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The Guardian en español

La hoz y el tornillo: una brigada secreta de vecinos repara las calles de una Roma decadente

Un "Plan Marshall" para arreglar los miles de boquetes de las calles de Roma

Giorgio Ghiglione

Son las seis de la mañana de un domingo y las calles del barrio de Ostiense, al sur de Roma, están vacías. El metro acaba de abrir y los cafés todavía no han atendido a los primeros clientes.

Un grupo formado por siete hombres y mujeres está trabajando duro. Ocultan sus rostros con bufandas y sudaderas con capucha y descargan sacos de cemento y arena de un coche cerca de la Basílica de San Pablo, situada fuera de las murallas.

No son delincuentes, son miembros de un grupo secreto conocido por el nombre de Gap y no quieren revelar su identidad porque lo que están haciendo, concretamente arreglar un pavimento sin permiso oficial, es técnicamente ilegal.

Las obras de mantenimiento de Roma, o mejor dicho, la falta de ellas, son desde hace tiempo un tema candente. Se calcula que la ciudad tiene unos 10.000 baches, una fuente de frustración para los muchos romanos que se desplazan en scooter. Desde que se cerró el vertedero de la ciudad en 2013, la recogida de los residuos urbanos también se ha convertido en un problema importante, con “crisis de residuos” periódicas en las que la basura se acumula en las calles. Por otra parte, la prensa internacional se ha hecho eco del incendio y posterior explosión de varios autobuses en la capital de Italia así como del hundimiento de una escalera mecánica de un metro.

Los siete obreros clandestinos forman parte de una red de unos 20 activistas que sigilosamente llevan a cabo las reparaciones que las autoridades no hacen. Gap [que en inglés significa vacío] significa en este caso Gruppi Artigiani Pronto Intervento (Grupo de Obreros de Emergencia), pero también es un homenaje a los partisanos de los Gruppi di Azione Patriottica, que lucharon contra los fascistas durante la segunda guerra mundial.

“Elegimos este nombre porque muchos de nuestros padres o abuelos eran partisanos y nos gustaba la idea de honrar su memoria”, explica uno de los activistas, un arquitecto de cincuenta años que se hace llamar Renato. Si bien los miembros del Gap actual no arriesgan sus vidas, a diferencia del grupo que integraron sus padres, su modus operandi sí se inspira en los saboteadores de la resistencia: identifican un objetivo, actúan y se evaporan sigilosamente por las calles de la ciudad.

En los últimos meses han estado muy atareados. En diciembre repararon la fuente de la escuela primaria Principe di Piemonte, construida en los años 40. En enero pintaron un cruce peatonal en una peligrosa carretera principal. Su último trabajo, la colocación de pavimentos en Ostiense, consistió en rellenar un hoyo profundo que se inundaba constantemente cuando llovía.

Siempre dejan su firma, el logotipo de un destornillador y un martillo, ya sea pintado con plantillas en el suelo o en una hoja de papel. También dejan panfletos, en los que animan a los demás romanos a seguir su ejemplo: “Gap es una organización secreta, en vez de llevar a cabo acciones de sabotaje, los gappisti reparan aquello que la burocracia ha sido incapaz de reparar. Encuentra tu objetivo, organízate y repara: ¡conviértete en un gappista!”.

Peppe (otro seudónimo) es uno de los miembros fundadores. Explica que a él se le ocurrió la idea porque su hijo va a la escuela primaria que tenía la fuente rota. Recuerda que unos meses atrás, las autoridades de la ciudad vinieron a arreglarla, pero sólo repararon la tubería y dejaron la estructura inutilizable en su totalidad. “Así que decidimos actuar de noche”.

Peppe dice que de vez en cuando Gap se salta la ley. De hecho, para reparar la fuente tuvieron que entrar en la escuela sin permiso y para pintar el paso de peatones bloquearon una carretera sin autorización.

“Es cierto que nos hemos saltado a las autoridades de la ciudad”, reconoce Renato. “Pero en el caso de la fuente nadie más iba a arreglarla durante al menos dos años, así que nos dijimos: hagámoslo y veamos qué pasa”.

Los miembros de la organización puntualizan que sus acciones no son una reacción a la gestión de la alcaldesa Virginia Raggi, del Movimiento de Cinco Estrellas. “Esta situación es el resultado de muchos problemas que se han ido acumulando a lo largo de los años”, explica Nadir, otro activista que prefiere identificarse con un seudónimo y que es arquitecto. “Todos los partidos que han gestionado la ciudad son responsables del estado actual de Roma”.

Muchas ciudades italianas, entre ellas Roma, Nápoles y Turín, se han enfrentado a importantes recortes presupuestarios en los últimos años y, por lo tanto, tienen dificultades para financiar los servicios municipales.

Los detractores de este movimiento podrían argumentar que con su comportamiento la organización disuade a las autoridades locales a hacer su trabajo: ¿por qué gastar tiempo y dinero en reparar agujeros cuando los romanos lo hacen gratis? Sin embargo, los miembros de Gap afirman que persiguen todo lo contrario; que su intervención anime a las autoridades locales a tomar cartas en el asunto.

“No es como si fuéramos un grupo de anarquistas”, indica Renato. “Sólo somos gente que vive en un barrio donde todos nos conocemos y estamos tratando de mejorar la situación”.

Tras cerca de una hora de trabajo arreglan el pavimento y graban su logotipo en el cemento húmedo. La calle se llena de gente que va a trabajar o pasea a sus perros y los activistas meten el material y las herramientas en su automóvil y se van.

“Espero que alguien siga nuestro ejemplo”, afirma Nadir. “Algún día me gustaría que alguien me contara que se han formado otros grupos como este en otras ciudades”.

Traducido por Emma Reverter

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