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“No siento pena por su muerte; puede más el recuerdo de su sonrisa sádica mientras nos torturaba”

"No siento pena por su muerte; puede más el recuerdo de su sonrisa sádica mientras nos torturaba"

Rioja2

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Llegaba a sufrir tanto dolor durante las torturas que incluso dejaba de sentirlo. Días enteros sin dormir, palizas, crueldad llevada más allá de lo imaginable. Es lo que vivió Pedro Aceña en 1974, cuando apenas tenía 19 años. En todos aquellos recuerdos, en todas las marcas físicas y emocionales, un nombre, el de Juan Antonio González Pacheco, Billy el Niño.

Esta mañana el móvil de Aceña ha comenzado a sonar sin parar apurando la escasa cobertura que tiene en su retiro de Navalsaz en el que pasa la cuarentena junto a su mujer, sus dos nietos y apenas cuatro vecinos más. Sabía que algo había pasado. Amigos, conocidos e incluso compañeros de torturas. “Aquí no te enteras de casi nada pero con tantos mensajes, enseguida me ha llegado la noticia”, cuenta a Rioja2, “si te soy sincero, no he sentido ninguna pena por esta persona. Durante todo este tiempo de reclusión no dejo de pensar en toda la gente que está sufriendo y muriendo en esta pandemia pero con esta persona en concreto, pueden más los recuerdos de su cara, sus ojos saltones, su sonrisa de disfrute mientras nos torturaba... Pasé cuatro veces por sus manos, así que no he sentido ningún dolor por su muerte”.

Sin embargo, en todo esto sí hay algo que ha dolido a las víctimas de Billy el Niño, y Aceña no es una excepción. “Lo que me ha dado pena es que haya muerto sin ser juzgado tras más de 40 años de democracia; que no hayamos sido capaces de hacerlo, que incluso se le haya ido premiando pero ni los jueces ni los políticos hayan hecho lo necesario para poder juzgarle, ni nosotros hayamos hecho lo necesario para conseguirlo cuando tanta gente se ha quedado por el camino”, reflexiona.

La historia de Pedro Aceña

“Entonces cuando te torturaban, los jueces hacían la vista gorda; ahora no pueden hacer nada porque ha prescrito”, continúa, “todas esas trabas te desmoralizan mucho pero hay que seguir luchando porque esto no acaba con su muerte. Él fue el más famoso pero hubo otros que aún viven y esto sólo acabará cuando se juzgue aquella época, toda esa Brigada Político Social y todo lo que pasó. Él era el que más quería destacar siempre, al que más le gustaba hacer cualquier cosa para sacarnos información a los que luchábamos contra el Franquismo, pero no estaba solo”.

Al igual que no olvida aquellas torturas, Pedro Aceña tampoco puede olvidar otras imágenes de estos últimos años como la de Billy el Niño entrando en una comisaría de Policía. “Al recibir esta mañana todos los mensajes lo pensaba: desde las estructuras del Estado, la Policía, se le daban condecoraciones y dinero con cada medalla, incluso últimamente ya sin pintar nada, le recibían en una comisaría, y eso no se puede permitir. Todo eso, igual que su muerte sin ser juzgado, es un palo para nosotros y para la democracia”.

Aceña pertenecía a la Liga Comunista Revolucionaria en los 70, una organización considerada de carácter extremista por la Brigada Política Social del Franquismo. Por ello sufrió la más dura represión y fue torturado. El relato de aquel infierno no lo había hecho púbico hasta el año 2014 cuando lo contó por primera vez en Rioja2. “Durante muchos años hemos callado” reflexionaba después, “os lo conté a vosotros y luego hice una charla en el Ateneo porque ahora tengo claro que, para que no vuelva a suceder, para que se conozca todo lo que ha pasado, debemos contarlo y denunciarlo, para que pueda ser juzgado y condenado”. No ha podido ser.

Aceña había comenzado en estos últimos meses a preparar una querella personal, ya que la colectiva no salio adelante. Tampoco descarta recoger toda su historia en un libro ahora que acaba de jubilarse. “Todo esto no puede caer en saco roto, es una tarea que tenemos pendiente. Son cosas que hemos tenido ocultas, a veces por culpa nuestra, por no haberlo explicado ni siquiera a través de nuestra militancia, por pudor... pero debemos contarlo, reflejar esa vivencia, ese terrible tránsito por una parte de la dictadura. Explicar cómo teníamos que vivir en la clandestinidad, los trabajos, la familia, las listas negras... Debemos ser capaces de explicar lo que sucedió, no por una cuestión de revanchas sino de enseñanza de las cosas que no se deben repetir ni permitir, porque nosotros iremos muriendo, pero todo esto tiene que saberse.”

En medio de tanto horror, surge una pregunta: ¿Todavía duelen esos recuerdos? “Durante mucho tiempo viví con auténtico terror a que sonase el teléfono por la noche, incluso ya casado y con hijos, porque así es como comenzaban aquellas detenciones. Pero cuando pasas tanto y te vas haciendo mayor, los recuerdos de las palizas siguen viniendo, la cara no se borra, pero ya no crea ese dolor. Ahora duele más no haber sido capaz de haberlo explicado hace mucho tiempo, cuando había una estructura más fuerte de la izquierda. Hemos salido a la luz muy tarde y de eso sí te culpas”, cuenta.

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