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Los vacunados con tres dosis en los países ricos superan a la población con una en los más pobres

Casi un año después del pistoletazo de salida de las campañas de vacunación contra el coronavirus, millones de personas inmunizadas se han remangado para recibir inyecciones de refuerzo en varios países. Se trata principalmente de naciones ricas, muy avanzadas en cobertura y con un amplio suministro, lo que contrasta con la vacunación aún rezagada en algunas de las partes más pobres del mundo y refleja una nueva arista de las disparidades que han marcado el avance de la vacunación global.

Hasta ahora se han administrado más de 170 millones de dosis de refuerzo en el mundo, la inmensa mayoría en países de renta alta y media-alta, con el análisis de elDiario.es de las cifras recopiladas por Our World in Data (OWID). El portal especializado contabiliza como refuerzos aquellas inyectadas más allá de las previstas en la pauta inicial de vacunación –por ejemplo, la tercera en caso de haber recibido los primeros pinchazos de Pfizer o la segunda en caso de que hubiera sido la unidosis de Janssen–.

Con los datos de OWID, 50 países han empezado a administrarlas: 26 de renta alta –según la clasificación del Banco Mundial–, 18 de media-alta y 6 de media-baja.

Según cifras facilitadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), 92 naciones han confirmado hasta ahora programas de refuerzo o dosis adicionales, incluyendo a aquellos que no los han iniciado aún. Ninguna es de ingresos bajos.

El ritmo ágil de administración de las terceras dosis contrasta con el lento avance de la vacunación en las regiones más empobrecidas. A día de hoy, en los países de renta alta se ha administrado un refuerzo a casi un 7% de la población. Este porcentaje supera el de habitantes en países de renta baja que han recibido al menos una dosis de la vacuna (5,3%) e incluso duplica la proporción de los ciudadanos de países pobres que han completado la pauta básica (3%).

De hecho, en los países de renta baja se han administrado 7,1 dosis –contando primeras y segundas– por cada 100 habitantes, una cifra solo unas décimas por encima de las dosis de refuerzo que se han puesto en los países de renta alta: 6,8 por cada 100 ciudadanos. 

En términos absolutos, hay 84 millones de vacunados con dosis extra en los países ricos y 34 millones con al menos una inyección en los países pobres. En términos porcentuales, las diferencias se acortan porque hay más población en los países ricos que en los pobres. En los de mayores recursos también hay más población envejecida, que suele ser la prioritaria para los refuerzos.

La diferencia se puede ver desde otra perspectiva: hay más población no vacunada en los países pobres que habitantes sin tercera dosis en los países ricos. Esto sucede desde finales de octubre, cuando se aceleró la vacunación de refuerzo en los países ricos. Durante las últimas tres semanas se ha inyectado, de media, una dosis extra a una de cada 1.000 personas al día. 

La OMS ha reclamado en reiteradas ocasiones una moratoria global de las terceras dosis –con excepción de las personas inmunodeprimidas– para priorizar la vacunación de las personas en mayor riesgo en todo el mundo. Primero, la solicitó hasta finales de septiembre. Después, pidió prorrogarla hasta final de año. No ha tenido éxito. “La mayoría de los países con una elevada cobertura vacunal siguen ignorando nuestro llamamiento a una moratoria mundial de los refuerzos, en detrimento del personal sanitario y de los grupos vulnerables de los países de bajos ingresos que siguen esperando las primeras dosis”, ha dicho el jefe de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

El director general de la agencia de Naciones Unidas ha criticado el hecho de que cada día se administren varias veces más refuerzos en el mundo que dosis primarias en las naciones pobres. “Esto es un escándalo que debe terminar ahora”.

La tendencia no sorprende a las voces expertas que llevan tiempo prestando atención a la forma desigual en que se han distribuido las vacunas hasta ahora a nivel mundial y ha indignado a organizaciones de la sociedad civil. “La OMS lleva meses recomendando una acción colectiva y nadie parece escuchar”, dice a elDiario.es Johnattan García Ruiz, investigador visitante de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard.

“No es de extrañar”, dice Agathe Demarais, directora de pronósticos globales del Economist Intelligence Unit. La mayoría de los países ricos reservaron un gran número de vacunas, a diferencia de las naciones en desarrollo, que siguen enfrentándose a grandes retrasos, recuerda. Mientras, el mecanismo de reparto equitativo COVAX, en el que confiaron muchas de las partes más pobres del planeta, solo ha enviado alrededor de 500 millones de vacunas, y aunque está aumentando su suministro aún está lejos de las cerca de 1.400 millones de dosis a las que calcula que va a tener acceso este año. 

La disparidad no se da solo entre los grupos de países más alejados, los más ricos y los más pobres. Si se amplía el foco y se divide el mundo en dos grupos de países, incluyendo los de renta media-alta y media-baja, las diferencias siguen siendo significativas. Un tercio de los habitantes de los países de renta baja y media-baja ha recibido al menos una dosis de la vacuna contra la COVID-19. En los de renta alta y media-alta, en cambio, más de dos terceras partes de la población están en esta situación.

La brecha se amplía más si nos fijamos en las dosis de refuerzo. Mientras que el 4,1% de la población de las naciones de mayores ingresos ya tienen una dosis de refuerzo, en los países más pobres la lleva apenas un 0,1% de la población –solo en aquellos de renta media-baja–. 

Al ritmo actual, las dosis de refuerzo ya representan una de cada siete de las vacunas administradas cada día en el mundo. Este porcentaje ha ido aumentando durante las últimas semanas por la incorporación de nuevos países y de más franjas de edad a esta estrategia de inmunización.

En los países más ricos se han administrado 4 dosis de refuerzo por cada 100 habitantes en el último mes. Es un ritmo muy superior al que vacunan los países más pobres, donde en el mismo período se han administrado la mitad de dosis per cápita (2 por cada 100 habitantes), contando tanto las primeras como las segundas.

Israel, líder en terceras dosis

Israel es el país que encabeza el ranking de población con dosis de refuerzo: casi la mitad de sus habitantes (el 47%) ha recibido un pinchazo extra. Las autoridades israelíes las ofrecen a todos los vacunados mayores de 12 años. Este país también encabezó la primera etapa de la estrategia de vacunación en el mundo. Sin embargo, hace meses que la inyección de primeras y segundas dosis está estancada y ahora ocupa la posición 37 a nivel global en cuanto a población con la pauta completa básica: la tienen dos de cada tres habitantes –Israel pretende empezar pronto a inmunizar a niños entre 5 y 11 años–.

En Chile y Uruguay, la población con dosis de refuerzo también supera el 30%. El país que más cantidad de vacunas extra ha administrado es China, que casi ha llegado a los 50 millones de refuerzos.

Le sigue EEUU, donde más de 30 millones de personas se han inoculado terceras dosis. Pfizer ha pedido a los organismos reguladores estadounidenses que autoricen las dosis de refuerzo de su vacuna para mayores de 18, pero esta decisión no se ha tomado aún –puede llegar a partir de este jueves–. Estados como Colorado y California han anunciado que permitirán las vacunas extra para todos los adultos. La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, ha dicho que decidir entre las dosis de refuerzo para la población estadounidense y donaciones a las naciones más pobres es una “falsa dicotomía”. “Podemos hacer ambas cosas”.

Pedro Sánchez ha anunciado este miércoles que España vacunará a con una tercera dosis a los mayores de 60 y al personal sanitario y sociosanitario. Desde mediados de diciembre, Francia la exigirá a mayores de 65 para renovar el pase sanitario necesario para entrar en los lugares públicos.

El primer ministro británico, Boris Johnson, también ha deslizado la posibilidad de incluir en el pase COVID para viajar la dosis de refuerzo que los asesores del Gobierno han recomendado ampliar a mayores de 40. La decisión llegó tras un estudio en el mundo real en Inglaterra que concluye que la inyección extra ofrece una protección contra la infección sintomática de más del 90%.

El subdirector médico de Inglaterra fue cuestionado por la prensa acerca de si es ético avanzar con los refuerzos en un país rico como Reino Unido cuando hay naciones con dificultades para poner las primeras dosis. “Nadie que trabaje en salud pública cuestionaría ni por un segundo la premisa de que hasta que todos estemos a salvo de este virus, nadie está totalmente a salvo. Por supuesto, existe una preocupación de salud pública global por asegurar que el mayor número de países y personas de todo el mundo tengan acceso”, respondió. “Pero también, nuestro trabajo como asesores es dar consejos pertinentes para Reino Unido (...) y Reino Unido tiene un programa masivo de donaciones”.

“Hemos fracasado”

El Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) publicó un informe técnico en septiembre en el que expone argumentos para las dosis de refuerzo, que se administran para restaurar la protección después de que haya disminuido. La agencia de la UE concluyó que las personas totalmente vacunadas de la población general no necesitan urgentemente un refuerzo y dice que la prioridad debe ser inmunizar a todos los elegibles que aún no se han puesto la pauta completa. El ECDC también dijo que hacían falta datos más sólidos para orientar las futuras políticas en esta cuestión y que se debía prestar “especial atención a la actual escasez mundial de vacunas, que podría agravarse aún más con la administración de dosis de refuerzo”.

Aaron Richterman, investigador de enfermedades infecciosas de la Universidad de Pensilvania, es tajante al afirmar que no se debería hablar de refuerzos “sin dar prioridad” a la primera y segunda dosis, incluso en entornos de bajos ingresos, y “estas prioridades están actualmente al revés”. Es crítico con lo que considera “una batalla campal de naciones que compiten entre sí por las vacunas para sus propios ciudadanos”.

Dicho esto, explica que ahora hay evidencia de ensayos clínicos que demuestran “que los refuerzos hacen que la protección sea incluso mejor que con las dos dosis, que siguen siendo bastante eficaces, especialmente contra las infecciones graves”. “Hay un beneficio clínico real con el refuerzo, pero este beneficio es pequeño comparado con la vacunación primaria”, dice a este medio. El experto sostiene que las poblaciones vacunadas que deben ser contempladas para dosis extras son mayores e inmunodeprimidas, y cree que extender refuerzos a todos los adultos será razonable, una vez priorizadas las dos primeras dosis, porque reducirá el riesgo de infección sintomática y disminuirá la probabilidad de transmisión. 

Desde el punto de vista ético, responde, “sencillamente no hay ninguna justificación para dar prioridad a las dosis de refuerzo, especialmente en el caso de poblaciones jóvenes y por lo demás sanas, en vez de a las personas vulnerables solo porque resulta que no viven en un país rico”. A su juicio, la campaña de vacunación mundial contra la COVID es una oportunidad para “la verdadera solidaridad, y es una prueba en la que hasta ahora hemos fracasado”.

“El gran problema es que los países siguen tomando medidas locales sin que se tenga una respuesta clara frente al problema global. Cada país quiere proteger al mayor número de personas posibles, reactivar su economía y luego, cuando sus prioridades internas se resuelvan, pensar en los demás”, dice García Ruiz, también profesor en la Universidad de los Andes, en Bogotá. En su opinión, los países “tienen un dilema ético complejo: la responsabilidad de proteger al máximo a todos los que habitan su territorio con sus vacunas, y un deber de cooperación con otros países que están en un estado de mayor vulnerabilidad”.

La OMS ha fijado como objetivo vacunar al 40% de la población de cada país a finales de este año –la primera meta, del 10% a finales de septiembre, no se logró–. En estos momentos, en más de 80 países, la mayoría en África, la población con al menos una dosis es menor al 40%. Según estima Our World in Data, solo 19 están en camino de conseguir superar este umbral. 

Todos los países han comenzado a vacunar excepto dos: Eritrea y Corea del Norte, según la OMS, que insiste en que la mayoría de los países “están preparados para inyectar las vacunas en los brazos, pero necesitan las dosis”. La agencia de Naciones Unidas calcula que para alcanzar el objetivo del 40% hacen falta 550 millones de dosis adicionales, el equivalente a la “producción de unos 10 días”.

El ritmo de fabricación actual es “enorme”, dice Belén Tarrafeta, farmacéutica y experta en acceso a medicamentos. “Lo que la OMS está pidiendo concretamente es que se dé prioridad a destinar rápidamente esas vacunas a países en desarrollo para lograr alcanzar un 40% de cobertura lo antes posible, en lugar de seguir esperando a que les toque su turno en la cadena de producción. Y que se haga aunque sea a costa de ralentizar las dosis de refuerzo en población que ya ha recibido su pauta completa”.

“Pero lo cierto es que posiblemente haya muchas vacunas acumuladas además de la enorme producción, lo cual me hace cuestionarme hasta qué punto no estamos ante un falso dilema sobre si hay que priorizar dosis de refuerzo (en caso de que fueran necesarias) o enviar dosis a COVAX”, dice la experta. 

Andrea Taylor, subdirectora del Centro de Innovación en Salud Global de Duke, sostiene que los países ricos “tienen suficientes vacunas como para administrar refuerzos y seguir compartiendo inmediatamente suficientes dosis para satisfacer las necesidades agudas de los países con suministro limitado”.

La empresa de análisis Airfinity calculó en septiembre que las naciones occidentales podrían donar más de 1.200 millones de dosis solo en 2021, incluso manteniendo sus campañas domésticas de refuerzo. También calculó que 100 millones de dosis de países del G7 y la UE van a caducar a finales de año, y deben redistribuirse inmediatamente. Reino Unido ha desechado más de 600.000 dosis de AstraZeneca caducadas en agosto, según The Independent. En Madrid, han sido 100.000.

“Incluso si hubiera habido muchas más pérdidas de las que se quiere reconocer y que no hubiera tantas vacunas almacenadas, el ritmo de vacunación semanal de las últimas ocho semanas en Europa es de media 3,6 millones, lejos de los 29 millones que llegamos a alcanzar. La UE sola produjo en octubre 370 millones de dosis. Es difícil de entender que no se puedan destinar más vacunas a COVAX si no es por intereses comerciales”, dice Tarrafeta.

La OMS ha pedido a los fabricantes una mayor transparencia y que prioricen el suministro a COVAX, así como al Fondo Africano para la Adquisición de Vacunas (AVAT). En una carta a la que tuvo acceso Reuters en octubre, el secretario de Estado de Sanidad alemán mencionaba “problemas burocráticos, logísticos y legales” impuestos por los fabricantes a países de la UE que quieren donar excedentes de vacunas.

Los impulsores de COVAX han reclamado que las donaciones sean más rápidas, de mayor volumen y más predecibles –en ocasiones se han repartido cerca de su fecha de caducidad–. Voces expertas llevan tiempo alertando de que redistribuir las vacunas sobrantes en los países que las acapararon es complejo (por tanto lento) y dificulta la planificación, entre ellos Tarrafeta, que también ha incidido en que las dosis “no se ponen solas”. Recalca una vez más que, incluso con las inyecciones disponibles, harán falta muchos recursos para las campañas.

Un portavoz de Gavi, que impulsa COVAX, asegura a elDiario.es que tan importante es tener en cuenta la capacidad de absorción de los países receptores al asignar las dosis para evitar el despilfarro, como “seguir apoyando a las naciones de menores ingresos para que aumenten su capacidad de absorción y alcancen niveles de cobertura comparables a los de otros países”. En 2022, “será vital contar con avisos previos y con previsibilidad del suministro, así como con una mayor financiación de las entregas y con el apoyo de otras fuentes”.

Demarais hace hincapié en que las donaciones de los países más ricos tampoco se acaban de materializar, pero aunque las vacunas se entregaran en grandes cantidades a los de menores recursos, habría dificultades a resolver que pueden retrasar el despliegue, desde la logística (transporte e infraestructura de cadena de frío) a la falta de personal sanitario, pasando por las dudas sobre las vacunas, un problema en muchos países, incluidos europeos. “De cara al futuro, los cuellos de botella en la producción irán disminuyendo, pero las inversiones a largo plazo en logística y campañas de información serán fundamentales”.