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The Guardian en español

Cómo la industria del gas ha aprovechado la guerra de Ucrania para cambiar la política de Biden

Red de tuberías en las instalaciones de exportación de GNL de Cameron, en Hackberry (Luisiana), en marzo de 2022.

Oliver Milman

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Los tanques y vehículos blindados rusos apenas habían comenzado a entrar en Ucrania y la industria de los combustibles fósiles de Estados Unidos ya había reaccionado. Una carta fue enviada rapidámente a la Casa Blanca, en la que el sector instaba a aumentar inmediatamente la producción de gas y las exportaciones a Europa ante la previsible crisis energética. La carta, con fecha del 25 de febrero, justo un día después de que las fuerzas de Vladimir Putin invadieran Ucrania, señalaba la “peligrosa coyuntura” del momento y añadía una lista de peticiones: más perforaciones en tierras públicas estadounidenses; la rápida aprobación de las terminales de exportación de gas propuestas; y presión sobre la Comisión Federal Reguladora de la Energía, una agencia independiente, para que dé luz verde a los permisos de gasoductos en trámite. Para el invierno de 2022 debería haber “gasoductos transatlánticos virtuales” que fluyan desde EEUU a Europa, se decía en la carta.

Han pasado siete meses de esa misiva, la invasión rusa se ha estancado y en algunos lugares ha retrocedido, pero la industria del gas estadounidense ha logrado casi todos sus objetivos iniciales. En pocas semanas, el gobierno de Joe Biden hizo suyas las principales peticiones del sector. Preparó el camino para nuevos gasoductos e instalaciones de exportación, creó un nuevo grupo de trabajo para impulsar las exportaciones de gas a Europa y aprobó fondos por valor de 300 millones de dólares (unos 309 millones de euros) para ayudar a construir infraestructuras de gas en el continente.

“No puedo ni empezar a contar lo mucho que ha cambiado la situación para las empresas de Estados Unidos que han querido sacar adelante sus proyectos y no han podido conseguir contratos a largo plazo”, dijo un eufórico Fred Hutchison, presidente de LNG Allies, la organización del sector que envió la carta, apenas tres semanas después de que se iniciaran tanto los esfuerzos militares como los de los grupos de presión.

Un giro contra el cambio climático

Como señaló Hutchison, la retórica del gobierno de Biden, que se autoproclamó profundamente comprometido con la lucha contra la crisis climática, había “cambiado sustancialmente” en tan sólo una semana. En marzo, el grupo se jactó de que la creación por parte de Biden del grupo de trabajo para la exportación de gas era una “respuesta directa a la propuesta presentada por LNG Allies”.

Sin embargo, la adopción del gas natural licuado o GNL (LNG, por sus siglas en inglés) —gas que se ha enfriado a -160 grados centígrados, convirtiéndolo en un líquido que puede enviarse al extranjero— como un acto de desafío a Putin, ha consternado a los activistas contra el cambio climático, que advierten de que esto asegura décadas de emisiones que calientan el planeta y acerca al mundo a una catástrofe climática.

“El hecho de que, apenas unas semanas después de que se plantearan esas exigencias, el presidente Biden convirtiera los deseos de la industria en políticas es una acusación condenatoria para un presidente que había prometido hacer frente a la crisis climática”, lamenta Zorka Milin, asesor principal de Global Witness, que ha compartido con The Guardian un nuevo informe sobre el incremento de las infraestructuras de gas.

Milin explica que la industria del gas estadounidense ha estado “relamiéndose” antes de la guerra de Ucrania. “No hay duda de que la aparente capitulación de Biden ante la industria del gas ha abierto la puerta para que estas empresas sigan lucrándose a costa de los que sufren en Ucrania, de los que viven cerca de las nuevas infraestructuras de gas en Estados Unidos y de los millones de afectados por el cambio climático en todo el mundo”, sentencia.

LNG Allies, que es el nombre operativo de la US LNG Association, pero que no revela públicamente a sus miembros o donantes, ha conseguido varias victorias notables desde el inicio de la guerra. El grupo quería que se agilizaran seis solicitudes específicas de exportación de gas, y en tres semanas el Departamento de Energía de EEUU concedió dos de ellas, el proyecto Sabine Pass de Cheniere Energy en Luisiana y su operación en Corpus Christi en Texas.

El Departamento de Energía avanzó que las autorizaciones, que permiten a las dos instalaciones exportar unos 20 millones de metros cúbicos diarios de gas natural, actuarán como un “componente importante para la seguridad energética mundial” al ayudar a los aliados de EEUU en Europa. Asimismo señaló que las exportaciones estadounidenses de GNL van a crecer un 20% adicional a finales de este año. Hutchison celebró la noticia con la siguiente afirmación: “¡Dos [autorizaciones] menos y cuatro más!”.

A finales de abril, se habían concedido otras dos autorizaciones de exportación de GNL. “¡Cuatro menos y dos más!” exclamó LNG Allies en un comunicado. Las nuevas terminales de gas tienen una vida útil que se mide en décadas, lo que choca con los objetivos climáticos acordados: la Agencia Internacional de la Energía ha dicho que no se pueden construir nuevas infraestructuras de combustibles fósiles si el mundo quiere evitar un peligroso calentamiento global.

Sin embargo, el gobierno de Biden se ha comprometido a suministrar a la Unión Europea al menos 15.000 millones de metros cúbicos de gas, lo que equivale a la mitad de la cantidad de gas que quema España cada año, para finales de 2022. El Departamento de Energía no respondió a las preguntas sobre cómo encajan las nuevas operaciones de gas con el objetivo de Biden de reducir las emisiones estadounidenses a la mitad en esta década.

EEUU no empezó a enviar GNL al extranjero hasta 2016, pero ahora se ha convertido en el mayor exportador del mundo, superando a Qatar y Australia. La mayor parte del gas se extrae por fracturación hidráulica en la cuenca del Pérmico, una zona rica en petróleo y gas en Texas y Nuevo México, antes de ser llevado en oleoductos y por tren a la costa del Golfo de México, donde se enfría y se carga en barcos.

Nuevas construcciones

Tres instalaciones de exportación que se están construyendo en la costa van a consolidar aún más el dominio estadounidense en el sector cuando estén plenamente operativas en 2025, en un paisaje que ya está repleto de refinerías de petróleo y empresas de plásticos que provocan una grave contaminación atmosférica y un ruido que perjudica a los residentes cercanos, en su mayoría personas de color.

Gran parte de la nueva infraestructura de gas no estará operativa hasta dentro de varios años, lo que puede superar la duración del conflicto entre Rusia y Ucrania, que ha reducido el suministro y ha provocado un aumento de los precios del gas. Según Clark Williams-Derry, analista del Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero, la gran cantidad de exportaciones de GNL previstas o en construcción, que suman aproximadamente la mitad de toda la producción de gas de EEUU, probablemente provocará una subida de los precios del gas para los usuarios domésticos estadounidenses. “Se está empezando a reducir la cantidad de gas disponible para los consumidores nacionales”, señala Williams-Derry. “Veremos impactos muy severos en los precios del gas doméstico en Estados Unidos. Los efectos tendrán un gran alcance”.

Sin embargo, la crisis de Ucrania ha contribuido a que varias empresas de GNL registren grandes beneficios este año. La empresa exportadora Cheniere ganó 3.800 millones de dólares más en efectivo por sus operaciones en el primer semestre de 2022 en comparación con el mismo periodo del año anterior, mientras que Sempra, empresa de licuación de gas, ha multiplicado por ocho las ventas de GNL a Europa.

Una transición hacia energías limpias

El gas se ha considerado durante mucho tiempo un “combustible puente” útil para hacer frente a la crisis climática, ya que emite menos dióxido de carbono que el carbón o el petróleo y proporciona energía para procesos como la fabricación de acero que las energías renovables aún no pueden gestionar. “En este momento, la opción no es el gas o las energías renovables, sino el gas o el carbón. El gas puede ayudar a impulsar esa transición hacia las energías limpias”, afirma David Dismukes, experto en energía de la Universidad Estatal de Luisiana.

“Las noticias que ahora nos llegan engrasarán las ruedas para un mayor desarrollo del GNL, ya que se perfila como un invierno duro para Europa”.

Según un análisis realizado en 2020 por el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales (NRDC, por sus siglas en inglés), la extracción, el transporte y la licuefacción necesarios para crear GNL para la exportación generan casi tantas emisiones como la combustión del propio gas. El NRDC afirma que estas emisiones adicionales significan que el impacto de los gases de efecto invernadero del GNL es “en el mejor de los casos, sólo modestamente menor que el de otros combustibles fósiles”. Un problema clave es que la extracción de gas produce una gran cantidad de metano, un potente gas de efecto invernadero que es mucho más eficaz para atrapar el calor que el dióxido de carbono.

Los grupos que abogan por medidas para frenar la crisis climática sostienen que Estados Unidos y Europa deberían invertir fuertemente en energías renovables, como la solar y la eólica, para ayudar a contrarrestar futuras crisis de precios y reducir las emisiones. “La agresión de Rusia en Ucrania, el aumento de los precios de la energía y los efectos devastadores del cambio climático deberían ser el mayor acicate para acabar con la dependencia mundial de los combustibles fósiles”, afirma Milin. “En lugar de ello, una industria poderosa está intentando aprovecharse del conflicto y obligar al mundo a repetir los mismos errores que nos han llevado hasta esta situación”.

Traducción de Emma Reverter.

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