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The Guardian en español

Sanders & Clinton: una pareja improbable y un apoyo incómodo

Sanders da su respaldo oficial a Clinton tras más de un mes de resistencia.

Richard Wolffe

Son la extraña pareja de candidatos presidenciales: una política controladora, sin encanto pero eficaz, y uno caótico, imprudente pero adorable. Al aparecer juntos, su extrema incomodidad se ha visto clara: durante más de un año, no podían soportar la compañía del otro. Ahora parece que entienden lo mucho que se necesitan mutuamente.

Cuando Hillary Clinton y Bernie Sanders hicieron campaña este martes en Portsmouth (New Hampshire), la escena fue tan forzada como se podía esperar. “La exsecretaria de Estado Clinton ha ganado el proceso de nominación demócrata”, vociferó Sanders mientras la multitud de seguidores de Hillary. “Y la felicito por ello”. En ese momento, le dio una palmada en el hombro como si la estuviera empujando hacia la gente. Entonces, durante un breve instante, Clinton dejó su rutina de muñeco que asiente con la cabeza de forma rítmica mientras mira fijamente, con la mirada perdida, hacia la distancia.

La incomodidad es la marca distintiva de estos dos candidatos, que pronuncian mensajes en busca de aplausos con la misma sutileza que un tanque que bombardea a sus propios seguidores. Sanders dijo estar orgulloso de apoyar a Clinton, pero si esa era su cara de felicidad, odiarías verlo enfadado. Clinton dio las gracias a quienes hablaron antes que ella como si estuviera advirtiéndole al público de todo lo que les quedaba por ver.

Mientras se daban un abrazo de ritual, Clinton le dijo al oído: “Estupendo. Ha sido estupendo”.

En ese momento, los caminos de estos dos grandes rivales se separaron inmediatamente. Clinton siguió su marcha imperial hacia unas elecciones generales apocalípticas. Mientras tanto, Sanders empezó a limpiarse el sudor de la cabeza con un pañuelo blanco. Quizá podía predecir lo que estaban ya tuiteando sus seguidores más expresivos sobre su “venta”.

Una historia de cumplidos

Casi se podría perdonar a la gente de Bernie su dureza y su desconfianza. La última vez que Clinton y Sanders compartieron escenario fue en abril, justo antes de las primarias de Nueva York, cuando fueron rápido al grano y entraron en su pasatiempo favorito: destriparse mutuamente.

“¿Tiene la exsecretaria de Estado Clinton la experiencia y la inteligencia para ser presidenta? Por supuesto que la tiene”, empezó diciendo. “Pero sí cuestiono sus opiniones. Cuestiono unas opiniones que le llevaron a votar a favor de la guerra de Irak, la peor equivocación en política exterior de la historia de este país, o de casi todos los tratados comerciales catastróficos que nos cuestan millones de empleos bien pagados”.

Clinton le devolvió el cumplido diciendo que Sanders apenas estaba cualificado para ser entrevistado por el New York Daily News. “Hablemos de opiniones y hablemos de los problemas que tuvo para responder a preguntas incluso sobre su propuesta central, dividir los bancos”, dijo. “Cuando le preguntaron, no pudo explicar cómo se haría eso, y cuando le preguntaron sobre varios temas de política exterior, no pudo responder sobre Afganistán, sobre Israel, sobre el antiterrorismo, salvo para decir que si tuviera algún papel delante quizá podría”.

Y los expertos se preguntan por qué tantos votantes de Sanders han tardado en reconciliarse con Clinton como su candidata.

Tras derrotar a su rival en una victoria pírrica que resultó muy familiar para cualquiera que pueda recordar los años 90, Clinton aceptó la semana pasada elementos clave del programa de Sanders, en un movimiento político descarado que representa o bien un giro completo o bien un gesto poco sincero. ¿Quién sabe?

Así que Clinton ahora quiere eliminar las tasas de las universidades públicas para las familias que sean del estado y ganen menos de 125.000 dólares al año (unos 110.000 euros). Y ya había hecho público que quería que el Parlamento añadiese una “opción pública” al Obamacare, a pesar de decir que no era el momento de volver a sacar el capítulo más conflictivo de toda la presidencia de Obama.

La coherencia estúpida es el duende de las mentes pequeñas, y la campaña de Clinton no puede ser acusada de mente pequeña.

La recompensa ya está clara. La última encuesta de la NBC y el Wall Street Journal muestra que los seguidores de Sanders se están animando a asumir a Clinton como su candidata: el 45% de sus seguidores tiene ahora una visión positiva de ella, frente al 38% del mes pasado. Los sentimientos son asimétricos en el otro lado: el 60% de los seguidores de Clinton tienen una opinión positiva de Sanders, lo que sugiere que Clinton tiene un largo camino por delante para atraer del todo a los votantes de Sanders este verano.

Por mala que sea, la situación en el lado republicano es aún peor. Según una encuesta reciente de Pew, el 85% de los partidarios de Sanders votará a Clinton, mientras que el 9% votará a Trump y el 6% apuesta por otros candidatos. Sin embargo, entre los seguidores de los varios candidatos que se enfrentaron a Trump en las primarias, el 77% votará a Trump, mientras que el 14% optará por Clinton y el 9% por otros.

¿Hasta qué punto es malo ese 14% de votos anti-Trump dentro del Partido Republicano? Hace cuatro años, solo el 4% de los partidarios de los rivales republicanos de Romney apoyaron a Obama.

Entonces, de nuevo, un esfuerzo serio por el compromiso y la reconciliación –algo que Trump es patológicamente incapaz de hacer– puede ir bien. En junio de 2008, tras unas duras primarias entre Obama y Clinton, el 16% de los votantes de Clinton dijeron que votarían a McCain y el 12%, a otros candidatos. Esas cifras no llegaron a las elecciones generales y Obama obtuvo un triunfo aplastante.

“No es un secreto que Hillary Clinton y yo no estamos de acuerdo en una serie de cosas”, dijo Sanders como parte de su sonoro apoyo. “Eso es de lo que ha ido esta campaña. Eso es de lo que va la democracia”.

El reto para Sanders y sus seguidores es dejar atrás esos desacuerdos, como apoyo a lo que el candidato derrotado ha llamado con modestia “el programa más progresista de la historia del Partido Demócrata”. Si Clinton se basará o no en ese programa para hacer campaña y para gobernar, nadie lo sabe. Mientras tanto, podemos estar de acuerdo en que –como dicen los carteles– son Más Fuertes Juntos, aunque no están Más Cerca Juntos.

Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo

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