Cinco palabras me han hecho merecer un año de persecución
Hoy, por primera vez, he utilizado la palabra víctima, esa que tantas veces he escrito, para referirme a mí misma. Por primera vez he visto mi nombre y no mi firma en la portada de un periódico. Hoy he tenido cientos de notificaciones en Twitter, y no eran de una misma persona ni estaban llenas de insultos.
Sabía que tenía que dar este paso, pero hasta ahora se había hecho demasiado difícil. Al principio, cometí el error de pensar que, por tener una profesión pública y expresar abiertamente algunas opiniones, tenía que aguantar que alguien me insultara. Después, seguí callando porque no quería asustar a mi familia, a mis amigos. Por último, me acabé asustando a mí misma al no reconocerme aguantando algo que no podía ni debía permitir más.
Debo confesar que la mayoría de esos insultos, burlas y descalificaciones no me han afectado. Lo que me ha empujado a dar este paso ha sido también el odio desmedido, el desprecio hacia las mujeres, hacia los homosexuales, hacia las libertades, la obsesión desmedida por atacar unas ideas, las mías, que siempre han sido expresadas desde el respeto y, por encima de todo, dando la cara.
En todo este tiempo, ese nadie se ha movido a sus anchas con total impunidad. Ni los continuos bloqueos, ni los tuits reportados, ni las cuentas cerradas, ni las denuncias ante la Policía Nacional han servido de nada. Ojalá en algún momento hubiera cometido el error de hacer un chiste desafortunado. Ya estaría en la Audiencia Nacional enfrentándose a dos años de cárcel.
Pero hasta ahora no ha pasado nada… Y es así como hemos llegado al momento actual, a mi cara y mi nombre más expuestos que nunca. Los suyos, tan escondidos como siempre. Ha sido un paso meditado, consensuado, difícil. Una se curtió en esto para escribir noticias, no para ser parte de ellas. “Eres periodista, no protagonista”, nos decían en la facultad.
Si escribo por primera vez sobre mí es porque siento la imperiosa necesidad de dar las gracias. Gracias a todos los que me habéis hecho llegar vuestras palabras de apoyo, los que habéis llenado mis redes de palabras bonitas después de tanta basura acumulada. Gracias por dar conmigo un paso adelante, por entenderme, por apoyarme, por acompañarme en esta lucha que comienza.
Gracias por llamarme valiente, aunque lamento confesar que no lo soy. No ha sido este un acto de coraje sino el cumplimiento de una obligación. En primer lugar, conmigo misma, porque me enseñaron a luchar siempre dando la cara por lo que considero justo. Y en segundo lugar por la posición de privilegio que me permite dar voz a un problema que otras muchas padecen pero que no siempre encuentra una salida.
Soy mujer, soy periodista, soy madre, soy hija y soy feminista. Esas cinco palabras han sido suficientes para que alguien decida que merezco un año de insultos y persecución. Desde aquí le digo que puede seguir atacando, pues yo lo seguiré siendo.
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