Una decisión controvertida: las elecciones en EEUU 2016
El día 8 de noviembre Estados Unidos votará en las elecciones que más controversia han generado en las últimas dos décadas. La llegada de Donald Trump a la candidatura republicana con un discurso políticamente incorrecto supuso un shock y la posibilidad de su triunfo da lugar a una gran inquietud en todo el mundo. Frente a Trump, la candidata demócrata Hillary Clinton se presenta como el dique de contención de ese populismo de derechas, pero Clinton también se ve como una especie de “mal menor”. En estos momentos, a unas horas de los comicios, las encuestas van desde una ligera ventaja para Clinton a un empate, con algunos estados como Florida presentándose decisivos.
Intentar explicar la complejidad de este proceso en unas pocas líneas es imposible. El reduccionismo de los análisis es un hecho, e incluso una necesidad en no pocos momentos, pero los factores y variables que rodean a una sociedad como la norteamericana son incontables, tangibles e intangibles, y eso determina el sentido del voto. Hay que partir de la base de un país tan amplio que alberga numerosas sociedades e identidades en su interior.
Desde Europa, solemos tender a identificar en no pocas ocasiones a Estados Unidos con las costas Este y Oeste, con ciudades como New York, Los Ángeles, San Francisco, Boston, Chicago, etc., algunas de ellas más cercanas, pero lejanas a su vez, a un modelo como el europeo. Sin embargo, Estados Unidos es en gran medida el interior, ese territorio inmenso donde el conservadurismo tiene sus grandes feudos. Y dentro del mismo también existen grandes diferencias, por ejemplo tenemos el caso de un estado como Texas, mayoritariamente conservador pero con una amplia e importante minoría latina que mira con el obvio y justificado recelo a las propuestas de Trump.
Que Trump haya llegado hasta este punto no es una sorpresa si consideramos que hay numerosos movimientos populistas de características similares en el mundo. En este sentido, en Europa no somos una excepción. Trump ha dibujado un “chivo expiatorio” que no deja de ser el de siempre, el “otro”, el “inmigrante mexicano” que habría “robado” su trabajo a la clase media y trabajadora estadounidense, devastada por la globalización y la nueva división internacional del trabajo.
Pero no es tan sencillo, si un discurso como el de Trump tiene ese calado hasta este punto es porque hay unas estructuras de plausibilidad en parte de la sociedad norteamericana, especialmente en el sur y centro. Hablamos de una sociedad con una desigualdad estructural y un racismo latente y, en ocasiones, manifiesto.
Es un hecho, los “gringos” lo tienen más fácil como nos decían en nuestro viaje a Texas cualquier persona de origen latino que nos contaba la situación, e incluso lo pudimos ver. Ser de una minoría étnica en Estados Unidos te pone en una situación de partida varios cuerpos por detrás, por mucho que tengas cualificación o incluso recursos económicos.
Pero hay más factores y variables que explican que Trump pueda ganar, otro de ellos es el propio sistema electoral que hace que los votantes tengan que inscribirse. Uno de los principales llamamientos desde el lado demócrata ha sido el de la inscripción para votar debido a que buena parte de las minorías, negros y latinos, desconfían de un sistema que les discrimina, desconfianza legítima por otra parte. Clinton ha hecho un gran esfuerzo en ese sentido y todavía está por ver si tendrá resultados.
Por otra parte, como decíamos, en una sociedad como la norteamericana, Clinton tampoco tiene todas las simpatías. Aparece como representante de una élite, a la que también pertenece Trump por cierto aunque él se postule como lo contrario, y para parte del potencial electorado es una baza en su contra.
También el escepticismo con el que es vista por los votantes más jóvenes, muchos de ellos más cercanos a las propuestas de su rival por la candidatura demócrata, Bernie Sanders, cuyas medidas eran vistas por buena parte de la sociedad como cuasi socialistas y comunistas, y ya sabemos que allí eso es inviable. De nuevo tomo como referencia mi vivencia en Texas, allí ví muchas pegatinas y carteles entre los estudiantes y profesores universitarios de apoyo a Sanders, muchas menos a Clinton, aunque también tenía sus seguidores y seguidoras, especialmente seguidoras, convencidas.
Estados Unidos se la juega en estas elecciones del martes 8 de noviembre, Trump ha conseguido calar con su discurso en una parte del electorado que tenía las bases para aceptarlo. Parte de la “América blanca” ha encontrado en Trump la representación no sólo de su situación sino de sus valores más arraigados, lamentablemente incluido el racismo y pasando por encima de su consideración hacia las mujeres, una cuestión sin duda también a analizar y que no deja de sorprender pero que también cuenta con sus estructuras de plausibilidad, lamentablemente. Y eso es un hecho.
En cuanto a las minorías étnicas, las dificultades de movilización del voto tendrán su influencia en el resultado de los comicios. De lo que no hay duda es que Estados Unidos es un gran país con valores muy interesantes y positivos, pero también con contradicciones internas muy fuertes y con una desigualdad y un racismo estructural. El partido se va a disputar hasta el último minuto y el resultado afectará a todo el mundo, pero de lo que no cabe duda es que la irrupción de Trump no es que marque un antes y un después sino que pone a la sociedad norteamericana ante su espejo, les guste o no. A pesar de ese espejo, muchas personas de todas las etnias y clases sociales se esfuerzan por superar esas contradicciones día a día, esperamos que lo consigan.
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