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El “agobiante” corte en la línea 1 de Metro desde dentro: trayectos que duran el doble y grandes atascos en Vallecas

Autobús del Servicio Especial de EMT desplegado para cubrir el corte de la línea 1 de Metro de Madrid.

Guillermo Hormigo

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“¡Cierra, vámonos!”. Con esta frase de un conductor de la EMT, que solo puede gritarse con exaltación y estrés, un nutrido grupo de viajeros iniciaba en la mañana de este lunes el recorrido del bus gratuito que cubre el tramo Atocha-Valdecarros (con parada a la altura de las dos estaciones y todas las situadas entre ambas, salvo Congosto). Esto es, la mayor parte de la zona afectada por el corte de la línea 1 de Metro de Madrid, que empezó el sábado 24 de junio y se extenderá a finales de octubre. El Servicio Especial de la Empresa Municipal de Transportes tenía su prueba de fuego en su primer día laborable en funcionamiento, y nada mejor para evaluar el resultado que vivirlo desde dentro.

Porque el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida, ha cifrado en 50.000 las personas que echaron mano del bus gratuito el pasado sábado y 60.000 el domingo. Pero ya ha avanzado que este lunes “pueden ser unas 100.000”, ante una clausura del suburbano que afecta a un tramo utilizado diariamente por más de 350.000 viajeros. “Aunque sea una incomodidad es un corte necesario y vamos a hacer lo posible para minimizar las molestias. Si hace falta aumentar la frecuencia de autobuses lo haremos”, ha añadido el regidor ante las primeras imágenes de pasajeros hacinados.

Nuestro viaje, sin embargo, no comienza en autobús. Hay un tramo que queda fuera del servicio gratuito: Sol - Tirso de Molina - Antón Martón - Atocha. Para conectar dos centros de tránsito tan importantes como Sol y Atocha es posible recurrir a Cercanías (que vive su propio corte hasta finales de año) a través de la línea C-4, pagando una tarifa extra para quien no posea un abono joven o el de la tercera edad. De todo ello informa el personal de asistencia de Metro en el interior de Sol. Hay tres personas identificadas como tales, con chalecos fluorescentes, en el pasillo que lleva a la escalera de bajada para el andén cortado (sentido Valdecarros). Una cuarta se encuentra a pocos metros, detrás de un puesto que funciona como punto de información.

La primera profesional a la que preguntamos nos indica cómo y dónde acceder al Cercanías, aunque desconoce qué línea utilizar para llegar a Atocha. Sí lo sabe otro asistente que se encuentra al pasar el torno que da acceso a las vías Confirma que efectivamente es la C-4 dirección Parla, y soluciona una duda que podría haberse solventado con una cartelería o señalización específica y adecuada.

Las 18 paradas subterráneas del trayecto Sol-Valdecarros se cubrirían en 27-28 minutos en Metro con la línea 1 operativa y en hora punta, que añadido el tiempo de espera del tren puede redondearse en media hora. Ahora, la suma de Sol-Atocha en Cercanías más Atocha-Valdecarros en bus especial alcanza la hora y cinco minutos de trayecto.

A la vuelta, esta distancia temporal aumenta por la mayor afluencia de viajeros en este sentido y por las importantes retenciones de tráfico en Villa y Puente de Vallecas, sobre todo en la avenida de la Albufera a la altura de la estación Nueva Numancia. No en vano, las obras en la línea 1 también tienen afectaciones en el tráfico rodado en superficie, con cortes y ocupación de carriles en varias vías. El abismo entre el recorrido habitual y el alternativo (Servicio Especial + Cercanías) se ensancha de media hora a hora y cuarto.

Estos tiempos se corresponden a viajes sin apenas incidencias. En la ida, el convoy de Cercanías que tomamos de Sol a Atocha se detiene algo más de cinco minutos antes de emprender el trayecto. Una vez en la estación que tiene a la escritora Almudena Grandes como apellido, se producen los momentos de mayor confusión. De nuevo no hay cartelería específica que informe de las circunstancias o derive hasta el Servicio Especial. Aunque en el andén de Sol sí había personal de asistencia, no es el caso al llegar a Atocha. No lo encontramos hasta subir las escaleras mecánicas y caminar unos metros, tiempo y espacio suficientes para que más de un viajero despistado se haya perdido completamente.

Los empleados con los que nos topamos nos dirigen amablemente hasta la salida en la que tomar el bus. Por el camino puede verse la que fue y será zona de acceso al Metro en Atocha, ahora cubierta por enormes paneles detrás de los cuales tienen lugar los trabajos de mejora de la línea. Aquí se ubica otro punto de información, al que acuden varias personas con sus (muchas) dudas.

Una vez en el exterior de la salida que indica la empleada, hay que seguir recto unos pocos metros hasta el cruce de la avenida Ciudad de Barcelona con la plaza del Emperador Carlos V. Desde ahí parte el autobús gratuito. Un grupo de gente lo espera con cierto desconcierto, todavía habituándose a una situación que en muchos casos va a convertirse en rutina por meses. El personal de asistencia trata de guiarles y atender sus peticiones con la mayor celeridad. Mientras un bus repleto se marcha a toda prisa (es cuando un empleado de EMT que se encuentra en la calzada espeta al que conduce el bus ese “¡cierra, vámonos!”), el siguiente llega y abre de inmediato sus puertas para llenarse de otros pasajeros.

Perder las horas y los días en un autobús

Solo con el Cercanías y el trasbordo al bus se consumen 20 minutos. Pero el verdadero salto llega con el Servicio Especial, que necesita 45 minutos para cubrir Atocha-Valdecarros, con un total de 13 paradas. De regreso, se alcanzan los 55 minutos debido al mencionado tráfico y al mayor número de viajeros que se desplazan a trabajar desde el sur al centro o el norte de Madrid. “Va pisando huevos”, dice respecto al bus uno de los pasajeros, visiblemente molesto.

Lo cierto es que, si extrapolamos los tiempos cronometrados a todas las jornadas laborables hasta la reapertura, suponiendo que no haya mejoras ni retrocesos y que el corte acabe a finales octubre (tal y como adelantó la Comunidad de Madrid), el resultado es desalentador. Cada viajero habitual consumirá de media un extra de 80 horas hasta la reactivación. Es decir, más de tres días, dos semanas de trabajo para quien disponga de jornada completa. Todo ello suponiendo que además no eche mano del transporte público fines de semana ni durante un mes de vacaciones, y sin tener en cuenta desplazamientos extraordinarios, casuales o de ocio.

Tampoco que estos tiempos puedan empeorar en septiembre, cuando el número de usuarios se eleve exponencialmente, como temen algunos ciudadanos: “La que se puede liar con la vuelta al cole...”, comenta Petra, que se monta en el autobús supletorio entre Villa de Vallecas y Pacífico, donde trabaja como auxiliar administrativa. Una traba que le complica su último verano antes de jubilarse: “Supongo que las obras son para mejor, pero podían haberlas retrasado un añito”, bromea.

La portavoz del PSOE en el consistorio madrileño, Reyes Maroto, también ha efectuado el recorrido entre Valdecarros y Atocha este lunes para sacar sus propias conclusiones: “Los usuarios y usuarias van a tener que emplear el doble de tiempo, dos horas cada día, en llegar a su destino”. Maroto ha asegurado que “el Ayuntamiento de Madrid no solo no ha puesto en marcha un Plan Especial [como el desplegado en un corte similar durante el mandato de Manuela Carmena], sino que están derivando a este Servicio Especial líneas de otros distritos. A pesar de los esfuerzos del personal de EMT, se está perjudicando a otras vecinas y vecinos”.

El bus se detiene unos minutos en Nueva Numancia debido al atasco. Mientras la pantalla situada sobre el conductor muestra en su mitad izquierda el recorrido y en su mitad derecha un anuncio con técnicas para evitar la okupación, una joven resopla y suelta un sincero “¡dios, qué agobiante!”. Lo es la experiencia de moverse en autobuses repletos en mayor o menor medida (pese a que se cumplen las frecuencias y antes de que pasen 3 minutos llega un nuevo vehículo). Pero también agobia la perspectiva de que se escape todavía más tiempo, más vida, en los caminos que nos llevan de un lugar a otro.

De nuevo en Atocha, se multiplican las caras de confusión entre cientos de pasajeros. Es el caso de David y Lucía, que acaban de llegar en tren desde Córdoba para pasar unos días de vacaciones en la capital. Con la tarjeta de 10 viajes de Metro en la mano, preguntan a un revisor qué deben hacer para plantarse en Gran Vía. Este les redirige hasta el Cercanías, donde no les sirve su abono recién adquirido, así que tendrán que desembolsarse unos euros más. El revisor lo lamenta. “Con esto del corte habéis elegido muy mala fecha para visitar la ciudad”, apostilla.

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