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Una vivienda a cambio de convivir con tus vecinos dos horas a la semana: el experimento sueco contra la soledad

Manfred Bacharach (73 años) fue uno de los primeros residentes en entrar a vivir a Sällbo.

Òscar Gelis Pons

Copenhague (Dinamarca) —
8 de enero de 2023 22:08 h

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La soledad a menudo se asocia con las personas mayores: ancianos que viven aislados en sus casas o que se quedan sin apenas visitas en residencias para la tercera edad. Sin embargo, en Suecia esta imagen está empezando a cambiar para incluir también a las generaciones de adultos más jóvenes.

Los datos demuestran que los suecos tienden a vivir de una forma más independiente e individualista que en otros países europeos. En el país escandinavo, la edad más común para independizarse es entre los 18 y los 19 años, y la mayoría de ellos no pasa a vivir a un piso compartido o una residencia para estudiantes, sino que lo hacen solos. De la misma forma, gracias a los servicios sociales y a las extensas ayudas municipales, la mayoría de personas mayores con un grado de dependencia opta por permanecer viviendo solas en sus hogares en vez de trasladarse a residencias o casas de familiares. 

Una encuesta de la Autoridad de Estadística Sueca hecha en 2020 señala que los jóvenes entre los 16 y 29 años fueron el segundo grupo de población que más solo se había sentido durante la pandemia, por detrás de los pensionistas. A pesar de las redes sociales, internet y una vida aparentemente con más actividad social, los estudios revelan que casi 8 de cada 10 jóvenes suecos a menudo se sienten solos. Esto ha llevado a medios como el Dagens Nyheter, el mayor periódico del país, a cuestionarse la posibilidad de que la soledad pueda calificarse como “una nueva epidemia” entre los jóvenes. 

Según las autoridades sanitarias, el aislamiento social y la soledad autopercibida comportan riesgos físicos para la salud, ya que incrementan las posibilidades de sufrir estrés crónico, depresión, deterioros cognitivos y aumento de los dolores físicos, entre otras patologías. Además, en un país donde más de la mitad de los hogares están habitados únicamente por una persona, vivir en solitario no representa únicamente un mayor riesgo para la salud física y mental, sino que incrementa los problemas de acceso y la falta de viviendas en las ciudades. 

El experimento de convivencia

Para contrarrestar la soledad y promover la cohesión social e interacción entre vecinos, en la ciudad de Helsingborg empezó a finales de 2019 un experimento de convivencia multigeneracional que hoy representa un ejemplo de éxito en todo el país. El proyecto de viviendas se llama Sällbo, que viene de la unión de las palabras compañerismo (sällskap) y vivir (bo) en sueco. El nombre resume los objetivos de esta iniciativa, llevada a cabo por una empresa municipal que ofrece 51 viviendas en alquiler entre 400 y 500 euros para personas mayores de 70 años y para jóvenes de entre 18 y 25 años, pero con una condición en el contrato: que pasen dos horas a la semana conviviendo juntos con sus vecinos. El experimento terminó con éxito el pasado 31 de diciembre y los contratos de alquiler han pasado a ser “permanentes”.

Por fuera, el edifico marrón de viviendas rehabilitadas no llama precisamente la atención en esta ciudad portuaria del sur de Suecia, pero por dentro cuenta con extensas zonas comunes como un gimnasio, una biblioteca, sala de juegos de mesa y de videojuegos, y una cocina compartida en cada planta con espacio para celebrar cenas y encuentros.

“Cada piso es completamente independiente, con su propia cocina y habitaciones, pero el edificio está pensado para fomentar la sociabilidad entre los residentes”, dice Dragana Curovic, responsable e impulsora del proyecto. Además, entre los vecinos se organizan actividades, talleres y salidas, pero Curovic puntualiza que “los residentes pueden socializar como quieran, no esperamos nada, cada uno se tiene que sentir a gusto y bien a su manera”. 

Cuando el proyecto se puso en marcha, en pocas horas llegaron más de 300 solicitudes. Se hicieron entrevistas personales para conseguir una comunidad de vecinos heterogénea en edades, personalidades, intereses, valores, formación profesional y educativa y también en orígenes familiares.

“Nuestra experiencia nos decía que las diferencias ayudan a hacer la convivencia más interesante, y la verdad es que estamos orgullosos de la diversidad entre los residentes y que la convivencia haya funcionado”, dice Curovic. Actualmente, 31 apartamentos están destinados a personas mayores y los 20 restantes, a jóvenes. 

Acogida de menores refugiados

Desde el inicio del proyecto, la iniciativa se ha ido transformando y adaptado a las necesidades del municipio. Lo que empezó con la intención de ser un hogar seguro para personas mayores, se convirtió en 2015 en una casa de acogida para refugiados menores no acompañados que llegaron a Helsingborg durante la llamada “crisis de los refugiados” en Europa.

“De repente, en un barrio muy homogéneo teníamos a 100 jóvenes viviendo en la misma zona, que hablaban otra lengua, con un conocimiento muy mínimo de la cultura sueca, y muchos de ellos traumatizados tras haber escapado desde sus países. No tuvimos problemas de convivencia, pero empezó a crecer el sentimiento de que necesitábamos integrar a estos jóvenes”, dice Curovic.

“Al mismo tiempo, teníamos a una población mayor que se sentía también excluida de la sociedad por estar sola, y pensamos: las personas mayores pueden ayudar en el proceso de integración de estos jóvenes y pueden ayudarse mutuamente y enseñarse muchas cosas”. A la ecuación de convivencia se decidió añadirle también jóvenes nacidos y criados en Suecia, perfectamente integrados y establecidos, pero que las estadísticas y los estudios mostraban que también necesitaban compañía para vivir. 

“Nunca te sientes solo”

“Al principio no fuimos tan ingenuos de pensar en que solo por reunir a los vecinos empezarían a convivir. Sin embargo, el éxito de Sällbo no se explica sin la respuesta que tuvieron los residentes durante la pandemia, definitivamente esto ayudó a fortalecer los vínculos entre vecinos”, dice Curovic.

Manfred Bacharach, de 73 años, lo corrobora: “Fue un golpe de suerte para nosotros, estábamos forzados a estar en casa, muchos de nosotros tenemos nietos, pero no los pudimos ver, así que nos conocimos entre los vecinos”. Bacharach fue de los primeros residentes en entrar a vivir a Sällbo. “Si te sientes solo esto es perfecto para ti, nadie te obliga a hacer nada, si quiero estar solo estoy en mi piso, y si no, sé que puedo bajar a la entrada y hablar con alguien 10 minutos y preguntar cómo ha ido el día. Nunca te sientes solo”, dice. 

“Reconforta pensar que si necesitas algo o quieres charlar, puedes ir a ver a tu vecino, esto nunca lo haría en mi anterior apartamento”, dice Isak Kauppinen (24 años). “Cuando eres un joven adulto puedes tener muchas dudas y yo puedo ayudar a personas mayores si necesitan algo. Ellos nos ayudan a crecer y nosotros los ayudamos a adaptarse a los nuevos tiempos”, añade.

En pocos años el proyecto ha levantado la curiosidad de los medios de comunicación en Suecia y de académicos de todo el mundo que visitan esta comunidad de vecinos de Helsingborg. “Cuando me preguntan sobre cómo es mi experiencia viviendo en Sällbo siempre digo que ya olvidé cómo es vivir en un lugar normal, ya doy por sentado que todo el mundo tiene una buena relación con sus vecinos”, dice Isak. Y Manfred añade: “Tener personas a tu alrededor es muy importante para tu felicidad, estoy contento de estar aquí, saber que existo para alguien más y que mis vecinos sepan quién soy”. 

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