El calcio y las trasmutaciones
En la calle Cavas de Calahorra se encontraba uno de los establecimientos públicos más señalados de La Rioja, una suerte de lugar de culto para muchos, entre ellos algunos de los que ejercíamos la profesión docente en la capital riojabajeña: el bar restaurante de Moisés Pascual Antoñanzas, cocinero de élite formado en Francia y Bélgica. Era lugar de reunión y visita obligada de quienes querían conocer el buen yantar y degustar los ricos caldos de la tierra, ya que dado que Moisés era una suerte de enciclopedia bilingüe, con respuestas para casi todo, y fue allí donde nos enteramos de la historia del cónsul francés en Bilbao, que fundó las Bodegas Serres, hoy Carlos Serres.
Entre los visitantes foráneos asiduos había franceses, belgas y holandeses, por lo que aquel lugar había pasado a ser algo más que un bar restaurante al uso. Recuerdo las sabrosas conversaciones con monsieur Lesier y monsier Pique, que viajaban constantemente desde la metrópoli a las antiguas colonias de África, y por los que tuve las primeras noticias acerca de lo que vamos a tratar aquí. Francia había tenido muchas posesiones en el continente africano, entre ellas, Gabón, Chad, Ubangui-Chari y Congo Medio, en la llamada África Ecuatorial Francesa, y fue precisamente en esas colonias donde los médicos descubrieron que las mujeres de algunas tribus, que no ingerían producto lácteo alguno, al igual que las japonesas, tenían los huesos mejor que las de la metrópoli ¿Cómo podía ser posible aquello? Evidentemente algo fallaba en los planteamientos científicos, hasta que los investigadores llegaron a la conclusión de que lo que ocurría era una trasmutación, es decir que algo se trasformaba en CALCIO. Tuvieron que pasar algunos años para que se llegara a la conclusión de que esa trasmutación se realizaba partiendo de dos elementos concretos: MAGNESIO y SILICIO. Uno de los farmacólogos japoneses más destacados –aunque la mayor parte de su trabajo lo realizó en EE UU- fue Michio Kushi, que enseñaba a sus alumnos en sus cursos, prácticas de trasmutación, como recordaba el Dr. Satilaro, a quien conocí cuando era director de uno de los hospitales de Boston.
Llegados a este punto cabe preguntarse una vez más qué es lo que está sucediendo para que la cultura oficial siga por delante de la verdad; ¡incluso en las asociaciones y academias que se autotitulan científicas! Algunos investigadores franceses, o que trabajan en Francia, llaman midaísmo, por aquello del rey Midas que todo lo que tocaba se trasformaba en oro, a esa doctrina según la cual para que se calcifiquen los huesos hay que tomar productos lácteos, sin tener en cuenta que a nivel bioquímico, las estructuras no son adecuadas –ley de Frazer y Clum-Brown-, y a nivel biofísico alteran la frecuencia de los centros vibracionales –Jean-Michel Weiss-, y aumentan peligrosamente la energía de los meridianos, hasta pasar el límite de tolerancia –muy peligroso para la mitosis –Erika Baum; universidad de Marburg-.
Aunque se pueda hablar ya de todo, eso no va a corregir la nefasta influencia de muchos laboratorios de cultura oficial. Solía decir uno de los profesores de la Universidad de Zaragoza que había demasiados enseñantes en los centros superiores de cátedra vitalicia y clase vitalicia, a los que en estos tiempos hay que añadir a tantos políticos de altos e inmerecidísimos sueldos, y por supuesto ignorancia vitalicia.
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