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Tokio se prepara para el terremoto del siglo: “Esta no es una historia de 'qué pasaría si', esta historia se hará realidad”

Un joven camina por una calle destrozada por un terremoto que sacudió Japón en 2016.

Daniel Hurst

Tokio —

Todos los días, a las cinco de la tarde, la suave melodía de la canción infantil Yuyake Koyake suena en el barrio de Minato, Tokio, desde un altavoz, uno de los cientos que se escuchan en las escuelas y parques de esta megaciudad de 37 millones de personas.

Este ritual diario no solo anuncia la llegada de la tarde. Es una prueba de un sistema pensado para salvar a los habitantes de Tokio del que podría ser uno de los peores desastres naturales de la historia de la humanidad: un terremoto que sacudiría el corazón de la ciudad más poblada del planeta.

El último terremoto de gran magnitud que azotó Tokio se produjo en 1923. Los expertos estiman que el próximo se producirá aproximadamente un siglo después. Según sus cálculos, la probabilidad de que se produzca un terremoto de magnitud 7 en la escala sismológica de Richter en Tokio antes de 2050 es del 70%. Ya no es una cuestión de “si va a suceder”, sino de “cuando”. Tendría consecuencias devastadoras.

Según una estimación oficial, un terremoto de magnitud 7,3 en el norte de la Bahía de Tokio podría causar 9.700 muertos y casi 150.000 heridos. Se cree que la cifra de personas que tendrían que ser evacuadas un día después de la catástrofe sería superior a 3,39 millones y también que otros 5,2 millones de personas se quedarían sin hogar. Por otra parte, el terremoto o los incendios posteriores podrían destruir más de 300.000 edificios.

Sería el suceso más catastrófico al que tendría que enfrentarse Tokio desde el bombardeo estadounidense de marzo de 1945 que mató a 100.000 personas e incendió más de 267.000 edificios.

Cuando el gran terremoto de Kanto, de magnitud 7,9, sacudió la isla de Oshima, a unos 100 kilómetros al sur del centro de Tokio, alrededor de la hora del almuerzo del 1 de septiembre de 1923, miles de edificios se derrumbaron. Muchas casas se incendiaron cuando se volcaron los hornillos de la cocina y aquellos que lograron sobrevivir afirman que era como si el infierno se hubiera apoderado de la tierra. La estimación oficial fue de 105.000 muertos y heridos en Tokio y en la ciudad portuaria vecina de Yokohama, aunque algunos informes precisaron que en realidad la cifra de víctimas era mucho mayor.

En el caótico período posterior al desastre, los falsos rumores sobre una “revuelta coreana” y el supuesto envenenamiento de pozos también desencadenaron ataques violentos y mortales contra los coreanos.

Tokio ha hecho grandes avances desde 1923. De hecho, si hay una ciudad en el planeta preparada para un terremoto, esa es la capital de Japón. Sus rascacielos, con la tecnología más avanzada, están diseñados para balancearse; los parques cuentan con baños de emergencia ocultos y bancos que se convierten en cocinas; y la ciudad dispone de la mayor brigada de bomberos del mundo, específicamente entrenada para prevenir el tipo de llamaradas que se propagan después de los terremotos.

El problema con los terremotos es que precisamente tienden a destruir todo lo que se construye para luchar contra ellos. Tokio recibe anualmente a millones de turistas y espera una afluencia masiva durante la Copa Mundial de Rugby, que se celebrará este año, y durante los Juegos Olímpicos de 2020. Si un terremoto de gran magnitud sacude la ciudad podría cundir el pánico.

“Japón es conocida a nivel mundial por la resiliencia de su infraestructura y por disponer de tecnología pensada para resistir los movimientos sísmicos. Si te fijas en los rascacielos de la ciudad verás que tienen la tecnología más puntera y que están preparados para resistir un terremoto, pero lo que me preocupa es la preparación de las comunidades y de las personas que la integran”, indica Robin Takashi Lewis, un experto en preparación y respuesta ante desastres radicado en Tokio.

“Si se produjera un terremoto de gran magnitud causaría daños considerables a infraestructuras clave como el suministro de la electricidad, el gas y el agua”, señala Lewis. El gobierno metropolitano de Tokio afirma que en el caso de que se produzca un terremoto de gran envergadura, su objetivo es restablecer la electricidad en el plazo de una semana, el suministro de agua en un mes y el de gas en dos meses. “Cuando una ciudad tiene estas proporciones y careces de los suministros más básicos, tienes un grave problema”.

Y sí; Tokio tiene el mayor cuerpo de bomberos del mundo. Pese a ello, si se produjera “el gran” terremoto, los servicios de emergencia se verían desbordados.

A los residentes de Tokio se les insta a fijar los muebles a la pared con soportes en forma de 'L' y a colocar cuñas debajo de los armarios inestables y almohadillas antideslizantes en las patas de las sillas y mesas. También se les recomienda tener siempre comida enlatada y agua embotellada, así como kits de emergencia con linternas, radio, baterías y medicamentos de uso diario.

Las tiendas venden “bolsas de emergencia para aseos” que se pueden conectar a un inodoro doméstico estándar cuando se corta el suministro de agua. También saben que deben refugiarse bajo las mesas o sostener cojines o almohadas sobre sus cabezas, para protegerse de objetos que caen.

Sin embargo, cuando se produzca el terremoto, millones de personas podrían estar viajando en la red ferroviaria y de metro de Tokio. Los responsables del Metro de Tokio afirman que su infraestructura ha sido reforzada contra seísmos, y que los trenes harán una parada de emergencia inmediata en caso de fuertes sacudidas.

“Esta historia se hará realidad”

Si todo esto suena real, es porque Japón es esencialmente un país propenso a los desastres. Terremotos, tsunamis y tifones asolan la ciudad a menudo. El terremoto más potente jamás registrado en Japón, el desastre de magnitud 9 frente a la costa noreste en marzo de 2011, desplazó el eje de la Tierra unos 25 centímetros y desplazó la mayor isla del país, Honshu, 2,4 metros más cerca de Estados Unidos. Unas 20.000 personas murieron en el tsunami posterior, que provocó el derretimiento de la central eléctrica de Fukushima Dai-ichi.

Naoshi Hirata, profesor de sismología en el Instituto de Investigación Sísmica de la Universidad de Tokio, explica que la ciudad se ve amenazada porque dos placas oceánicas hacen presión sobre la zona y porque Tokio se encuentra en la llanura de Kanto, una formación geológica que tiembla con facilidad.

Los japoneses están acostumbrados a la noción de desastre natural. Las escuelas y las empresas suelen celebrar simulacros de emergencia el 1 de septiembre, aniversario del terremoto de 1923, conocido ahora como el Día de la Prevención de Desastres. El Gobierno metropolitano de Tokio ha publicado el manual de 338 páginas 'Preparémonos', en el que describe todo lo que puede suceder tras un desastre y explica cómo mitigar el riesgo.

El manual, que se distribuye a 7 millones de hogares y se publica en varios idiomas, incluye un manga llamado 'El Día X de Tokio', protagonizado por un oficinista que navega por escenas de destrucción: objetos que caen, trenes descarrilados, vehículos estrellados, edificios dañados y cortes en la red de telefonía móvil. El relato concluye con las palabras: “Esta no es una historia de 'qué pasaría si'. En un futuro próximo, esta historia se hará realidad”.

La ciudad también está trabajando para actualizar y mejorar su infraestructura. Aunque sus modernos rascacielos le dan fama a nivel internacional, los expertos están preocupados por el tejido tradicional de la ciudad: casas de madera situadas unas al lado de las otras, en las que el fuego podría propagarse con facilidad.

“La ciudad conserva unas 13.000 hectáreas de casas de madera situadas unas cerca de las otras, lo que representa cerca del 7% del área de la prefectura de Tokio”, explicó Nobutada Tominaga, un funcionario de la oficina de desarrollo urbano de la ciudad, en un foro sobre ciudades resilientes que se celebró en Tokio el mes pasado. Precisamente, la ciudad ha concluido un proyecto de construcción de amplias zonas peatonales que contribuirían a crear cortafuegos en el barrio antiguo de Nakanobu.

La ciudad también reserva una red de carreteras principales para camiones de bomberos y vehículos de rescate. Estas carreteras están marcadas con la señal de un gran bagre azul (pez), el Namazu; la criatura gigante que causa terremotos en la mitología japonesa.

Las autoridades de la ciudad han designado 3.000 escuelas, centros comunitarios y otras instalaciones públicas que se convertirían en centros de evacuación en caso de catástrofe grave y también dispone de unos 1.200 centros para personas que necesitan atención especial.

Ante la perspectiva de que 5,2 millones de personas queden desamparadas si se produce un terremoto de gran magnitud, el Gobierno metropolitano de Tokio quiere evitar los flujos masivos de trabajadores o estudiantes que regresen a sus hogares y aconseja que en caso de terremoto, siempre que sea posible, permanezcan en su lugar de trabajo o escuela.

Los negocios suelen tener reservas de al menos tres días de agua potable, alimentos y otras necesidades para que sus empleados tengan acceso a suministros adecuados en caso de desastre. El Gobierno también ha habilitado refugios temporales para las personas que no tienen adónde ir, y que dispondrán de suministros similares.

Mientras tanto, las autoridades han establecido que más de 50 parques en Tokio servirían como zona de prevención de desastres. Por lo general, se utilizan para picnics y otras actividades de ocio, y se asemejan a los parques estándar en todos los sentidos, excepto por disponer de una red de alcantarillas en un área cercada. En caso de desastre, se retiran las tapas de las alcantarillas y se colocan asientos especiales y tiendas de campaña, convirtiéndolas en inodoros de emergencia. Los bancos del parque pueden convertirse en cocinas. La respuesta de emergencia se coordinaría desde el Parque de Prevención de Desastres de Tokyo Rinkai, un sitio de 13,2 hectáreas al noroeste de la Bahía de Tokio.

Edificios a prueba de temblores

Los edificios de Tokio a prueba de temblores son de sobra conocidos. El epicentro del terremoto de 2011 se encontraba a unas 230 millas (370 km) de Tokio, pero a pesar de los temblores, los edificios de la ciudad resistieron sin problemas. Las imágenes captadas mostraban cómo los rascacielos se balanceaban como árboles durante una ventisca. Aunque con su movimiento podían asustar a los que se encontraban en su interior, estos edificios hicieron exactamente aquello para lo que han sido diseñados: flexionarse en lugar de desmoronarse.

Según un portavoz del Gobierno metropolitano de Tokio, conforme a los estándares de la ley nacional de construcción, debería haber “pocos daños” en un terremoto de tamaño mediano, y “un edificio no debería ser susceptible de derrumbarse en caso de un terremoto mayor” del tipo que ocurre una vez cada cientos de años. Los rascacielos son los que disponen de una tecnología más avanzada y también los que son objeto de un mayor control.

Los edificios de más de 60 metros deben someterse a un análisis estructural detallado como parte de un proceso de certificación más riguroso. Los rascacielos más nuevos de Tokio cuentan con una gama de dispositivos antisísmicos que incluyen grandes “amortiguadores” que actúan como un péndulo y contrarrestan las ondas sísmicas. Los cimientos del edificio cuentan con unas bases llenas de fluido o de goma que contribuyen a que el edificio se balancee.

El país también ha aprendido de desastres pasados. En el terremoto de Kobe de 1995, la mayoría de las estructuras que se desmoronaron se habían construido antes de 1981, cuando se introdujeron normas más estrictas. Según un estudio de la Universidad de Tokio, casi nueve de cada diez edificios de Tokio cumplen con las normas antisísmicas modernas.

La ciudad también ha puesto en marcha proyectos para reducir el impacto de otras amenazas naturales, como las inundaciones y los tsunamis. En este sentido, ha construido compuertas y diques para proteger las tierras bajas de la parte oriental y la mejora de los canales fluviales y de desvío en la zona central. El tifón Kitty de agosto de 1949 causó una marejada de 3,15 metros e inundó 137.878 casas. En cambio, el tifón Lan de octubre de 2017 causó una marejada de 2,98 metros pero no inundó ni una sola casa.

Uno de los proyectos de infraestructura más destacables es el conocido como G-Cans, un proyecto que ha durado 17 años y que se completó en 2009. Con un coste estimado de 230.000 millones de yenes (1.900 millones de euros), el G-Cans se compone de una serie de cinco silos, cada uno de 65 metros de altura, que pueden recoger el exceso de agua y evitar inundaciones. Estos silos se conectan a un túnel de 6,5 km de longitud que permite que el agua fluya hacia un enorme tanque de almacenamiento subterráneo.

El mes de agosto de 2008 fue particularmente lluvioso y a pesar de que el G-Cans todavía no estaba terminado, pudo mitigar las inundaciones en las comunidades cercanas al desplazar 11,72 millones de metros cúbicos de agua.

El reto olímpico

Aunque la amenaza de desastres no es un fenómeno nuevo para Japón, el aumento de turistas, el crecimiento constante del número de residentes procedentes de otros países y los Juegos Olímpicos del próximo año plantean nuevos desafíos, ya que los visitantes pueden no estar preparados para reaccionar ante un terremoto.

Masa Takaya, portavoz de Tokio 2020, afirma que todas las sedes cumplirán con las estrictas normas de construcción de Japón, pero los organizadores también están sopesando “cómo garantizar que los espectadores actuarán de la forma adecuada en caso de que se produjera un terremoto de gran envergadura”.

“Para contribuir a la correcta gestión de una emergencia, estamos preparando planes de evacuación para cada lugar, y estamos sopesando la posibilidad de ofrecer un servicio de asistencia multilingüe que nos permita una evacuación rápida y fluida”, indica Takaya.

La ciudad ha desarrollado aplicaciones multilingües de telefonía móvil para ayudar a su creciente número de residentes internacionales a entender cómo proceder en caso de terremoto y los municipios de Tokio han comenzado a ofrecer formación práctica a los residentes nacidos en el extranjero.

Lewis, el experto en preparación para desastres, afirma que “teniendo en cuenta el tamaño y la complejidad de esta ciudad, el Gobierno está haciendo un buen trabajo en la preparación de sus ciudadanos” para un gran terremoto. Pero todavía quedan “lagunas y retos” por resolver. “Hace años que no hemos experimentado un terremoto de gran magnitud y el nivel de preparación de los hogares podría ser más alto”, puntualiza.

De hecho, en caso de terremoto mucho dependerá de la magnitud y del epicentro del mismo. Y por muy preparada que la ciudad de Tokio crea estar, resulta complicado prever el nivel de caos. Después del enorme terremoto que sacudió Kobe en 1995 –supuestamente a prueba de terremotos–, alrededor de cuatro de cada cinco personas que necesitaban ser rescatadas recibieron la ayuda de ciudadanos en vez de la ayuda oficial. El terremoto mató a 6.434 personas y destruyó cerca de 400.000 edificios y numerosa infraestructura, como la autopista elevada de Hanshin, que se derrumbó.

Cuando llegue el Día X, puede que sean los propios habitantes de Tokio los que tengan que salvar su propia ciudad.

Traducido por Emma Reverter

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