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Les Mauvais Garçons: alegre fusión hispanofrancesa

No hay nada que me guste más que ver a gente que pone ilusión en sus proyectos, su trabajo, su vida, etc. En Les Mauvais Garçons, la ilusión está en todas partes, ilusión, fuerza, ganas y buen hacer; realmente da gusto.

Sobre la denominación del restaurante —Los Chicos Malos— prefiero no ahondar en el tema, visto que es la versión francesa del canallita hispánico y ya sabéis lo que opino del mismo. Un resumen del enlace anterior: a mí me gusta la gente buena, sincera, no me mola la gente mala, tampoco como —terrible y profundamente estúpido— mito erótico femenino (el malote).

Bueno, continuando con el tema de los chicos malos, os dejo algo de música del que fuera la representación por excelencia, en Francia, de los mauveis garçons, véase Johnny Hallyday. En cine, por su parte, tienen a Belmondo.

https://www.youtube.com/watch?v=CobeBZNlR8E

Decoración

Decoración

Hay algo que siempre me ha llamado la atención de los franceses, son manitas, les gusta el bricolaje: tan pronto te arreglan un tejado, crean una maravillosa plantación de bonsáis sacados de pequeñas plantitas de los bosques o te montan un cenador al mismo tiempo que te preparan un condumio estupendo para disfrutar bajo el propio cenador. Son fantásticamente apañados.

El local de Les Mauveis Garçons es un ejemplo de esto: tuberías de cobre en el techo a modo de canaletas de la luz, unos encantadores paneles de tela con gallinitas  y otros motivos originales en el techo, un banco corrido muy mono, unas lámparas muy bonitas de madera aunque con una luz terrible para las fotos, paredes de ladrillos con partes enlucidas... Aire industrial-chic de andar por casa logrado, cocina vista de restaurante de toda la vida, no de diseño, y barra. En su conjunto resulta ecléctico y acogedor. Además, tienen fotos de señores maléficos, como la mostrada al inicio.

Bebercio y gastronomía

Bebercio y gastronomía

A M. le apetece vino, un vino francés, pero no tienen por copas, así que se decanta por una copa de Gran Cerdo (2,70 €). Mezcla de tempranillo y graciano, sin IG, con acidez ligera y gusto a frutos rojos frescos. Un vino muy agradable con una muy buena relación calidad/precio. Su denominación procede de un apelativo cariñoso dedicado a un trabajador bancario poco inteligente que no fue capaz de comprender la viabilidad de los activos gastronómicos, aquí su historia.

Y yo me decanto por Le Basilic (7 €), un cóctel de albahaca, limón, jengibre, ginebra, aceite de oliva y pimiento de Espelette molido por encima. ¡Excelente! La albahaca te invade con su aroma dejando un delicado retrogusto de aceite de oliva, ginebra de calidad y cítricos. Una ricura y, además, perfecto para acompañar una cena carnívora y especiada, pues aporta un punto de frescor maravilloso.

Nos ponen una cestita de pan de Panic acompañada con mantequilla francesa (medio batida) con escamas de chorizo y alga nori (2,50 €/persona). El pan de Panic ya sabemos que, junto al de Panifiesto y alguno más, es de los mejores de Madrid, pan de verdad, hogazas serias y tradicionales (no estoy hablando de mentalidad), de miga densa y fresca y corteza dura y levemente crujiente. La mantequilla de textura ligeramente batida, suave, con marcado gusto lácteo y los ingredientes previamente señalados aportando delicados y contrastantes matices.

Pedimos para compartir salchichas de Toulouse (naturales) con romero y écrasé de patatas con sal salish ahumada de Washingtonécrasésalish (15 €). Es decir, un embutido que resulta una mezcla entre butifarra y longaniza a la brasa con romero por encima y un lecho de patatas (tradicionales y violetas) espachurradas con mantequilla y sal ahumada con madera de aliso elaborada por una tribu india (Salish) de la zona de Washington. Bueno, vaya rollo, en resumen: las salchichas, 3, estaban realmente sabrosas y el lecho de patatas resultaba curioso.

Luego viene el propietario y nos ofrece un chupito para cambiar de sabores, para pasar a los segundos, pero bueno, es un chupito que no es líquido y que te propone disfrutarlo de una forma particolare. El propietario, francés que habla perfectamente español (otra cosa curiosa de los franceses, suelen hablar estupendamente español), es un «chico malo» y quiere que en su restaurante disfrutes de una experiencia* para recordar, que juegues, que te pongas en juego. Pues vale, seguimos el juego y el chupito-no-chupito de transición resulta estupendo.

Elegimos un tataki de solomillo ibérico de Bellota (Extremadura) con sumac turco, alga nori y salsa de dátiles al coñactatakisumacnori (17 €). Solomillo en su punto con agradable base de salsa dulce y contraste de zumaque (sumac), especia árabe con un encantador sabor cítrico, ¡muy bueno! Numerosos matices —dulce, salado, ácido— y la textura de la carne fantástica, esponjosa, delicada.

Como guarnición para esto y para el próximo plato, patatas ratte y violetas doradas a la grasa de pato (1 €). ratteLas ratte son una variedad de patatas típica de las zonas de Lyon, la Ardèche y Alto Loira caracterizadas por mantener bien la cocción y tener aspecto tubular. En este caso se presentan con piel, en trozos, con ligero sabor a pato y resultan originales.

Después compartimos magret de pato (Gers, Francia) a la plancha con piment d’Espelette (Francia), salsa carnívora y piñamagretpiment d’Espelette (17 €). En su punto, también este, de cocción con un curioso lecho de piña con fondo de carne muy reducido y por encima polvo de pimiento rojo de Espelette —una comuna del País Vasco francés— dando gusto. La contraposición del sabor intenso de la carne de pato con el agridulce de la piña es fantástica; por su parte el fondo carnívoro o, más bien, reducción intensita, subraya aún más la propia carne de pato y su potencia. Buenísimo. De este no tengo foto porque las que hice me salieron con un desenfoque bárbaro.

Los platos en los que se sirven todo son placas de metal y esto hace que las carnes se enfríen un poco rápido, hay que comerlas nada más traerlas.

Y, para finalizar, ofrecen tarta tatin casera con crême fraiche de Normandíatatincrême fraiche (6 €). Muy rica, la tarta tatin típica, con la acidez propia de su manzana tipo Reineta, su ligero caramelizado y masa quebrada. Me gustó mucho que en lugar del helado de vainilla que ponen siempre por aquí pusieran crême fraiche ya que aporta un punto agrio que complementa perfectamente la acidez y el dulzor de la tarta. Estupendis.

Elegimos el postre anterior, a pesar de que ofrecían experiencia de chocolate! 3 pasos de descubrimiento sensorial «sin llenarse» y el chocolate lo prefiero a cualquier otra cosa en el mundo, porque me temía que la experiencia conllevaría interactuar con el personal y a mí me da pereza cualquier tipo de interacción social, a pesar de reconocer que eran encantadores tanto la chica que nos atendió como el propietario.

Finalmente, en cualquier caso, estaban celebrando 1 año de su apertura —el 6 de marzo de 2018— y nos invitaron a la experiencia y, a pesar de mi asocialidad, la experiencia en sí resulta divertida, profundamente sensorial (te deja algo despistados la mitad de los sentidos), curiosa y difícilmente podrás repetirla en otro lugar; así que la recomiendo totalmente.

En resumen, en este lugar, como buenos franceses, cuidan las materias primas, con su piment d’Espelette, su sal salish, su solomillo ibérico de Extremadura, sus patatas ratte… ; todo seleccionado en busca de calidad. Ofrecen una cocina fusión entre española y francesa actual (más del suroeste de Francia), donde prevalecen la carne y los quesos (que no probamos, quedan pendientes), con toques de diversas partes del mundo de lo más interesantes. El personal es muy amable y el local alegre. ¡Ojalá que sigan muchos años con su particular propuesta!piment d’Espelettesalishratte

Web: www.esmauvaisgarcons.es/blog

* Que conste que, en cualquier caso, estoy totalmente en contra de la oferta de «experiencias» en restaurantes. Yo a un restaurante voy a disfrutar de la comida y de la compañía (que llevo puesta de casa), no a vivir ninguna experiencia fuera de la degustativa ni a hacerme un recorrido por todo el restaurante, ni a relacionarme más de lo estrictamente necesario con cocineros, sumilleres o quien se proponga ser mi guía. Pero bueno, cada uno con sus gustos.

P.S. Estos topicazos de los que hablo sobre portugueses y franceses se basan en hechos reales. No me he inventado nada, también hemos ido mucho a comprar toallas a Portugal porque «qué precios y qué calidad, señores».

P.S.I Sí, las fotos son horribles —«lo siento mucho, me he equivocado. No volverá a ocurrir»— y amarillas, el local tenía una iluminación amarilla perdida. Mi filosofía no comprende el retoque fotográfico y mi Nikon D80 siempre ha sido bastante tendente a la oscuridad (debe ser siniestra o gótica o como la queráis llamar) y, actualmente, está ya un poco gagá. Dentro de poco tendrá una compañera —una Canon compacta, ligera, superficial y alegre— que tratará de hacer luz de las tinieblas.

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