Crónica de una gala literaria

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No eran los prolegómenos del Premio Planeta o Nadal pero se pudo hacer sombra incluso al mísmismo Premio Nobel de Literatura. “Logroño bien vale una misa” debió pensar la octogenaria Ana María Matute que demostró que el arte de escribir no entiende de edades, aunque éstas jueguen una mala pasada.

Todos estaban allí y no quiso faltar nadie. Políticos, periodistas, y financieros se pusieron sus mejores galas para demostrar que en la capital de La Rioja también sabemos de cultura y glamour. Y el atrezzo de la gala acompañaba: buena música de jazz interpretada por una cantante de voz sugerente acompañada de saxofonistas y flautista; buena cocina y buen vino.

Los políticos olvidaron sus diferencias en una noche que se habló de literatura entre plato y plato. En la mesa central y acompañando a la presidente del jurado, Ana María Matute, estaban el presidente Pedro Sanz y el alcalde de Logroño, Tomás Santos. Las mesas de alrededor las ocupaban sobre todo diputados, concejales y periodistas que comentaban divertidos los extraños compañeros de mesa que había planeado la organización de la gala.

Divertida también era la carta de la cena: dividida como una novela e incluso paginada hizo las delicias de los más hambrientos. Llegados a los postres se anunció el nombre del ganador y Ana María Matute agradeció a los riojanos su presencia y recordó, trabajosamente, que una mitad de ella era riojana.

Después, discursos de turno. El del alcalde Tomás Santos fue el más poético, hizo referencia a la literatura y a la maestría de Matute como escritora. Una frase destacable de su discurso fue esta: “Escribir es una forma de protesta, casi todos los escritores comparten el malestar del mundo”. Por su parte, Pedro Sanz fue más práctico en sus palabaras. Volvió a recordar que La Rioja es la cuna del castellano y que debe convertirse en un referente para la lengua y la literatura.

Una noche mágica que pudieron compartir también los periodistas de “Punto Radio Sevilla”, que se habían trasladado hasta Logroño para ver la entrega del premio. Habían visto poco de la ciudad y lo lamentaban, ellos también estaban convencidos de que Logroño bien valía una misa y otra visita, con más tranquilidad, eso sí.

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