Siempre existe un precio

Ignacio Calderón, director general de la Fundación de Ayuda a la Drogadicción [FAD] ha declarado que el precio a pagar por consumir drogas “no siempre es sanitario ni afecta al propio consumidor”, sino que “influye de forma importante en comportamientos y actitudes que afectan a terceras personas y a la sociedad”.

Este es el motivo por el que, desde la FAD, se apela a la responsabilidad individual y colectiva frente al problema de las drogas, ya que afirman que “todos somos responsables de la escala de valores y de los estilos de vida que propician que los consumos sigan estando presentes en muchos ámbitos y ocasiones graves perjuicios sociales”.

Por otra parte, un 33,5% de personas consumidoras de drogas reconoce haber sufrido algún problema en su trabajo asociado al consumo de drogas, un 15,7% de los ocupados y un 17,8% de los parados. Entre los consumidores de alcohol, el porcentaje se sitúa en el 28,8% [un 12,5% trabajadores ocupados y un 16,3% de parados].

Una de las diversas caras de la moneda de la drogadicción, es la reinserción social una vez superada la adicción en sus fases más duras. Diversas ONG se encargan de desarrollar programas de desintoxicación, en ocasiones combinados con posteriores planes de integración laboral.

Las organizaciones Betel y Remar son algunas de las que introducen a personas en situación de marginación, como puede ser un drogodependiente, en proyectos de inserción laboral basados en el sostenimiento de rastros de muebles de segunda mano. En estos establecimientos, las personas que van a reintegrarse en la sociedad, trabajan generalmente en la restauración, venta y transporte de muebles usado a precios muy bajos, lo que les permite adquirir responsabilidades y habilidades sociales como primer paso para una completa recuperación.