El cuarto tumor más frecuente
Afecta a dos varones por cada mujer y aunque esa diferencia podría explicarse por el mayor consumo de tabaco entre ellos, estudios recientes sugieren otros factores de riesgo comunes en ambos sexos. Ese sería el caso de la alimentación. Se sabe que el riesgo es mayor si se sigue una dieta rica en alimentos salados, ahumados y adobados y baja en vitaminas A y C.
Antonieta Salud, del Hospital Arnau de Vilanova de Lérida, asegura que el riesgo se incrementa sobre todo cuando entra en acción un agente externo como el 'Helicobacter pylori'. “La relación entre la patología que provoca esta bacteria y el cáncer gástrico es muy alta. Su irrupción ocasiona daños en el ADN que, de no ser reparados de forma adecuada pueden desencadenar una transformación maligna a nivel gástrico. Por eso es tan importante identificar y tratar cuanto antes la infección si se quiere evitar que evolucione hacia un posible cáncer gástrico”, añade esta especialista, que ha participado en el Seminario ‘Retos y Perspectivas en el Manejo de los Tumores Gastrointestinales’ organizado por la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y el Grupo Cooperativo de Tratamiento de Tumores Digestivos (TTD), en el marco del Congreso Mundial de Cáncer Gastrointestinal, celebrado en Barcelona.
Entre el 1 y 3% de los casos, la enfermedad responde a una causa de origen genético. De todos ellos, el más común es el cáncer gástrico hereditario difuso. Está causado por mutaciones en el gen CDH1 y es más común en pacientes jóvenes. “Son los casos más claros de herencia genética; deben ser considerados de alto riesgo y objeto de un seguimiento muy estricto. Las posibilidades de desarrollarlo son tan altas que no se descarta incluso una gastrectomía total (extirpación total del estómago) con fines preventivos”, comenta la doctora Salud. También son considerados factores a tener en cuenta los antecedentes familiares de cáncer de colon hereditario no polipósico (HNPCC) o el síndrome de Li-Fraumeni.
DIAGNÓSTICO DIFÍCIL
La ausencia de síntomas claros en las primeras fases de la enfermedad complica significativamente el diagnóstico precoz. “La frecuencia en España no es tan elevada como para poner en marcha programas de cribado como en el caso del cáncer de mama. Las pruebas se hacen fundamentalmente en aquellas personas con una predisposición genética. En otros países como Japón, donde la incidencia es muy alta, sí se recomienda a la población mayor de 50 años acudir al especialista para someterse a una endoscopia”, puntualiza esta experta.
Los signos que alertan al paciente suelen ser un cierto malestar en la parte media o superior del abdomen, dificultad para tragar, sangre en las heces (deposiciones negras y de consistencia alquitranada), vómitos (en ocasiones, con sangre) y una repentina pérdida de peso. Tampoco deben pasarse por alto síntomas como fatiga o debilidad asociada a la anemia (fruto de la deficiencia de glóbulos rojos) y sensación de saciedad ante la ingesta de pocos alimentos. Entre las herramientas diagnósticas, la más útil es la endoscopia gástrica con toma de biopsia. También están los test de detección de sangre oculta en heces (TSOH) o un análisis de sangre completo (CBC). Otras técnicas como la serie GI superior/ingestión de bario, la tomografía computerizada (TC), el ultrasonido y la tomografía por emisión de positrones (PET) son utilizadas para completar el estudio del paciente.
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