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¿Pueden los talibanes resucitar la destrozada economía afgana?

Islamabad (Pakistán)
Talibanes celebran la retirada de las fuerzas estadounidenses por las calles de Kandahar, Afganistán, este martes.
2 de septiembre de 2021 22:37 h

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Los talibanes tomaron Afganistán en un avance relámpago por sus ciudades, dejando al descubierto la debilidad del Gobierno en Kabul y humillando a Estados Unidos y a sus aliados. La retirada de las fuerzas occidentales esta semana es su mayor victoria. Ahora se preparan para anunciar su gobierno, y puede que resucitar la destrozada economía afgana sea su mayor desafío.

¿Qué ha pasado con la economía afgana desde la victoria talibán?

En el contexto de la peor sequía en décadas y del deterioro de la seguridad, la economía de Afganistán llevaba años de dificultades, incluso antes de los acontecimientos de agosto. El repentino ascenso de los talibanes ha sido la sacudida más fuerte hasta el momento.

El precio de los bienes de los que la gente corriente depende para sobrevivir –como la harina, el aceite y el arroz– ha ido aumentando día a día. Lo mismo sucede con el precio del combustible, lo que añade más presión a las familias que tienen que conducir para llegar al trabajo.

Las colas en los bancos se extienden a lo largo de cientos de metros. Los bancos, por temor a una fuga de fondos, han limitado las retiradas de dinero, lo que ha causado una crisis de efectivo que ha paralizado la actividad económica en las grandes ciudades.

“Los bancos siguen cerrados en Herat”, dice Shahab Siddiqui (nombre ficticio), un funcionario público de esa ciudad. “Solo hay dos cajeros automáticos funcionando en toda la ciudad, por lo que hay que hacer fila durante horas. Pero cuando llega tu turno, ya no tienen más dinero o se corta la luz”.

La incertidumbre y el miedo han forzado a cientos de miles de afganos a desplazarse dentro del país o al otro lado de la frontera, hacia países como Irán y Pakistán.

A muchos afganos lo que les quita el sueño no es tanto la restricción de sus libertades personales como estos oscuros nubarrones económicos. “Esa es la pregunta que todos se hacen aquí”, dice un cambista en Herat, que pide no ser nombrado. “¿Cómo van a gestionar los talibanes el dinero? Un dólar estadounidense está ahora a 86,3 afganis (la moneda afgana). Antes de la caída del Gobierno, estaba a unos 80”.

¿Por qué ha sido tan duro el golpe económico?

Una de las razones principales es que la economía afgana dependía en gran parte de los donantes extranjeros que tenían intereses en el Gobierno anterior, y aún no han aclarado cómo se relacionarán con los talibanes.

Desde el inicio de la invasión liderada por Estados Unidos, la economía de Afganistán ha sido apuntalada por la ayuda extranjera y la ayuda al desarrollo, que el año pasado representaron más del 42% del PIB del país y financiaron tres cuartas partes del gasto público.

Esa ayuda ha ido empequeñeciéndose a lo largo de los últimos años y pocas empresas están dispuestas a invertir en un país tan inestable. Con el regreso de los talibanes al poder, Estados Unidos, Reino Unido, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Unión Europea y Alemania, entre otros donantes, han suspendido los fondos al desarrollo que planeaban otorgar a Afganistán. Es posible que sigan proporcionando ayuda humanitaria, pero es probable que esta se canalice a través organizaciones benéficas y no del gobierno talibán.

Según un análisis de Chatham House, “si la ayuda se congela por un período prolongado, causará una gran contracción de la financiación del gobierno, lo que conducirá al despido de trabajadores públicos y personal de ONG, al colapso de servicios esenciales como la sanidad y la educación y al riesgo de hiperinflación”.

Los talibanes tampoco pueden recurrir a los activos de reserva del país para evitar la depreciación del afgani. La mayor parte de estos fondos –más de 7.000 millones de dólares de un estimado total de 10.000 millones– está en cuentas bancarias estadounidenses congeladas por Washington.

Además de una sequía que afectará al rendimiento agrícola –aunque aún no está claro en qué grado–, Afganistán afrontará una significativa escasez de alimentos este invierno, según ha advertido el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas.

¿Qué implican estos problemas económicos para la forma de gobernar de los talibanes?

Los talibanes saben que gobernar eficazmente significa satisfacer las necesidades básicas de la población y brindar esperanza en el futuro en un país en el que el ciudadano medio tiene 18 años.

Hasta ahora, los talibanes se han mostrado magnánimos en la victoria, pidiendo que se reanuden las relaciones con muchos de los países a los que vencieron para recuperar el control de Afganistán, incluyendo a Estados Unidos.

Los analistas ven en esto una señal de que los líderes del grupo tienen la intención de integrarse de algún modo a la economía mundial y tratar de acceder a la ayuda extranjera y a los fondos de desarrollo.

“Los talibanes son plenamente conscientes de que necesitarán acceder al sistema financiero global”, dice Fung Sui, economista principal para Asia en el Economist Intelligence Unit. “Saben que necesitan la ayuda internacional para evitar el colapso total de la economía, porque si se hunde habrá desorden social en el país y puede que no sean capaces de controlarlo”.

Ya hay indicios de una mayor apertura a las organizaciones internacionales por parte del grupo, añade Siu. “Hace 20 años los talibanes dependían de sus propios medios, no iban en busca de ayuda [extranjera]. Pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha conseguido transportar suministros por vía aérea y lo ha hecho desde Catar, utilizando la aerolínea nacional de Pakistán. Por lo tanto, no están completamente cerrados a la ayuda, solo que tendrá que hacerse de una manera muy difícil y enrevesada”.

Los intereses económicos pueden dar cierta influencia a Occidente sobre la administración talibán entrante, quizás vinculando el descongelamiento de los fondos al avance de los derechos humanos o la negación del espacio a los grupos yihadistas. Pero, en última instancia, lo que se regatea es el sufrimiento de la población afgana.

Traducción de Julián Cnochaert.

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