que había más de medio millón de barriles de excedente en circulación. Y lo que es peor: estaban fuera de su mano de hierro. En gran medida, por las ventas masivas de EEUU. Pero también porque su táctica de añadir aún más cuotas a un circuito mercantil tan saturado –y que perseguía el objetivo de empujar a petroleras estadounidenses a la suspensión de pagos por precios deprimidos–, no ha surtido efecto.
De este panorama surgen varias derivadas. Sobre todo tres. Por un lado, que el volumen de crudo “enorme e inédito”, según la AIE, llevará el excedente por encima de los 4 millones de barriles diarios y dejará el Brent en un promedio de 62,23 dólares y el WTI, de referencia en EEUU, en 59 dólares en 2026, como apunta el consenso de 35 analistas del sector consultados por Reuters. Por otro, que solo los riesgos geopolíticos podrían generar una prima de riesgo que impida que el crudo pueda abaratarse aún más; entre otros, un recrudecimiento de la guerra en Ucrania o más multas occidentales a los emporios energéticos rusos, asuntos que maneja con secretismo la Casa Blanca. Y finalmente, la encrucijada en la que este cuadro de mando deja al régimen saudí, el gran valedor de la estrategia de incrementos productivos del cártel.
4. La encrucijada doméstica en Arabia Saudí
El reto de Riad de no ceder su porción del pastel petrolífero mundial con los nuevos exportadores masivos empieza a toparse con la realidad. La OPEP+ acaba de acordar un aminoramiento de sus alzas productivas de 2025 para no hundir más los precios. En el seno del cártel se asume, de manera no oficial, que un barril por debajo de los 80 dólares no crea suficientes beneficios presupuestarios a sus socios para abordar sus ingentes gastos internos. En el caso de Rusia, los costes de la invasión de Ucrania bajo una economía de guerra en la que se ha disparado el gasto militar. Y, en el de Arabia Saudí, para avalar inversiones asociadas a la Visión 2030, el plan de modernización de su príncipe heredero y hombre fuerte de la Casa Saud, Mohamed Bin Salman. A la que se ha unido desembolsos por hubs financieros, logísticos y tecnológicos; especialmente, los centros de datos, con sus espectaculares demandas eléctricas.
Todo ello ha llevado a Riad a poner en liza extracciones de gas licuado de esquisto a gran escala, como las del campo de Jafurah, que abren, a los ojos de no pocos analistas, una nueva era en el mercado energético. La impresión de que la saturación del negocio de los combustibles fósiles ha venido para quedarse empieza a cundir y el pánico a arraigar en la capital saudí. Un estudio de Bloomberg Economics, calcula que el gran petroestado necesitaría un barril a 98 dólares para equilibrar su presupuesto, y de 115 dólares si se incluye el gasto interno del fondo soberano PIF, al que alimentan las arcas estatales, dominadas por los ingresos petrolíferos.
5. La demanda global de ‘oro negro’ se detiene
Sobre todo, en Asia y, en especial, en China. El gigante asiático atraviesa desde la segunda mita de este año un proceso de desaceleración económica, con debilidad del consumo, nuevas grietas en su sector inmobiliario y desconfianza empresarial. Daños colaterales de la escalada arancelaria y la fragmentación de la globalización en la Gran Factoría Mundial. Aunque también por las dificultades de su PIB de superar el ritmo del 5% anual. La demanda petrolera china entrará en un largo letargo hasta 2026. A no ser que Pekín apriete otra vez el acelerador de los estímulos fiscales y saque a relucir otro bazoca de sus 800.000 millones de dólares de su arsenal presupuestario asignado a espolear la actividad.
China registró en noviembre su tercer mes de descenso continuado de su pérdida de demanda de crudo. También debido al notable auge de los vehículos eléctricos y camiones con gas licuado. La mezcla de vulnerabilidad económica en China, dudas sobre los anabolizantes fiscales y exceso de oferta de crudo en el mercado es el cóctel molotov que augura una nueva era energética con iniciativas de diversificación de los mix eléctricos para afrontar los costes asociados a la carrera competitiva por la IA y los centros de datos.
6. Las sanciones a Rusia dan un balón de oxígeno al barril
A diferencia de represalias anteriores a Rusia, la última ofensiva americana, que incluye la inclusión en sus listas negras a Gazprom, Rosneft, Lukoil y Neft –los grandes emporios petrolíferos del Kremlin– está teniendo ya efectos visibles. Entre un 15% y un 20% de recorte productivo, que rebajará la cuota rusa en un 5% ya en 2025, corrobora el mercado, que enfatiza que varios compradores clave, como India, ya están reduciendo compras por riesgo a represalias de EEUU.
Mientras, China emplea su ambigüedad controlada; no aumenta compras pese a los descuentos del barril Ural ruso por el enfriamiento de su economía, lo que ha provocado que Rusia acumule barriles en tránsito y venda con rebajas superiores a los 20 dólares frente al barril Brent. Menos producción, pero a precios reducidos que otorgan cierto margen para ajustar las cuotas, aunque no se traslade a su cotización. Como tampoco sufraga los largos meses de 2025 con un descenso de ingresos por exportación energética en las arcas de Moscú.
7. El diesel y la gasolina se encarecen
La combinación de sanciones estadounidenses a petroleras rusas las interrupciones en las plantas de refino, especialmente las que destilan diésel, han disparado el precio del diésel desde finales de octubre y, por contagio, el de la gasolina. Desde finales de octubre, lo que el mercado llama crack spreads (diferencial de precios entre el crudo y el producto refinado) del diésel se ha ampliado.
El diésel en España se ha encarecido un 7% desde junio, hasta situarse en un precio medio de 1,456 euros por litro, rondado el coste de la gasolina, tras acumular cinco meses consecutivos de subidas –desde junio a noviembre–, según el Boletín Petrolero de la UE. La equiparación de precios entre ambos carburantes sólo se ha registrado en dos episodios precedentes desde inicios de siglo; en 2007; cuando el precio del Brent saltó desde cotas similares a las actuales a rozar los 150 dólares y en 2008 cuando se dispararon las ventas de vehículos diésel en España. En invierno, también suele remontar más el precio del gasóleo.
¿Por qué? Es fruto de las sanciones a firmas rusas, tensiones productivas por ataques ucranianos a infraestructuras propiedad del Kremlin y a disrupciones en refinerías como la de Al Zour, en Kuwait. Es una infraestructura esencial para el abastecimiento a los socios de la UE que han perdido su tradicional válvula de escape de este carburante, y ello ha sumado presión al tránsito del diésel por el Atlántico. Entre otras razones, por la mayor competencia que se ha generado para comprar barriles refinados, lo que ha elevado las primas debido a escasez. Fuera de los petroestados del Golfo Pérsico este mercado está bajo la influencia de EEUU.
De modo que, en un mercado exageradamente regado de crudo, el diésel y la gasolina brillan por su ausencia. O, mejor dicho, su alta demanda la gestiona la Casa Blanca, que decide a dónde dirigir sus intensivas ventas al exterior. De momento, su destino preferente es Europa. John Evans, de la consultora PVM Oil Associates, afirma que “el actual repunte de los márgenes de refino no es pasajera, sino estructural, por existir un problema de refino que no va a desaparecer en un futuro previsible a menos que se construyan nuevas plantas en naciones de rentas altas”.
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